Odios Viles
de Práxedis G. Guerrero

Las olas del mar se encrespan para besar las furias de los protervos; burbujean para escupir lo que está por cima de sus bajezas.

La conciencia de los déspotas, sucia charca, remeda pobremente las turbulencias del océano.

Las ondas amargas y profundas del líquido abismo abren inmensa tumba a los hombres y a las naves, sus endebles juguetes. El revuelto cieno de las almas viles de tiranos quiere convertir su seno en estrecho sepulcro para lo que es tan grande como el infinito, el pensamiento libre, el verbo rebelde, la verdad, la justicia, la libertad; pero lo mezquino, lo ruín, lo infame, no tendrá nunca magnitudes de vorágine.

El hervor del pantano no usurpará el vértigo del torbellino.

El miasma que emponzoña no será nunca la nube incubadora de centellas.

Díaz y sus hermanos de crímenes, aunque sientan cóleras de infierno, serán siempre charcas y sólo producirán burbujas.

Las víboras, aunque escalen las montañas, siempre se arrastran para llegar a quienes piensan morder.

Díaz y sus cómplices, en la cumbre de su poder omnímodo, no caminan más alto que los demás reptiles. Jamás como el águila, caerán de lo alto sobre el enemigo: siempre escondidos en espeso matorral, esperan un pie desnudo para morderle, espían el sueño de la víctima para enredársele al cuello. Odios viles fermentan en sus malvados pechos.

Odios viles nos combaten.

Estamos, no en el cubil del tigre, sino en el nidal del crótalo. Luchar con tigres sería hermoso. Machacar serpientes es repugnante.

El vaho de los pantanos ambiciona llegar a nuestros pulmones. Los anillos del oxímaco sueñan con nuestra garganta.

Los odios viles se deslizan en torno de nuestra puerta.

Práxedis G. Guerrero

Revolución, N° 29 del 25 de Enero de 1908.