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al cuello; é despues de haber andado la calle adelante, vino un servidor suyo con dos collares de camarones, envueltos en un paño, que eran hechos de huesos de caracoles [1] colorados, que ellos tienen en mucho; y de cada collar colgaban ocho camarones de oro, de mucha perfeccion, tan largos casi como un geme; é como se los trujeron, se volvió á mí y me los echó al cuello, y tornó á seguir por la calle en la forma ya dicha, fasta llegar á una muy grande y hermosa casa, que él tenia para nos aposentar, bien aderezada. E allí me tomó por la mano y me llevó á una gran sala, que estaba frontero de patio por do entramos. E allí me fizo sentar en un estrado muy rico [2], que para él lo tenia mandado hacer, y me dijo que le esperase allí, y él se fué; y dende á poco rato, ya que toda la gente de mi compañía estaba aposentada, volvió con muchas y diversas joyas de oro y plata, y plumajes, y con fasta cinco ó seis mil piezas de ropa de algodon, muy ricas y de diversas maneras tejida y labrada. E despues de me la haber dado, se sentó en otro estrado, que luego lo ficieron allí junto con el otro donde yo estaba; y sentado, propuso en esta manera:

<<Muchos días há que por nuestras escrituras te-

  1. Así se llaman hoy camarones, que corresponden en algun modo á los collares de coral.
  2. Se sentaban tendidos, como los asiáticos, en el suelo ó sobre unas alfombras.