Odas (Horacio) Libro 1, selección
I
Maecenas atavis edite regibus,
o et praesidium et dulce decus meum,
sunt quos curriculo pulverem Olympicum
collegisse iuvat metaque fervidis
evitata rotis palmaque nobilis
terrarum dominos evehit ad deos;
hunc, si mobilium turba Quiritium
certat tergeminis tollere honoribus;
illum, si proprio condidit horreo
quicquid de Libycis verritur areis.
¡Mecenas, descendiente de regios antepasados,
oh tú, defensa y dulce ornamento mío!:
hay a quienes les complace haber reunido el polvo de Olimpia en su carrera,
y la meta evitada por las ruedas candentes, así como la palma insigne,
los alza hasta los dioses, señores de las tierras.
A éste le complace, si la muchedumbre de inconstantes ciudadanos
pugna por ensalzarlo con las tres más altas dignidades;
a aquél, si en su propio granero ha encerrado
todo lo que es barrido de las eras de Libia.
Gaudentem patrios findere sarculo
agros Attalicis condicionibus
numquam demoveas, ut trabe Cypria
Myrtoum pavidus nauta secet mare.
Luctantem Icariis fluctibus Africum
mercator metuens otium et oppidi
laudat rura sui; mox reficit rates
quassas, indocilis pauperiem pati.
Est qui nec veteris pocula Massici
nec partem solido demere de die
spernit, nunc viridi membra sub arbuto
stratus, nunc ad aquae lene caput sacrae.
Si uno goza en hender con el azadón los campos de su padre,
nunca lo vas a apartar con las disposiciones de Átalo para que en nave chipriota,
cual temeroso marinero, corte el mar de Mirto.
El mercader, cuando teme al ábrego que lucha con las olas de Icaria,
alaba el ocio y las campiñas de su ciudad; aunque luego repara las naves
rotas, incapaz de soportar la pobreza.
Hay quien no rechaza ni unas copas de añejo Másico
ni pasarse parte de un día entero,
ya sea con sus miembros tendidos bajo un verde medroño,
ya sea junto a un apacible manantial de agua sagrada.
Multos castra iuvant et lituo tubae
permixtus sonitus bellaque matribus
detestata. Manet sub Iove frigido
venator tenerae coniugis inmemor,
seu visa est catulis cerva fidelibus,
seu rupit teretis Marsus aper plagas.
Me doctarum hederae praemia frontium
dis miscent superis, me gelidum nemus
Nympharumque leves cum Satyris chori
secernunt populo, si neque tibias
Euterpe cohibet nec Polyhymnia
Lesboum refugit tendere barbiton.
Quod si me lyricis vatibus inseres,
sublimi feriam sidera vertice.
A muchos les complace el campamento, y el sonido de la trompeta mezclado con el del clarín,
y las guerras, que las madres detestan. Permanece, bajo el frío provocado por Júpiter,
el cazador, sin acordarse de su dulce esposa;
ya sea porque sus fieles perros han avistado una cierva,
ya sea porque un jabalí marso ha roto las delicadas redes.
La yedra, premio de frentes cultivadas, me une a los dioses de arriba;
el gélido bosque y los coros ligeros de las Ninfas con los Sátiros me
separan del pueblo, siempre que Euterpe no guarde sus flautas
y Polihimnia no evite tocar la lira de Lesbos.
Porque si tú me cuentas en el número de los poetas líricos,
tocaré las estrellas con mi cabeza enaltecida.
II
Iam satis terris nivis atque dirae
grandinis misit Pater et rubente
dextera sacras iaculatus arces
terruit Urbem,
terruit gentis, grave ne rediret
saeculum Pyrrhae nova monstra questae,
omne cum Proteus pecus egit altos
visere montis,
piscium et summa genus haesit ulmo,
nota quae sedes fuerat columbis,
et superiecto pavidae natarunt
aequore dammae.
Ya a las tierras bastante de nieve y de aciago
granizo ha enviado el Padre y,
al disparar con su rojiza diestra contra las fortalezas sagradas,
ha aterrado a la ciudad de Roma,
ha aterrado a los pueblos de que volviera el funesto
siglo de Pirra, la que se quejó de nuevos prodigios,
cuando Proteo condujo todo su rebaño a contemplar los altos montes,
y cuando el linaje de los peces quedó colgado en la copa de un olmo
-la que había sido morada habitual para las palomas-,
y las temerosas gacelas nadaron en un mar desbordado.
Vidimus flavom Tiberim retortis
litore Etrusco violenter undis
ire deiectum monumenta regis
templaque Vestae,
Iliae dum se nimium querenti
iactat ultorem, vagus et sinistra
labitur ripa Iove non probante
uxorius amnis.
Audiet civis acuisse ferrum,
quo graves Persae melius perirent,
audiet pugnas vitio parentum
rara iuventus.
Hemos visto al rubio Tíber
desde la costa etrusca, con sus aguas revueltas,
ir impetuosamente en precipitación contra el monumento del rey
y el templo de Vesta,
mientras se jacta de ser el vengador a Ilia, que se queja en demasía;
y el río, errante, rendido a su esposa, no con la aprobación de Júpiter,
se desliza por la ribera izquierda.
La juventud, poco numerosa,
oirá que los conciudadanos han afilado un hierro
con el que más fácilmente perecerían los temibles persas;
tendrá noticia de batallas por culpa de sus padres.
Quem vocet divum populus ruentis
imperi rebus? Prece qua fatigent
virgines sanctae minus audientem
carmina Vestam?
Cui dabit partis scelus expiandi
Iuppiter? Tandem venias precamur,
nube candentis umeros amictus,
augur Apollo,
sive tu mavis, Erycina ridens,
quam Iocus circumvolat et Cupido,
sive neglectum genus et nepotes
respicis, auctor,
heu nimis longo satiate ludo,
quem iuvat clamor galeaeque leves,
acer et Mauri peditis cruentum
voltus in hostem,
sive mutata iuvenem figura
ales in terris imitaris, almae
filius Maiae, patiens vocari
Caesaris ultor.
¿A quién de los dioses llamaría el pueblo
con el pretexto de que el imperio se desmorona?
¿Con qué plegaria atormentarían
las sagradas vírgenes a Vesta, que se hace sorda a sus cantos?
¿A quién dará Júpiter el cometido de expiar el crimen?
Finalmente rogamos que vengas,
augur Apolo,
cubriendo con una nube tus hombros resplandecientes;
o tú, si lo prefieres, sonriente diosa del monte Érix,
en torno a la cual vuelan el Juego y el Amor;
o tú, nuestro creador,
si es que vuelves a mirar a tu no apreciado linaje y a tus descendientes,
con demasiada saciedad, ¡ay!, de los continuos juegos,
a quien le complace el clamor, los pulidos cascos
y la mirada penetrante del soldado de Mauritania
contra el enemigo ensangrentado;
o tú, alado hijo de la nutricia Maya,
si es que, tras cambiar tu figura, imitas a la de un joven en la tierra,
tolerando que te llamen
vengador de César.
Serus in caelum redeas diuque
laetus intersis populo Quirini,
neve te nostris vitiis iniquum
ocior aura
tollat; hic magnos potius triumphos,
hic ames dici pater atque princeps,
neu sinas Medos equitare inultos
te duce, Caesar.
¡Ojalá que sea tarde cuando vuelvas al cielo y
alegre estés largo tiempo con el pueblo de Quirino!
¡Ojalá que no te eleve una brisa demasiado rápida a ti,
molesto por nuestros vicios no limpios!
¡Ojalá que aquí disfrutes mejor de tus grandes triunfos!
¡Ojalá que aquí ames que te digan padre y príncipe!
¡Y no permitas, César, que los medos cabalguen impunes,
siendo tú el caudillo!
III
Sic te diva potens Cypri,
sic fratres Helenae, lucida sidera,
ventorumque regat pater
obstrictis aliis praeter Iapyga,
navis, quae tibi creditum
debes Vergilium; finibus Atticis
reddas incolumem precor
et serves animae dimidium meae.
¡Ojalá la diosa soberana de Chipre,
ojalá los hermanos de Helena, refulgentes estrellas,
y el padre de los vientos,
después de sujetar a los otros excepto al Yápige,
te guíen,
oh nave, que nos debes a Virgilio,
a ti confiado!
¡Suplico que lo entregues sano y salvo a las costas del Ática,
y le guardes la mitad de mi alma!
Illi robur et aes triplex
circa pectus erat, qui fragilem truci
commisit pelago ratem
primus, nec timuit praecipitem Africum
decertantem Aquilonibus
nec tristis Hyadas nec rabiem Noti,
quo non arbiter Hadriae
maior, tollere seu ponere volt freta.
Madera de roble y triple lámina de bronce
en torno al corazón tenía aquel hombre,
quien fue el primero que unió una barquita frágil al salvaje piélago,
y no temió al ábrego arrollador
que rivaliza con los aquilones,
ni a las funestas Híadas ni a la furia del Noto;
no existe mayor soberano del Adriático que el cual,
ya si quiere elevar o ajustar las olas.
Quem mortis timuit gradum
qui siccis oculis monstra natantia,
qui vidit mare turbidum et
infamis scopulos Acroceraunia?
Nequicquam deus abscidit
prudens Oceano dissociabili
terras, si tamen impiae
non tangenda rates transiliunt vada.
¿Qué clase de muerte temió
el que vio con ojos sin lágrimas monstruos nadadores,
el que vio el mar turbulento y
los montes Acroceraunios, escollos tristemente célebres?
En vano la divinidad providente separó
del incompatible Océano las tierras,
si, a pesar de todo, barcas impías
saltan por encima de las olas que no deben tocar.
Audax omnia perpeti
gens humana ruit per vetitum nefas;
audax Iapeti genus
ignem fraude mala gentibus intulit;
post ignem aetheria domo
subductum macies et nova febrium
terris incubuit cohors
semotique prius tarda necessitas
leti corripuit gradum.
La raza humana, audaz para desafiar todo,
se precipita por lo prohibido, por lo que es contrario a la voluntad divina.
Audaz es el vástago de Jápeto,
que, por medio de una maliciosa astucia, llevó el fuego a los mortales.
Después de substraer el fuego de la mansión etérea,
la penuria y una nueva multitud de dolencias
se echó sobre las tierras,
y el destino, antes tardío, de una muerte relegada
apresuró su paso.
Expertus vacuum Daedalus aera
pennis non homini datis;
perrupit Acheronta Herculeus labor.
Nil mortalibus ardui est;
caelum ipsum petimus stultitia neque
per nostrum patimur scelus
iracunda Iovem ponere fulmina.
Dédalo puso a prueba el aire libre
con alas no dadas al hombre.
Se abrió paso a través del Aqueronte el esfuerzo de Hércules.
Para los mortales no existe nada difícil;
en nuestra estulticia intentamos llegar al mismísimo cielo,
y por nuestro crimen no permitimos
que Júpiter deje sus iracundos rayos.
IV
Soluitur acris hiems grata vice veris et Favoni
trahuntque siccas machinae carinas,
ac neque iam stabulis gaudet pecus aut arator igni
nec prata canis albicant pruinis.
La agradable vuelta de la primavera y del céfiro hace desvanecer al riguroso invierno;
las máquinas arrastran las quillas secas;
y el ganado ya no goza en los establos, ni el labrador en el amor,
ni los prados blanquean con escarchas de nieve.
Iam Cytherea choros ducit Venus imminente luna
iunctaeque Nymphis Gratiae decentes
alterno terram quatiunt pede, dum gravis Cyclopum
Volcanus ardens visit officinas.
Ya la Citerea Venus guía los coros a la luz de la luna
y las hermosas Gracias, unidas a las Ninfas,
agitan alternativamente la tierra con su pie;
en tanto, el ardiente Vulcano examina las fábricas laboriosas de los Cíclopes.
Nunc decet aut viridi nitidum caput impedire myrto
aut flore, terrae quem ferunt solutae;
nunc et in umbrosis Fauno decet immolare lucis,
seu poscat agna sive malit haedo.
Ahora es apropiado coronar la cabeza esplendente con verde mirto
o con la flor que producen las tierras poco compactas;
ahora también conviene hacer sacrificios para Fauno en los bosques umbríos,
ya reclame de cordera o prefiera de cabrito.
Pallida Mors aequo pulsat pede pauperum tabernas
regumque turris. O beate Sesti,
vitae summa brevis spem nos vetat inchoare longam.
La pálida Muerte golpea con igual pie las cabañas de los pobres
y las torres de los reyes. ¡Oh Sestio afortunado!
La breve suma de la vida nos impide iniciar una larga esperanza.
Iam te premet nox fabulaeque Manes
et domus exilis Plutonia, quo simul mearis,
nec regna vini sortiere talis
nec tenerum Lycidan mirabere, quo calet iuventus
nunc omnis et mox virgines tepebunt.
En seguida la noche, los Manes de la leyenda
y la pequeña morada de Plutón te oprimirán;
en cuanto hayas partido hacia allí,
no sortearás con los dados la realeza en el vino,
ni admirarás al tierno Lícidas, por quien la juventud
toda está enardecida hoy y de quien las muchachas estarán enamoradas mañana.
V
Quis multa gracilis te puer in rosa
perfusus liquidis urget odoribus
grato, Pyrrha, sub antro?
cui flavam religas comam,
simplex munditiis? Heu quotiens fidem
mutatosque deos flebit et aspera
nigris aequora ventis
emirabitur insolens,
qui nunc te fruitur credulus aurea,
qui semper vacuam, semper amabilem
sperat, nescius aurae
fallacis. Miseri, quibus
intemptata nites. Me tabula sacer
votiva paries indicat uvida
suspendisse potenti
vestimenta maris deo.
¿Qué esbelto muchacho en gran cantidad de rosas,
inundado de líquidos perfumes, te abruma,
Pirra, bajo una grata gruta?
¿Para quién te sueltas la rubia cabellera,
sencilla en tus ornatos? ¡Ay!, ¡cuántas veces
llorará la lealtad y la transfiguración de los dioses y,
no acostumbrado a ello, mirará con gran asombro
los mares encrespados por negros vientos,
él, que disfruta crédulo ahora de tu momento dorado,
que espera que estés disponible siempre, amable siempre,
sin ser consciente de la brisa falaz!
¡Desgraciados aquéllos para quienes
resplandeces sin que te hayan conocido!
En cuanto a mí, la pared del templo revela en una tabla votiva
que he ofrecido mis vestiduras mojadas
al poderoso dios del mar.
VI
Scriberis Vario fortis et hostium
uictor, Maeonii carminis alite,
quam rem cumque ferox nauibus aut equis
miles te duce gesserit.
Vario, águila del canto meonio,
pondrá por escrito que eres valiente y vencedor de los enemigos,
cualquiera que sea la hazaña que en las naves o con los caballos
haya llevado a cabo el audaz soldado, bajo tu dirección.
Nos, Agrippa, neque haec dicere nec gravem
Pelidae stomachum cedere nescii,
nec cursus duplicis per mare Vlixei
nec saevam Pelopis domum
conamur, tenues grandia, dum pudor
inbellisque lyrae Musa potens vetat
laudes egregii Caesaris et tuas
culpa deterere ingeni.
Nosotros, en cambio, Agripa, no intentamos cantar estos temas ni
la cólera funesta del Pelida, que no sabe qué es doblegarse,
ni los viajes por mar del astuto Ulises,
ni la casa sangrienta de Pélope;
porque somos bajos de condición a tan sublimes argumentos,
en tanto que la Vergüenza y la Musa, dueña de la pacífica lira,
nos prohíben desgastar las glorias del egregio César y las tuyas
por nuestra falta de ingenio.
Quis Martem tunica tectum adamantina
digne scripserit aut pulvere Troico
nigrum Merionen aut ope Palladis
Tydiden superis parem?
Nos convivia, nos proelia virginum
sectis in iuvenes unguibus acrium
cantamus, vacui sive quid urimur
non praeter solitum leves.
¿Quién habrá escrito dignamente acerca de Marte, cubierto con túnica de acero,
o de Meríones, ennegrecido por el polvo de Troya,
o del Tidida, igualado a los dioses excelsos
con ayuda de Palas?
Nosotros, banquetes; nosotros, reyertas de doncellas
irritadas contra los jóvenes, que usan como arma sus uñas cortadas:
esto es lo que cantamos cuando estamos libres de amor, o cuando alguna pasión nos abrasa,
frívolos como de costumbre.
VII
Laudabunt alii claram Rhodon aut Mytilenen
aut Ephesum bimarisve Corinthi
moenia vel Baccho Thebas vel Apolline Delphos
insignis aut Thessala Tempe;
sunt quibus unum opus est intactae Palladis urbem
carmine perpetuo celebrare et
undique decerptam fronti praeponere olivam;
plurimus in Iunonis honorem
aptum dicet equis Argos ditesque Mycenas:
Otros alabarán la esclarecida Rodas, Mitilene,
Éfeso o las murallas de Corinto, la de dos mares;
Tebas, célebre por Baco; o Delfos y el tesalio valle del Tempe,
célebre por Apolo.
Hay quienes tienen como única tarea celebrar en un poema interminable
la ciudad de la casta Palas,
y mostrar en su frente la oliva, recogida de todas partes.
La mayoría cantará, en alabanza de Juno,
a Argos, rica en caballos, y a la opulenta Micenas.
me nec tam patiens Lacedaemon
nec tam Larisae percussit campus opimae
quam domus Albuneae resonantis
et praeceps Anio ac Tiburni lucus et uda
mobilibus pomaria riuis.
A mí, sin embargo, no tanto me ha conmovido la austera Lacedemonia
ni tanto la llanura de la opulenta Larisa,
como la morada de la resonante Albúnea
y el Anio, que se precipita en cascadas, y el bosque sagrado de Tiburno
y sus vergeles, regados por sinuosos riachuelos.
Albus ut obscuro deterget nubila caelo
saepe Notus neque parturit imbris
perpetuo, sic tu sapiens finire memento
tristitiam vitaeque labores
molli, Plance, mero, seu te fulgentia signis
castra tenent seu densa tenebit
Tiburis umbra tui. Teucer Salamina patremque
cum fugeret, tamen uda Lyaeo
tempora populea fertur uinxisse corona,
sic tristis affatus amicos:
Igual que el transparente Noto disipa con frecuencia las nubes en el oscuro cielo
y no produce lluvias continuamente,
así tú, mostrándote prudente, recuerda poner fin
a la tristeza y a las fatigas de la vida
con el vino puro y suave, Planco,
ya si te retiene el campamento que brilla con las enseñas
o si la espesa sombra de tu querido Tíbur te va a cobijar.
Teucro, aunque huía de Salamina y de su padre,
cuentan que, no obstante, ciñó sus sienes, cargadas de vino,
con una corona de álamo,
hablando así a sus afligidos amigos:
'Quo nos cumque feret melior fortuna parente,
ibimus, o socii comitesque.
Nil desperandum Teucro duce et auspice Teucro:
certus enim promisit Apollo
ambiguam tellure nova Salamina futuram.
O fortes peioraque passi
mecum saepe viri, nunc vino pellite curas;
cras ingens iterabimus aequor.'
<<Iremos adonde quiera que la fortuna, menos rigurosa que mi padre, nos lleve,
oh camaradas y compañeros.
Nada hay por lo que desesperar si Teucro es el caudillo y el augur;
porque Apolo, que conoce sin error el destino de Teucro, nos ha prometido
que existirá otra Salamina en una tierra nueva.
¡Oh vosotros, héroes valientes y sufridores muchas veces junto a mí de los peores trances!,
alejad ahora con vino vuestras inquietudes;
mañana volveremos a surcar el vasto mar>>.
VIII
Lydia, dic, per omnis
te deos oro, Sybarin cur properes amando
perdere, cur apricum
oderit Campum, patiens pulveris atque solis,
cur neque militaris
inter aequalis equitet, Gallica nec lupatis
temperet ora frenis.
Lidia, por todos los dioses, dime sinceramente:
¿por qué tanta prisa en perder a Síbaris con tu amor?,
¿por qué él, capaz de soportar el polvo y la plena luz del sol,
odia el soleado Campo de Marte?
¿Por qué no cabalga entre sus camaradas de milicia
y no modera las bocas de los caballos gálicos con frenos dentados?
Cur timet flavum Tiberim tangere? Cur olivum
sanguine viperino
cautius vitat neque iam livida gestat armis
bracchia, saepe disco
saepe trans finem iaculo nobilis expedito?
quid latet, ut marinae
filium dicunt Thetidis sub lacrimosa Troia
funera, ne virilis
cultus in caedem et Lycias proriperet catervas?
¿Por qué teme tocar el rubio Tíber?
¿Por qué evita más cautelosamente el aceite que la sangre de víbora
y no presenta ya amoratados los brazos de llevar las armas,
él, que era conocido por lanzar a menudo el disco,
a menudo la jabalina, más allá del límite fijado?
¿Por qué se esconde,
como dicen que estuvo el hijo de la marina Tetis
para protegerse de las matanzas lacrimosas al pie de Troya,
con miedo de que su atuendo varonil
lo arrastrara a la muerte y a los batallones licios?
IX
Vides ut alta stet nive candidum
Soracte nec iam sustineant onus
silvae laborantes geluque
flumina constiterint acuto?
Dissolve frigus ligna super foco
large reponens atque benignius
deprome quadrimum Sabina,
o Thaliarche, merum diota.
¿Ves cómo el Soracte se yergue blanco brillante por una profunda capa de nieve,
y no pueden ya los bosques sostener la carga que les fatiga,
y los ríos se han detenido por efecto del hielo penetrante?
Deshazte del frío volviendo a poner leños en abundancia sobre el fuego
y saca, Taliarco, más benignamente aún,
un vino puro de cuatro años de un ánfora sabina de dos asas.
Permitte divis cetera, qui simul
strauere ventos aequore fervido
deproeliantis, nec cupressi
nec veteres agitantur orni.
Quid sit futurum cras, fuge quaerere, et
quem fors dierum cumque dabit, lucro
adpone nec dulcis amores
sperne, puer, neque tu choreas,
donec virenti canities abest
morosa. Nunc et Campus et areae
lenesque sub noctem susurri
composita repetantur hora,
nunc et latentis proditor intumo
gratus puellae risus ab angulo
pignusque dereptum lacertis
aut digito male pertinaci.
Confía el resto a los dioses; tan pronto como ellos
han calmado los vientos que combatían sobre la encrespada superficie del mar,
dejan de agitarse los cipreses y los vetustos olmos.
Huye de preguntar qué va a suceder mañana,
y sírvete de la ganancia del momento presente,
cualquiera que sea, que la Fortuna te dé;
no desdeñes, tú que eres joven, los dulces amores ni las danzas,
en tanto que la desapacible vejez se mantiene lejos de tu vigor.
Ahora deberías intentar llegar de nuevo, a la hora concertada,
al Campo de Marte y a las plazas públicas,
y buscar dulces susurros hacia el anochecer;
ahora, la placentera y reveladora risa de tu amada,
que un recóndito rincón oculta,
y la prenda de tu amor, arrancada a sus brazos
o a su dedo poco firme.
X
Mercuri, facunde nepos Atlantis,
qui feros cultus hominum recentum
voce formasti catus et decorae
more palaestrae,
te canam, magni Iovis et deorum
nuntium curvaeque lyrae parentem,
callidum quicquid placuit iocoso
condere furto.
Mercurio, elocuente nieto de Atlas,
que, astuto, modelaste los hábitos salvajes de los hombres, de época reciente,
con la voz y el ejercicio de la decorosa palestra,
a ti te cantaré;
mensajero del gran Júpiter y de los dioses,
y padre de la curvada lira,
hábil para ocultar con gracioso hurto cualquier cosa que te haya causado placer.
Te, boves olim nisi reddidisses
per dolum amotas, puerum minaci
voce dum terret, viduus pharetra
risit Apollo.
Quin et Atridas duce te superbos
Ilio dives Priamus relicto
Thessalosque ignis et iniqua Troiae
castra fefellit.
Tu pias laetis animas reponis
sedibus virgaque levem coerces
aurea turbam, superis deorum
gratus et imis.
Tú, niño aún, hiciste reír a Apolo que,
mientras te aterrorizaba con voz amenazadora
si no le devolvías las vacas que le habías robado arteramente en otro tiempo,
estuvo desprovisto de su aljaba.
Y lo que es más, bajo tu dirección,
el opulento Príamo, tras dejar Ilión,
engañó a los orgullosos Atridas,
a los fuegos tesalios y al campamento enemigo de Troya.
Tú llevas de regreso las almas pías a sus espléndidas mansiones
y con tu caduceo dorado reprimes la ingrávida caterva,
siendo grato a los dioses de arriba y a los del abismo.
XI
Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Ut melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, vina liques et spatio brevi
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
Tú no preguntes -¡pecado saberlo!- qué fin a mí, cuál a ti
habrán dado los dioses, Leucónoe, ni examines las cartas astrales babilonias.
¡Qué mejor que sufrir todo aquello que vaya a suceder,
ya si más tempestades nos ha concedido Júpiter o si es la última ésta
que ahora debilita al mar Tirreno exponiéndolo a las rocas agujereadas!
Sé prudente, filtra diferentes clases de vino y, al ser breve la vida,
corta la larga esperanza. Mientras estamos hablando, habrá escapado envidioso
el tiempo: aprovecha el momento presente, siendo lo menos crédula posible al que sigue.
XIII
Cum tu, Lydia, Telephi
cervicem roseam, cerea Telephi
laudas bracchia, vae, meum
fervens difficili bile tumet iecur.
Tunc nec mens mihi nec color
certa sede manet, umor et in genas
furtim labitur, arguens
quam lentis penitus macerer ignibus.
Cuando tú, Lidia, alabas el rosado cuello de Télefo,
y de Télefo sus brazos de color de cera,
mi hígado, ¡ay!, se hincha ardiente de intratable bilis.
Entonces ni la razón que hay dentro de mí ni la apariencia
permanecen en su habitual sede,
y las lágrimas se deslizan furtivamente por mis mejillas,
denotando cómo me consumen hasta lo más hondo los lentos fuegos.
Uror, seu tibi candidos
turparunt umeros inmodicae mero
rixae, sive puer furens
inpressit memorem dente labris notam.
Non, si me satis audias,
speres perpetuum dulcia barbare
laedentem oscula, quae Venus
quinta parte sui nectaris imbuit.
Felices ter et amplius
quos inrupta tenet copula nec malis
divolsus querimoniis
suprema citius solvet amor die.
Me abraso, ya si las disputas desmesuradas por efecto del vino puro
te desfiguraron los blancos hombros,
ya si un joven delirante
esculpió con diente sobre tus labios una marca que lo hace recordar.
No esperes -si aún me prestas oídos-
que vaya a ser eterno aquél que hiere bárbaramente esa dulce boquita tuya,
que Venus impregnó con la quinta esencia de su néctar.
¡Oh, una y mil veces dichosos
aquéllos a quienes les posee una no rota unión,
y su amor, sin que las maliciosas querellas lo hayan quebrantado,
no los desatará antes del último momento!
XIV
O navis, referent in mare te novi
fluctus. O quid agis? Fortiter occupa
portum. Nonne vides ut
nudum remigio latus,
et malus celeri saucius Africo
antemnaque gemant ac sine funibus
vix durare carinae
possint imperiosius
aequor? Non tibi sunt integra lintea,
non di, quos iterum pressa voces malo.
Quamvis Pontica pinus,
silvae filia nobilis,
iactes et genus et nomen inutile:
nil pictis timidus navita puppibus
fidit. Tu, nisi ventis
debes ludibrium, cave.
Nuper sollicitum quae mihi taedium,
nunc desiderium curaque non levis,
interfusa nitentis
vites aequora Cycladas.
¡Oh nave, nuevos oleajes te arrastrarán al mar!
¡Oh!, ¿qué haces? ¡Ánclate firmemente en el puerto!
¿Acaso no ves que tu flanco desnudo está de remos,
que gemirían el mástil, herido por el veloz ábrego,
y las antenas; y que sin cuerdas
apenas podrían las quillas oponer resistencia
a un mar más impetuoso?
Tus velas intactas no están,
ni tienes dioses a los que invocar,
cuando por segunda vez la desgracia hundido te haya.
Aunque te jactes de ser un pino del Ponto,
hijo del ilustre bosque,
y hagas ostentación de tu linaje y de tu nombre sin provecho,
nada de confianza pone el medroso marinero en tu adornada popa.
¡Ten cuidado, si no quieres convertirte en un juguete para los vientos!
¡Ojalá evites las aguas que fluyen entre las brillantes Cícladas,
tú, la que hace poco eras para mí hastío molesto,
ahora anhelo y preocupación no pequeña!
XV
Pastor cum traheret per freta navibus
Idaeis Helenen perfidus hospitam,
ingrato celeris obruit otio
ventos ut caneret fera
Nereus fata: 'Mala ducis avi domum
quam multo repetet Graecia milite,
coniurata tuas rumpere nuptias
et regnum Priami vetus.
Al arrastrar el pérfido pastor a través de los mares
en sus naves del Ida a la extranjera Helena,
Nereo sumergió los acelerados vientos en desapacible sosiego
para profetizar unos destinos desastrosos:
<<Bajo funesto augurio conduces a tu palacio a ésa,
a la que Grecia reclamará con multitud de soldados,
tras haberse conjurado para romper tus nupcias
y el antiguo reino de Príamo.
Heu, heu, quantus equis, quantus adest viris
sudor! Quanta moves funera Dardanae
genti! Iam galeam Pallas et aegida
currusque et rabiem parat.
Nequicquam Veneris praesidio ferox
pectes caesariem grataque feminis
inbelli cithara carmina divides;
nequicquam thalamo gravis
hastas et calami spicula Cnosii
vitabis strepitumque et celerem sequi
Aiacem: tamen, heu serus, adulteros
crines pulvere collines.
>>¡Ay!, ¡ay!, ¡cuánta fatiga les espera a los caballos,
cuánta sangre a los hombres!,
¡cuántas muertes violentas provocas para la nación dárdana!
Ya Palas prepara su yelmo y su égida,
sus carros y su furor.
>>En vano, con protección de Venus,
peinarás orgulloso tu cabellera,
y con cítara ajena a la guerra modularás las canciones
de que gustan las mujeres;
en vano evitarás en el tálamo las pesadas lanzas
y las flechas hechas de caña de Cnosos, el estrépito,
y a Áyax, veloz en la persecución;
a pesar de todo, ¡ay!, mancharás duradero tu adúltero
atavío con el polvo.
Non Laertiaden, exitium tuae
gentis, non Pylium Nestora respicis?
Urgent inpavidi te Salaminius
Teucer, te Sthenelus sciens
pugnae, sive opus est imperitare equis,
non auriga piger; Merionen quoque
nosces. Ecce furit te reperire atrox
Tydides melior patre,
quem tu, cervus uti vallis in altera
visum parte lupum graminis inmemor,
sublimi fugies mollis anhelitu,
non hoc pollicitus tuae.
Iracunda diem proferet Ilio
matronisque Phrygum classis Achillei;
post certas hiemes uret Achaicus
ignis Iliacas domos.'
>>¿No tomas en consideración al hijo de Laertes, ruina de tu linaje?
¿No piensas en Néstor de Pilos?
Te acosan impávidos Teucro de Salamina y Esténelo,
instruido en la batalla y auriga belicoso
si es necesario ejercer el mando sobre los caballos.
Conocerás también a Meríones.
He aquí al implacable hijo de Tideo, más ilustre que su padre,
que está loco por encontrarte;
ante quien tú, como un ciervo,
olvidándose del pasto al ver un lobo en la otra parte del valle,
escaparás cobarde con respiración más que jadeante
y sin cumplir las promesas que a tu dueña habías hecho.
>>La encolerizada flota de Aquiles aplazará su día a Troya
y a las matronas de los frigios;
mas, después de contados inviernos,
el fuego aqueo abrasará las mansiones ilíacas>>.
(Página en construcción)