Orlando furioso, Canto 21

Orlando Furioso
de Ludovico Ariosto
traducción de Wikisource
Canto XXI


1 Ni tanto soga al fardo entorno aprieta,
ni al clavo, cuando hincado, la madera,
del modo en que la fe tenaz sujeta
con lazo fuerte a aquel que la venera.
Por algo fue la Fe santa y perfeta
en lo antiguo pintada a esta manera:
se hace que de blanco toda vista
sin mancha que asquear pueda a la vista.

2 Jamás debe romperse la fe dada
ya a uno se dé sólo o se dé a miles,
sea en selva, sea en cueva retirada,
sea en chozas o en cabañas pastoriles,
o bien sea en el estrado ante mirada
de jueces, de testigos, de alguaciles;
sin jura u otro exceso altisonante,
pues debe una promesa ser bastante.

3 Su fe guardó, como en cualquier empresa
se ha de guardar, Zerbín el caballero;
y bien mostró ser fiel a su promesa
cuando, dejando su anterior sendero,
siguió a ésta a la que un odio tal profesa
cual si fuera la peste o, por más fiero,
la muerte misma; porque más obliga
que el gusto la palabra que se diga.

4 Decía de él, que de tenerla al cargo
tanto le pesaba y se dolía,
que rabiaba Zerbín del mucho embargo,
e iban los dos callados por la vía.
Dije también que aquel silencio amargo
fue roto, ya pasado el mediodía,
por un brioso caballero andante
que toparon al fin los dos delante.

5 Reconoció la vieja al caballero
como el ardido Hermónides de Holanda,
por llevar una enseña que era un mero
negro escudo al que cruza roja banda;
y al punto demudando el rostro fiero
humildemente a aquel con el que anda
le recuerda qué fue lo que le impuso
Marfisa cuando a cargo de él la puso;

6 arguyendo que de ella y de su gente
era enemigo aquel que a ellos venía:
le había matado ya el padre inocente
y luego al solo hermano que tenía;
y aun quiso con el resto remanente
hacer aquel traidor carnicería.
«Mientras te guarde yo, no tengas miedo,
que haya quien te ponga encima un dedo.»,

7 dijo Zerbín; mas cuando aquel la vieja
más cerca ve y ser ella le parece:
«O a combatir conmigo te apareja
--gritó con voz que atruena y ensordece--,
o la defensa de la vieja deja,
y deja que le dé el fin que merece.
Si combates por ella, serás muerto;
que este es el fin del que acoge al tuerto»

8 Zerbín con cortesía le responde
que es su intención de muy baja ralea
y que con gran señor no corresponde
dar muerte a una mujer, como él desea;
que si es luchar su gusto, no se esconde,
mas que antes de emprender la lucha vea
qué gana un caballero que derrama
con sus manos la sangre de una dama.

9 Esto le dijo y más, mas todo en vano;
y al fin fue menester pasar al hecho:
tomaron ambos campo sobre el llano,
y el uno contra el otro fue derecho.
No escapa el fuego artificial la mano
más presto cuando es en fiestas hecho,
como un caballo y otro correr pudo
contra el metal del enemigo escudo.

10 Hermónides de Holanda apuntó bajo,
pensando en golpear por la derecha,
mas no le dio al de Escocia gran trabajo,
pues quedó el asta al golpear deshecha.
No en cambio fue el del otro otro pispajo:
rompe el escudo y tal fuerza cosecha
que el hombro le pasó de lado a lado
y fue a caer el holandés al prado.

11 Pensó Zerbín haberlo muerto de esto,
y yendo a él, por la piedad resuelto,
le alzó el morrión del desmayado gesto;
y el holandés, como del sueño vuelto,
miró fijo a Zerbín sin hacer gesto
y dijo al fin: «El verme así disuelto
no me da mal, pues en tus hechos fieros
muestras ser flor de andantes caballeros;

12 »me pesa más que la ocasión me venga
de tan mala mujer de la que ignoro
el cómo un campeón tan bravo tenga,
pues mal casan tu precio y su decoro.
Y si supieses tú de qué provenga
el yo querer vengarme, con desdoro
recordarás que un día con gran fallo
por ella me tiraste del caballo.

13 »Y, aunque temo que falten, si en el pecho
conservo aun fuerzas para hablar, querría
mostrarte cuánto es en cualquier hecho
esta mujer hasta el extremo impía.
Tuve hermano que, aún no un hombre hecho,
partió de Holanda, que es su patria y mía,
y a Heraclio entró a servir, que del romano
Bizancio entonces era soberano.

14 »Se hizo tras llegar fraterno amigo
de un amable barón de aquella corte,
el cual castillo de soberbio abrigo
tenía en la frontera serbia, al norte.
Argeo se llamaba este que digo,
de esta inicua mujer que traes consorte,
la cual al punto amó que pasó en mucho
la raya que conviene al hombre ducho.

15 »Mas ella, que en constancia era la hoja
que el pardo otoño seca revoltoso,
cuando el viento los árboles despoja
y luego las arrastra caprichoso,
mudó el amor que tuvo y desaloja
del corazón mudable al fiel esposo;
y usa con mi hermano de su ciencia
por que él muestre a su amor correspondencia.

16 »No más resiste el ímpetu marino
el Acrorauno de recuerdo triste,
ni el Bóreas con mayor firmeza el pino
que ya un siglo vivió mejor resiste,
y más se enraiza en el escollo alpino
cuanto más alta cabellera viste,
como mi hermano el ruego de esta infame,
donde no hay vicio atroz que no se encame.

17 »Pasó, como es común al mozo ardido
que halla la lid que pretendió soberbio,
que en una quistión fue mi hermano herido,
no poco cerca del castillo serbio,
adonde solo ya o a Argeo unido
solía él ir a reposar el nervio;
de suerte que allí fue mi noble hermano,
hasta quedar de sus heridas sano.

18 »Mientras del mal convalecía, avino
que a Argeo requiriese un su cuidado,
que fue ocasión en que la infame vino
a hacer prueba a mi hermano al modo usado.
Él, como fiel, juzgó ser mejor tino
no tener más la tentación al lado;
y por poner a aquella infamia frenos
resolvióse a escoger del mal el menos.

19 »Y así entre tanto mal escogió esto:
poner final a su amistoso empleo,
y tan lejos marchar que manifiesto
no fuese más a la mujer de Argeo.
Muy duro le era, pero más honesto
que dar contento a aquel torpe deseo.
o acusarla al marido de mentida,
el cual la amó como a la propia vida.

20 »Y enfermo aún, aunque no ya de muerte,
las armas viste y del castillo parte;
y con ánimo va constante y fuerte
de no volver jamás a aquella parte.
Mas ¿de qué vale, si la adversa suerte
desbarata su acción con nueva arte?:
vuelve el marido a su castillo en tanto,
y encuentra a la mujer deshecha en llanto,

21 »y encendida la faz y despeinada,
con que pregunta el mal que así evidencia.
Antes de responder la infame nada,
se hace de rogar con insistencia,
pensando en tanto el modo en que vengada
quede de aquél que le hizo resistencia,
que bien a su voluble ingenio vino
mudar amor en odio y en mohíno.

22 »--¡Ay (dijo al fin), ¿por qué este nausebundo
error he de guardar hecho en tu ausencia,
si por más que lo oculte a todo el mundo
jamás podré ocultarlo a mi conciencia?
Cargada el alma de pecado inmundo
padece en su interior tal penitencia
que a cualquier corporal martirio excede
que dárseme en castigo al error puede;

23 »si es que es error lo que es a fuerza hecho;
mas sábelo por mí, sea o no culpada,
y luego el alma pura de este pecho
saca con la punta de tu espada;
que, obrando un tan piadoso y noble hecho,
me apagarás por siempre la mirada,
y me ahorrarás bajarla ante quien pasa
por la vergüenza que mi pecho abrasa.

24 »Ha manchado mi honor tu falso amigo:
tomándome por fuerza me ha violado
y, antes que te dijese lo que digo,
en secreto el traidor de aquí ha escapado.--
Halló al oírlo en él el odio abrigo
hacia aquel al que tanto había amado:
le da crédito Argeo y, sin templaza,
toma el caballo, y corre a hacer venganza.

25 »Y, como quien la tierra conocía,
le dio no lejos del lugar alcance,
pues por la enfermedad mi hermano hacía
sin nada sospechar lento su avance.
En breve llegó a él y con porfía
quiso allí por venganza hacer el lance;
y, aunque mi hermano la verdad no calla,
Argeo le conmina a la batalla.

26 »Era uno lleno de desdén y sano,
enfermo el otro y todavía amigo,
de suerte que ofreció apenas mi hermano
defensa ante su súbito enemigo.
Así Filandro resisitióse en vano
(tal se llamaba el infeliz que digo),
e injustamente, no sufriendo el peso
de tan fiera batalla, cayó preso.

27 »--No quiera Dios que en ocasión tan fuerte
tu afrenta y mi coraje justiciero
me lleven (dijo Argeo) a dar la muerte
a aquel que amaba y que me amó sincero,
aunque haya al fin obrado de esta suerte;
antes a todo el mundo mostrar quiero
que, como fui de amor mejor custodio,
también mejor que tú soy cuando odio.

28 »Otro castigo a tu ignominia hallo
que no es el que te acabe la cuchilla.--
Hizo, diciendo así, sobre el caballo
de verdes ramas componer camilla;
y, casi muerto, por cumplir el fallo,
lo trajo nuevamente hasta su villa,
donde en un torreón dictó por pena
perpetua echarle al cuello una cadena.

29 »No carecía, empero, de más gracia
que de la libertad que antes tenía;
pues, como no caído aún en desgracia,
cuanto quiso pedir, se le ofrecía.
Mas porfïaba aún con contumacia
en lograr su favor aquella impía;
y así le hacía a diario con gran cuita
(pues las llaves tenía) una visita;

30 »y, redoblando el contumaz asalto
con más audacia que antes se le arrima.
--¿De qué vale tu fe (decía en alto),
si por perfidia y por traición se estima?
¡Qué campaña triunfal! ¡Qué rico asalto!
¡Qué soberbio botín! ¡Qué preda opima!
¡Qué gran merced al cabo te resulta
si el mundo, como a vil traidor, te insulta!

31 »¡Cuánto pudiste ser rico y honrado
de haberme dado aquello que pedía!
He aquí el premio, en cambio, que has ganado
por ser tan obstinado en tu porfía:
esta prisión, en que estarás cerrado,
si no te ablandas ante el ansia mía.
Mas si te ablandes, compondré yo trama
con que recobres libertad y fama.--

32 »--Esperas (dijo él) que en vano el gusto
te satisfaga y que mi fe quebrante;
por más que este castigo tan injusto
sea el pago a ser en mi lealtad constante,
y me haga el mundo todo un juicio adusto:
baste que Aquel que a nada es ignorante,
sepa de mi inocencia y con su gracia
premie el que pase aquí tanta desgracia.

33 »Si no le basta a Argeo verme prendido,
quíteme, pues, también la triste vida;
y sea el premio del cielo concedido
a obra aquí tan mal agradecida.
Quizás él, que se siente hoy ofendido,
después que esta alma ya sea al fin partida,
sabiendo que hizo al fiel amigo tuerto
acabe por llorarlo al verlo muerto.--

34 »Muchas las veces son que la malvada
sin fruto y sin Filandro así regresa;
mas su ciego deseo, que por nada
de porfiar en la ignominia cesa,
va hurgando su costumbre depravada
bajo la falda hasta que al fin la apresa.
Repasa ofensas mil de cabo a rabo
antes que en una de ellas hinque el clavo.

35 »Seis meses pasan, pues, sin que en la torre
ponga siquiera el pie, como solía;
plazo en que cree Filandro que se borre
el sucio e indigno amor que le tenía.
Mas la Fortuna, que en su contra corre,
le da nueva ocasión a aquella arpía
para apagar con daño memorable
aquel su torpe amor, ciego y culpable.

36 »De un tal Morando era enemigo Argeo,
barón que por el Bello era apodado,
que hacía en el castillo gran saqueo,
cuando era ausente Argeo en otro lado;
no hacía, estando él, ni aun merodeo,
a diez millas o más siempre apartado.
Fingió esta vez, para ponerle coto,
ir a Jerusalén a cumplir voto.

37 »Anuncia su partida, y luego parte
haciendo propagar su ida piadosa;
mas nadie sabe qué es fingida arte,
salvo una en quien confía, que es su esposa.
Vuelve al ponerse el sol al baluarte,
donde secretamente algo reposa,
y con la nueva luz, mudando enseña,
sale sin que sea visto ni hacer seña.

38 »Y así de un lado a otro iba vagando
en torno a su castillo por el día,
por ver si al cabo crédulo Morando
quería entrar en él, como solía.
Pasaba el día por el bosque, y cuando
buscar lecho en el mar al sol veía,
entraba sin ser visto por portillo
que abría su mujer, en el castillo.

39 »Creían todos, pues, si no era ella,
que Argeo lejos ya de allí se hallara.
Vista una ocasión como era aquella,
subió la inicua hasta la torre avara,
trayendo hasta mi hermano una querella
con llanto en que bañaba seno y cara.
--¿Dónde hallaré (le dijo) quién me valga
y que en defensa de mi honra salga?

40 »La mía y de mi esposo juntamente
que, estando aquí, del mal las guardaría;
pues sabes que Morando, si él ausente,
no teme a hombre ni a dios en su osadía.
Con ruego o amenaza últimamente
corrompe a aquellos en que Argeo fía,
con pretensión de que, faltando Argeo,
consiga reducirme a su deseo.

41 »Ahora que ya sabe que ha partido
y que es su ausencia larga, y no un momento;
a entrar en esta corte se ha atrevido
sin dar ninguna excusa ni argumento;
que, si ausente no fuese mi marido,
no es ya que no tuviese atrevimiento;
mas que no se tendría él por seguro
a menos de tres millas de este muro.

42 »Lo que ha por otros ya solicitado,
hoy me lo ha pedido cara a cara,
y de una suerte tal que a pique he estado
de ver cómo mi honra se arruinara;
y, si no hubiese con dulzura hablado
fingiendo que su cuita me era cara,
habría aquel rapaz tomado a fuerza
el bien que a voluntad hoy cree que ejerza.

43 »Lo he prometido, pues, no por cumplirlo
(que no vale contrato hecho por miedo);
sino con la intención de divertirlo
de lo que en vano resistirme puedo.
Sólo este mal tú puedes impedirlo,
o sin honor de lo contrario quedo
y Argeo también, del cual siempre proclamas
que tanto o más que ti mismo lo amas.

44 »Mas niégate, y haré bien si te acuso
de no tener la fe de que te ufanas;
antes que fue crueldad e impío uso.
hacer todas mis súplicas tan vanas;
y no el respeto a la amistad se opuso,
por más que tu crueldad de él engalanas;
que esto secreto entre nosotros era
y estotro afrenta que mi honor lacera.--

45 »--No cabe (él respondió) este proemio
conmigo, siempre en pro de Argeo dispuesto:
Dime qué quieres ya con gran apremio,
que, igual que siempre fui, ser me he propuesto;
y, aunque ahora sufro tan injusto premio,
nunca fue a él a quien culpé de esto.
Por él dispuesto estoy a ir a la muerte,
a despecho del mundo y de mi suerte.--

46 »La impía respondió: --La vida quita
a aquel que nuestro deshonor procura;
y no temas sufrir por ello cuita,
que yo te mostraré forma segura.
Fijé a la tercia hora nuestra cita,
cuando es la oscura noche más oscura;
y un gesto convinimos con que dentro
lo meta yo en secreto y sea el encuentro.

47 »Mas antes en mi alcoba no te enoje
quedar a oscuras, escondido y mudo,
hasta que de las armas lo despoje,
y a ti lo lleve ya casi desnudo.--
Así parece que la esposa arroje
al que es su esposo al arrecife agudo;
si es que esposa y mujer llamarse debe
la que es furia infernal, cruel y aleve.

48 »Así pues, cuando al fin la noche vino,
sacó a mi necio hermano, espada en mano;
y él oculto esperó, como convino,
la vuelta del infausto castellano.
Según lo concertado, el caso avino;
que raramente el mal se traza en vano:
Filandro al buen Argeo allí golpea,
pensándose que aquél Morando sea.

49 »De un golpe le partió cabeza y cuello
pues fue, no habiendo yelmo, el golpe fuerte;
y así, sin que un suspiro diese en ello,
halló tan tristemente Argeo la muerte.
Matólo, pues, del bárbaro atropello
sin pensarlo jamás, ¡oh rara suerte!,
pues queriendo servir, trató al amigo
de modo aun peor que al enemigo.

50 »No habiendo la verdad aún descubierto,
mi hermano aquel metal volvió a Gabrina,
que así se llama aquella que por cierto
sólo maldades y traición maquina.
Ella, callando aún quien sea el muerto,
a que vea su crimen lo conmina;
y, acercando la luz hasta la cara,
le muestra que es Argeo al que matara.

51 »Y después lo amenaza, si no cede
en aceptar su impúdico deseo,
con publicar lo que negar no puede
y todos pensarán: que ha muerto a Argeo;
y hará, cuando ya al fin por traidor quede,
que infamemente muera como un reo;
y le hace ver, si es que el vivir desama,
cuánto el hecho traerá ruina a su fama.

52 »Gran miedo y gran dolor Filandro tuvo,
cuando advirtió el error y vio al amigo,
y a pique en su primer impulso estuvo
de dar aquella pérfida castigo;
que, de no ser porque el furor contuvo
al verse en el fortín del enemigo,
pues no tenía ya arma en sus brazos,
la habría a mordiscos toda hecho pedazos.

53 »Cual leño en alta mar que zarandea
un viento y su contrario porfïado;
y el uno hacia adelante lo golpea,
y el otro lo devuelve al primer lado;
y luego que de un lado a otro bandea,
al fin del que es más fuerte es arrastrado;
dudando así Filandro lo que escoge,
al cabo al menor mal de dos se acoge.

54 »Mostróle la razón el riesgo grande,
más que de morir, de la vergüenza,
si el caso en el castillo al fin se expande,
después que el tiempo de la duda venza;
y así toca que aquel rigor ablande,
que de apurar el trago se convenza:
finalmente, vencido su denuedo,
más que la obstinación le pudo el miedo.

55 »Y ante un cadalso de baldón y esputo
prefirió prometer con juramento
ceder ante su antojo disoluto,
si del sitio partían al momento.
Por fuerza así tomó la impía el fruto
de aquel infame y torpe sentimiento.
Partieron, y Filandro volvió a Holanda
dejando de sí en Grecia fama infanda.

56 »Mas el amigo conservó en el pecho
que necio había muerto sin pelea,
por dar satisfacción a su despecho
a una Progne cruel, a una Medea.
Y si la fe y el juramento hecho,
no hubiesen sido freno de su idea;
ya libre, le habría dado el fin postremo;
mas, cuanto pudo más, la odió al extremo.

57 »Por nadie fue después alegre visto,
todo suspiros fueron por sus males,
siempre anduvo de sí triste y mal quisto;
y así penas a Orestes sufrió iguales
cuando a su madre asesinó y a Egisto,
desatando las furias infernales.
Tan tenazmente lo afligió aquel hecho,
que al cabo enfermo lo postró en el lecho.

58 »Al ver la meretriz cuán poco la ama
y cuán poco por ella es el deseo,
muda otra vez de amor la intensa llama
en rabia, en ira ardiente, en odio reo;
y no menos mi hermano al fin desama
que había desamado antes a Argeo;
y discurre borrar también del mundo,
como hizo ya a un marido, a este segundo.

59 »Halló, docto en engaños, un galeno
de ciencia más que apta al crimen grave,
pues más matar sabía con veneno
que dar vida al enfermo con jarabe.
Le ofrece más de aquello que aun sin freno
habría osado él pedir, para que acabe
con alguna mortífera bebida
de aquel que amó una vez la triste vida.

60 »Así en presencia mía y de otra gente
llegó con la poción el viejo injusto,
diciendo que era ella pertinente
para verlo otra vez sano y robusto.
Mudó intención Gabrina de repente,
y, antes que al triste repugnase el gusto,
por quitarse a su cómplice de encima
o no pagarle la pactada prima,

61 »la mano le paró cuando ofrecía
la copa en que iba el tósigo mezclado,
diciendo: --No te ofenda que a porfía
yo tema por aquel que he tanto amado.
Quiero certificar que en esta fría
bebida no haya humor envenenado;
de modo que has de hacer en ti la prueba
antes que Filandro un sorbo beba.--

62 »¿De qué suerte, señor, piensas que oyera
la petición el miserable viejo?
El tiempo lo apretó de tal manera
que no supo acogerse a un buen consejo:
sin demora probó la poción fiera
por que no fuera a más aquel cotejo;
y el enfermo, fiado en aquel gesto,
tomó de aquella copa todo el resto.

63 »Cual gavilán que entre las garras tiene
perdiz que devorar piensa primero,
y a ser entonces hostigado viene
del perro que creyó su compañero;
así al doctor la misma suerte aviene
hallando en vez de ayuda desafuero.
¡Oh ejemplo raro de atrevido intento!
Así suceda siempre al avariento.

64 »Dado el veneno, pues, se determina
el viejo a irse de allí en plazo breve,
pues urge administrarse medicina
antes de que el mortal efecto pruebe;
pero lo ataja en su intención Gabrina
diciendo que marchar de allí no debe,
hasta que, digerido aquel brebaje,
se vea por su efecto que trabaje.

65 »Por más que mucho ruegue o haga oferta,
no consiente Gabrina su partida;
y así, cuando ya ve la muerte cierta
y no puede escapar a su venida,
la trama a todos hace descubierta
sin que ella, desmintiéndolo, lo impida.
Al cabo, como a muchos dio la muerte,
corrió el médico aquel pareja suerte;

66 »y tras mi hermano, que ya muerto era,
al viejo abandonó el alma expedita.
Nosotros, que la historia verdadera
oímos del viejo en su postrera cuita,
prendimos a esta abominable fiera,
aún más cruel que cuanta en selva habita,
y en sitio oscuro la encerramos luego,
para arrojarla al merecido fuego.»

67 Así Hermónides dijo, y aun quería
contar el modo en que burló el castigo;
mas tanto era el dolor que padecía
que no pudo hablar más a su enemigo;
y en unas andas que la compañía
hizo de dos que se traía consigo,
tendióse, pues no había otra manera
de que el camino proseguir pudiera.

68 Dar quiso al holandés Zerbín excusa,
pues mucho se dolía de su ofensa;
mas, como en el andante orden se usa,
si no salía de ella en la defensa,
faltaba a la palabra en que reclusa
su fe quedara, cuando sin dispensa
ampararla juró pertinazmente
contra cualquiera que ofenderla intente.

69 Y, además, se ofreció a gratificarle
con cuanta otra merced esté en su mano.
Quiso el otro tan solo aconsejarle
que la dejase en término cercano,
antes de que pudiese maquinarle
daño del que después se duela en vano.
Gabrina a todo la mirada esconde,
que a caso que es verdad mal se responde.

70 Partió Zerbín de allí sin recogijo
pues debía escoltarla en su viaje,
y entre sí todo el día la maldijo
por haber hecho al holandés ultraje.
Y así, pues quien lo supo bien le dijo,
cuál era de esta pérfida el pelaje,
si antes le causaba gran mohína
ahora decidido la abomina.

71 Ella que de Zerbín el odio sabe,
y quiere ser mayor en el que vuelve,
con no menor responde amargo y grave:
cuando cuatro le da, cinco devuelve.
No más veneno dentro de ella cabe
que sube y en la cara se resuelve.
Así en esta concordia que os describo,
cruzan los dos aquel bosque nativo.

72 Casi acabando el sol ya su carrera.
oyeron golpe, estruendo y alarido;
de una batalla que, además de fiera,
vecina era, según era el sonido.
Zerbín, por conocer que cosa fuera,
corrió con rapidez hacia aquel ruido.
No fue Gabrina en ello menos lenta.
Lo que ocurrió después, después se cuenta.