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ÉGLOGA II

Cuando en ganados mi riqueza es tanta,
Que en eso otro pastor no me adelanta.
Mil cabezas, que en todos tiempos pacen
Por los campos frondosos
De la Sicilia en pastos abundosos,
Son mias; y contínuo
De nueva leche abunda mi majada,
De queso y de cuajada,
En el Enero frio,
Y cuando abrasa el sol en el estío.
Mis cantos armoniosos
Embelesan á todos los pastores,
Que no son inferiores
A los que acostumbraba
El Aracinto oir, cuando tocaba
El tebano Anfion. Ni soy tan feo,
Que no hace mucho me miré en las ondas
Del sosegado mar, y no temiera,
Siendo tú quien juzgaras,
Que con Dafnis á mí me compararas.
Si tal es mi figura
Cual la ví retratada en la onda pura.
¡Oh si vinieses á habitar conmigo
Estas humildes chozas y estos prados
De tí tan despreciados!
En la caza los ciervos persiguiendo,
Y los tiernos cabritos
Al verde malvavisco conduciendo,
Conmigo aquí cantaras,
Y al dios Pan imitaras.
A Pan, que fué el primero