E yo, viendo que mostrar á los naturales poco
ánimo, en especial á nuestros amigos, ora causa de
mas aína dejarnos y ser contra nosotros, acordán-
dome que siempre á los osados ayuda la fortuna,
y que éramos cristianos, y confiando en la grandi-
sima bondad y misericordia de Dios, que no permi-
tiria que del todo pereciésemos, y se perdiese tanta
y tan noble tierra como para vuestra majestad es-
taba pacífica y en punto de se pacificar, ni se de-
jase de hacer tan gran servicio como se hacia en
continuar la guerra, por cuya causa se había de se-
guir la pacificacion de la tierra, como antes estaba,
me determiné de por ninguna manera bajar los
puertos hácia la mar; antes pospuesto todo trabajo
y peligros que se nos pudiesen ofrecer, les dije que
yo no habia de desamparar esta tierra, porque en
ello me parecia que, demás de ser vergonzoso á mi
persona y á todos muy peligroso, á vuestra majes-
tad haciamos muy gran traicion. E que me deter-
minaba de por todas las partes que pudiese, volver
sobre los enemigos, y ofenderlos por cuantas vías á
mi fuese posible. E habiendo estado en esta pro-
vincia veinte dias, aunque ni yo estaba muy sano
de mis heridas, y los de mi compañía todavía bien
flacos, salí della para otra que se dice Tepeaca, que
era de la liga y consorcio de los Culán, nuestros
enemigos; de donde estaba informado que habian
muerto diez ó doce españoles que venian de la Ve-
racruz á la gran ciudad, porque por allí es elcami-
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