Oda a Lícoris
Después de un año entero
Venus ¡ay! no te cansas de abrasarme,
ni tú, Cupido fiero,
con inmortal dolor de atormentarme,
aunque en llanto sumido,
y de pena me tengas consumido.
El congreso sagrado
que en Francia destruyó la tiranía
por otros sea loado,
y del brazo francés la valentía,
que hiende en un instante
del despotismo el muro de diamante.
El pueblo su voz santa
alza, que libertad al aire suena;
el opresor se espanta,
y la copa del duelo bebe llena
que en crueza ceñido
ya hizo apurar al pobre desvalido.
¿Quién podrá dignamente
cantar los manes de Rousseau, clamando
libertad a la gente,
del tirano el alcázar derrocando,
la soberbia humillada,
y la santa virtud al trono alzada?
Que yo en amor ardiendo
sólo a Lícoris canto noche y día,
Lícoris repitiendo
por la montaña y por la selva umbría,
la cítara tocando,
y de mis ansias el ardor templando.
Los besos amorosos
que cogí de su boca regalada,
más dulces, más sabrosos
que la ambrósia por Hebe derramada;
su blanda resistencia
que grata convidaba a más licencia.
Y mis glorias pasadas
canto por siempre ¡ay! ya desparecidas,
tan por mi mal halladas
y cual tenue vapor desvanecidas.
¡Oh tiempo, cuál volaste,
y en qué dolor sumido me dejaste!