Oro y ébano/El barquero misterioso

El barquero misterioso

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I

Guarda tu corazón cuando me vaya,

guarda tu corazón cuando me aleje

y en esta triste y sitibunda playa

por la primera vez sola te deje.


Hoy voy a abandonar esta ribera;

la hora se avecina? ¡ya no tarda!

¿Lloras? ¿Por qué?... ¿Por qué me voy?

Espera,

si he de volver, ¿por qué llorar? ¡Aguarda!


Escucha: sólo voy hasta la orilla

de aquel islote en cuyas rocas yertas

a los rayos del sol el nácar brilla;


hoy comienzo a cumplirte mis ofertas;

¿qué a qué voy? A traerte una cestilla

de caracoles y de conchas muertas.


II

Dijo, y ya sobre el mar y bajo el cielo

el dulce amante se alejó cantando,

mientras en el azul su albo pañuelo

trazaba un volveré de cuando en cuando.


Ella desde la orilla solitaria

la vio perderse en el confín remoto;

la rodilla dobló... y una plegaria

elevó a Dios su corazón devoto.


¿Rugió la tempestad? ¿El Ponto airado

a otras playas oscuras y desiertas

arrojó al venturoso enamorado?


¡Oh secreto que el alma me acuchilla!

El dulce amante de las conchas muertas

no ha vuelto aún... ni volverá a la orilla!