Ojos de Fénix, si matadores, deseados
Indicios claros de la luz, espías
del luminoso general del cielo,
cuyo valor ardiente, cuyo celo
años le rinde y le conquista días;
apacibles tiranos, que alegrías
dais y quitáis al más cortés desvelo;
deidad tonante, que fulmina yelo
sobre el volcán de las entrañas mías;
volved a mí, volved, aunque de fiero
basilisco seáis: vuestra hermosura
más que la vida en vuestra ausencia quiero,
si ya no sube a tanto mi ventura
que os puedo -¡oh cuán difícil!- ver primero,
y es cada cual difunto y sepultura.