Oficio de José Antonio de Larrea a la Junta de Buenos Aires


Excelentísimo señor:

Don José Antonio de Larrea, teniente coronel del Regimiento Provincial Disciplinado de Caballería de la Villa de Tarija con mi más profundo respeto, ante la acreditada bondad de V.E. parezco y digo: Que por defecto del coronel de mi cuerpo el señor Marqués del Valle de Tojo, y por enfermedad de don Francisco González de Villa, teniente coronel más antiguo, me encargué de la comandancia de mi regimiento. Desempeñando este cargo con el honor debido en todas las funciones que han ocurrido en aquella frontera y tratado de paces, que se celebró con la Nación Chiriguana. Verificada la instalación de la Excelentísima Junta de Buenos Aires, hubieron ocurrencias en Tarija de las que se halla bien enterada la penetración de V.E. y en aquel triste conflicto, pudimos yo, y el alcalde de primer voto don Mariano Echazú, desenvolviendo nuestro patriotismo, reducir aquellas milicias a que en vez de seguir el partido de Potosí, que les lisonjeaba con el estímulo de las riquezas que se les puso delante, abrazasen gustosos la honrada frugalidad que se les proponía por nosotros en obsequio de nuestra justa causa.

Animados de tan noble fin, manifestándose la gente de Tarija abnegada a todas las comodidades, se abandonó a mi dirección como a su comandante accidental. Entonces aprovechando de tan feliz ocasión, condujimos las tropas en consorcio de dicho alcalde hasta Moxo, en número de seiscientos cincuenta, y tantos hombres, dispuestos a sacrificar sus vidas por la patria; la consideración de V.E. ya podrá contemplar los trabajos y fatigas que nos costaría allanar tantas dificultades y tropiezos hasta poder sacar una expedición, apurando solamente nuestros arbitrios, sin que de afuera tuviésemos auxilio alguno; pero a esfuerzos de nuestros desvelos, vimos a los de Tarija anticiparse a defender los derechos de la patria, en número suficiente, para contener los atentados de estos lugares de lo interior; que quedaron aterrados, tanto de nuestra resolución como de la prontitud de nuestra marcha, la que contuvo sus ideas de pasar adelante.

En este estado llegó el señor general don Antonio Balcarce a quien tuvimos el honor de presentarle unos soldados, en nada despreciables, y capaces de las mayores empresas, encontrándose en estas distancias, los primeros frutos del patriotismo. El señor general viéndose con tanta tropa, adicta y a sus órdenes mandó que retirándose los demás se formasen tres compañías de a cien hombres, los que se armaron con doscientos diez fusiles corrientes, propios de la sala de armas de Tarija, y de algunos vecinos; para poder pasar dicho señor a Tupiza, pidió que los tarijeños destinados a volverse a su tierra, diesen sus cabalgaduras al trozo que venía a su mando, lo que ejecutaron con el mayor contento, teniendo que cargar ellos mismos sus monturas. Puestos ya los tarijeños al mando de tan escogido jefe, el señor Balcarce, recibí la orden en Ramadas, para la reunión en Cazón a la media noche, y con la mayor prontitud ejecuté lo mandado. De manera que a las cinco de la mañana estaba mi gente dispuesta, a cuya hora caminamos, hasta llegar a aquel punto, de donde el señor general partió para el Campo de Santiago; con cuya noticia aceleré mi marcha, con el resto de mi tropa que había quedado a mis órdenes y habiendo llegado a las diez y media del día, encontramos que ya habían roto la acción, entré con mi gente de la que se dispuso para el ataque, en ocasión que ya los tarijeños que los trajo por delante el señor general al comando del capitán don Martín Güemes, y don Pedro Galup, se hallaban sosteniendo el punto por donde los enemigos desfilaban a cortarnos la retaguardia, el que lo defendieron con la mayor bizarría, frustrando el intento del ejército contrario, con lo que pudimos lograr la retirada, después de un fuego el más activo, de cuatro a cinco horas, en cuyo conflicto, no omitió diligencia la gente de Tarija, para salvar la artillería, y demás pertrechos, hasta Tupiza donde nos siguió el enemigo, y de allí, a Nazareno, y en esa noche tuvimos la satisfacción de que nos llegasen los pertrechos que tanto necesitábamos.

Al día siguiente, fue la célebre acción de Suipacha a la que se ha debido la pacificación del Virreinato entero. En ella me porté, según debía, a la cabeza de mi gente, como su comandante en jefe, cuyo mérito es notorio a todo el ejército.

De allí he venido hasta este Cuartel General de Potosí, en que me he mantenido dispuesto a obedecer en cuanto se me quiera mandar. Y habiendo sabido ahora que en la reforma hecha del ejército se ha destinado mi gente, a otros cuerpos, quedando yo por esto un comandante sin ejercicio, me ha parecido oportuno ocurrir a la bondad de V.E. haciéndole presente, que en todo lo que llevo referido, y que es constante, no he hecho sino cumplir con los deberes de buen ciudadano, cual ha sido el único objeto de mis operaciones, quedándome la satisfacción de haber sido útil a la patria, en ocasión que han necesitado de mis servicios. Con lo que no siendo ya necesaria mi persona, espero se me den los documentos correspondientes para mi regreso; a continuación de este escrito, que se me devolverá original.

A VE. pido y suplico, así lo provea, y mande que será justicia que pido etc.

- José Antonio de Larrea.