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Y este dia llamaron por aquella parte por donde habian herido al dicho Muteczuma, diciendo que me allegase yo allí, que me querian hablar ciertos capitanes; y así lo hice, y pasamos entre ellos y mí muchas razones, rogándoles que no peleasen conmigo, pues ninguna razon para ello tenian, é que mirasen las buenas obras que de mí habian recibido, y cómo habian sido muy bien tratados de mí. La respuesta suya era que me fuese y que les dejase la tierra, y que luego dejarian la guerra; y que de otra manera, que creyese que habian de morir todos ó dar fin de nosotros. Lo cual, segun pareció, hacian porque yo me saliese de la fortaleza, para me tomar á su placer al salir de la ciudad, entre las puentes. E yo les respondí que no pensasen que les rogaba con la paz por temor que les tenia[1], sino porque me pesaba del daño que les facia y les habia de hacer, é por no destruir tan buena ciudad como aquella era; é todavía respondian que no cesarian de me dar guerra hasta que saliese de la ciudad. Despues de acabados aquellos ingenios, luego otro dia salí para les ganar ciertas azoteas y puentes; é yendo los ingenios delante, y tras ellos cuatro tiros de fuego y otra mucha gente de ballesteros y

  1. Esta fortaleza casi no tiene ejemplar; porque un hombre con poca gente, cercado con millones de enemigos, sitiado por agua sin bastimentos ni armas, mantener esta constancia, solo cabia en Cortés; y los que minoran el mérito de la conquista no han reflexionado sobre estas circunstancias.