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sea cual fuere la teoria sobre el numerario, ¿qué hace V?

—Entro en una panaderia y compro pan.

—¿Es decir, que no duda V. un instante en deshacerse de su dinero?

—Para eso lo tengo.

—Y si el panadero á su vez tiene sed, ¿qué hace?

—Va á la taberna y compra vino con el dinero que le he dado.

—¡Cómo! ¿Y no teme arruinarse?

—La verdadera ruina seria no comer ni beber.

—¿Y todos los hombres, siempre y cuando obren libremente, hacen lo mismo?

—¡Qué duda tiene! ¿ó querria V. por ventura, que por apilar dinero, se muriesen de hambre?

—Bien al contrario, hallo que obran cuerdamente, y lo que quisiera es, que la teoría no fuera otra cosa que la fiel imágen de esa práctica universal. Pero suponga V., por un momento, que es V. el legislador, el rey absoluto de un vasto imperio en que no haya minas de oro.

—Me agrada la hipótesis.

—Supongamos además, que está V. intimamente convencido de este principio: «La riqueza consiste única y esclusivamente en el numerario;» ¿qué deduciria V. de aqui?

—Deduciria que no tengo otro recurso para enriquecer á mi pueblo, qué sacar el numerario de otras naciones.

—Es decir, empobrecerlas. Así pues, la primera consecuencia á que llegaria V. seria esta: «Una nacion no puede ganar sino lo que otra pierde.»

—¡Y bien! Este axioma tiene en su favor la autoridad de Bacon y de Montaigne.

—Pero no por eso es menos desconsolador; que