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concierto que nos era posible, y fuimos á dormir á cuatro leguas de la dicha poblacion en lo alto del puerto, que era ya término de los de Culúa; y aunque hacia, grandísimo frio en él, con la mucha leña que habia nos remediamos aquella noche, é otro dia domingo por la mañana comenzamos á seguir nuestro camino por el llano del puerto, y envié cuatro de caballo y tres ó cuatro peones para que descubriesen la tierra; é yendo nuestro camino comenzamos de abajar el puerto, y yo mandé que los de caballo fuesen delante, y luego los ballesteros y escopeteros; y así en su órden la otra gente; porque, por muy descuidados que tomásemos los enemigos, bien teniamos por cierto que nos habian de salir á recibir al camino, por tenernos ordida alguna celada ó otro ardid para nos ofender. E como los cuatro de caballo y los cuatro peones siguieron su camino, halláronle cerrado de árboles y rama, y cortados y atravesados en él muy grandes y gruesos pinos y cipreses [1], que parecia que entonces se acababan de cortar; y creyendo que el camino adelante no estaría de aquella manera, pro-

  1. Hay cipreses en esta América propiamente tales como los de España, y otros que son casi lo mismo y llaman ahuehuetes. En Atlisco he visto uno que dentro la concavidad del tronco caben doce o trece hombres á caballo, y en presencia de los ilustrísimos señores arzobispos de Goatemala y obispo de la Puebla entraron dentro más de cien muchachos, y aun sabian más.