Oro y ébano/La novia eterna

La novia eterna

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Ávido el mar de poseer la tierra

al sonoro aletazo de la brisa,

en salto audaz, con ímpetu que aterra,

cubre la playa a su pasión sumisa.


Y un grito lanza, un grito formidable

de impaciencia y de amor, de ira y de pena,

al ver que sólo acariciar le es dable

las mismas rocas y la misma arena.


Y alarga hacia su eterna prometida

su amargo belfo azul, bajo la bruma,

en demanda de un ósculo de vida;


y al sentir la impotencia que lo abruma,

ruge... y le arroja en cada arremetida

todos los azahares de su espuma.