disponible lo permitía y la palabra de Dios lo exigía.
El Humanismo de los siglos XIV y XV —con Petrarca y Bocaccio a la cabeza— desató un intenso interés por los clásicos grecolatinos y su búsqueda y rescate de bibliotecas y monasterios en decadencia. Así, el comercio de libros dinamizó el trabajo para copistas y también para coleccionistas, cuestión que encontró un impulso enorme gracias a la imprenta de mediados del siglo XV. En esta época, las colecciones privadas y de importantes príncipes se convirtieron en depósitos de invaluables clásicos, como la biblioteca de Alfonso V Rey de Aragón y Sicilia o la de los Médici, en Florencia, que contaba con copistas e iluminadores propios. El libro clásico, en pergamino, escrito a mano adquirió un importante valor y durante mucho tiempo algunos coleccionistas privados, como el duque Federico de Montefeltro, se enorgullecían que en sus bibliotecas no había libros impresos.(7) La imprenta de tipos móviles inventada por Johannes Gutenberg a mediados del siglo XV —en rigor el perfeccionamiento técnico de un ingenio ya existente— produjo un insospechado cambio en el registro, distribución de la información y el conocimiento de su época, al disponerse de la palabra impresa, cuestión que favoreció, por ejemplo, la difusión de las ideas de la reforma protestante, en el siglo siguiente. La imprenta permitió masificar la producción, abaratar el costo de los libros, potenciar las lenguas vernáculas, además de generar un medioambiente cultural que, posteriormente, conoceremos como opinión pública, al aparecer los primeros periódicos, un par de siglos más tarde. Cabe mencionar que los primeros impresos, desde la Biblia de 42 líneas de 1454, o Biblia de Gutenberg, hasta el año 1500, se denominan “incunables”, del latín incunabula, pañales. La imprenta favoreció la organización administrativa de los Estados, así como también la legislación, la política y la cultura.
Asimismo, aceleró la dinámica del impreso comercial, la letra, el contrato, en buenas cuentas, el compromiso económico. Tras el origen del capitalismo se encuentra también la imprenta.
Las bibliotecas de la época, monásticas, reales, universitarias o particulares coleccionaron este nuevo saber y estos