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en cambio cien francos en el platillo, es decir, que cada ficha equivale á diez francos. Terminada la partida se arreglan cuentas, y cada jugador recoje del platillo tantas veces diez francos como fichas tiene, pero hé aquí que á uno de los jugadores, gran aritmético tal vez, pero muy pobre lógico, se le ocurre lo siguiente: «Señores, dice, he observado que gano tanto mas, cuanto mayor es el número de fichas que me quedan al fin de la partida: ¿no han hecho VV. la misma observacion? Creo que sí; pues bien, entonces si lo que es verdad para mí lo es para todos, todos seriamos mas ricos si al concluir el juego tuviéramos mayor número de tantos; y nada por otra parte mas fácil que esto: dupliquemos las fichas.» Así se hizo, pero al efectuar la distribucion se observó que los 1000 francos del platillo no se habian multiplicado milagrosamente, segun las esperanzas de los jugadores. Fué preciso repartirlos á prorata, y aunque cada uno tenia doble número de fichas, como el número total de tantos se habia duplicado, cada tanto, en vez de valer 10 francos no valia mas que 5.

La combinacion caia pues por su base, y lo que era cierto para cada uno no lo era en aquella ocasion para todos.

—Ya lo creo; pero es porque supone V. un aumento de fichas sin que al mismo tiempo aumente la suma del platillo.

—Así como V. supone que aumenta el numerario sin que aumenten las cosas útiles cuyo cambio facilita el dinero.

—Mas por ventura, ¿supone V. una perfecta semejanza entre las fichas del ejemplo y el numerario?

—No, bajo ciertos puntos de vista; sí, para el argumento que me ha puesto V. y que yo he debi-