Nuestros hijos: 14


Escena XIV editar

ENRIQUE. -¿Me llamabas?

MECHA. -Sí.

ENRIQUE. -Espero que no tendremos la función de costumbre.

MECHA. -Yo también lo espero. ¿Estás resuelto a irte?

ENRIQUE. -Sí.

MECHA. -¿A consumar la gran canallada?...

ENRIQUE. -Nuestra situación está desde hace tiempo perfectamente definida, de modo que las escenas a estas alturas, sobran.

MECHA. -Oyeme esta última súplica que no va dirigida a tu caballerosidad, porque no la tienes, sino a lo poco que te resta de hombría de bien. Cásate conmigo. Ahorrémosle a mi familia la vergüenza que le espera, y yo te prometo no hacer uso jamás de mis derechos de esposa, no intervenir en tu vida, separarme en el acto de ti.

ENRIQUE. -¿Y yo qué gano con eso? Mira. Si estás tan en peligro, lo más que puedo ofrecerte es que te vengas conmigo a Europa.

MECHA. -Ya no te quiero. Si te quisiera te seguiría al fin del mundo aunque te supiera capaz de la ignominia de lanzarme a la vida del arroyo, que no otra cosa harías conmigo.

ENRIQUE. -La verdad es que con tan buenos sentimientos a mi respecto, no resulta muy explicable la insistencia en que nos casemos.

MECHA. -Te repito que por la tranquilidad de los míos, me resignaría al sacrificio de esta unión nauseante.

ENRIQUE. -Yo te advertí...

MECHA. -Cállate. No era por salvarme que me inducías al crimen. Era por salvarte tú, tú, tú... Porque eres cobarde y vil. Lo has improvisado en complicidad con tu respetable familia.

ENRIQUE. -(Severo.) ¡Mercedes!

MECHA. -Si, tus cómplices, tus cómplices: Y todavía soy suave. Hay palabras más aplicables al caso... ¡Más justas!...

ENRIQUE. -¡Mercedes!... ¡Mercedes!...

MECHA. -Basta. Quiero tu última palabra.

ENRIQUE. -La he dicho.

MECHA. -Bien. ¡Fuera de acá!

ENRIQUE. -(Se encamina a la escalera.)

MECHA. -No. ¡Fuera de esta casa!... ¡A Europa! Huye hoy mismo, ¡cobarde! Huye. Dentro de un instante, todos van a conocer mi vergüenza y tu infamia! ¡Huye! ¡Cobarde!... ¡Vil! ¡Vil! ¡Vil!... (Después que Enrique ha salido, arrebatada, busca algo que no encuentra en los muebles, y con un gesto de suprema desesperación se lanza a la escalera. A los dos o tres escalones se detiene, vacila y cae.)