No hay burlas con el amorNo hay burlas con el amorPedro Calderón de la BarcaActo III
Acto III
Salen INÉS y BEATRIZ
INÉS:
Porque del balcón habiendo
los dos Luzbeles caído...
BEATRIZ:
¡Ay, Dios! ¿Cómo, Inés, ha sido?
INÉS:
...llegaron con mucho estruendo
unos hombres, pretendiendo
conocerlos, y después
repararon (tanta es
de amo y mozo la destreza)
el uno con la cabeza
lo que el otro con los pies.
BEATRIZ:
¿Qué dices?
INÉS:
Lo que ha pasado.
BEATRIZ:
¿Quién, Inés, te lo contó?
INÉS:
Cuanto he referido yo
relación es de un criado
del galán de pie quebrado,
como copla, que por ti
saltó del balcón.
BEATRIZ:
Y di:
¿quién le vulneró?... le ha herido,
digo.
INÉS:
Eso no se ha sabido.
BEATRIZ:
¿Doliente en fin yace?
INÉS:
Sí;
pierna y cabeza llevó
quebradas, aunque ya está
mucho mejor.
BEATRIZ:
¿Quedará
claudicante?
INÉS:
¿Qué sé yo
que es claudicante? ¡Que no
has de perder vicio tal!
BEATRIZ:
¿Hay demencia? ¿Hay tosca igual?
Di, ¿el claudicante no es
hombre de alternados pies
que se ambula desigual?
INÉS:
No sé lo que es ni que no;
sólo sé, de temor llena,
que ha estado herido.
BEATRIZ:
(Su pena, Aparte
¡ay de mí!, padezco yo.
¿Qué pócima que bebió
--¡Qué delirio! ¡Qué ardimiento!
¡Qué ultraje! ¡Qué tormento!--
el alma por el oído
que la concibe un sentido,
y la aborta un sentimiento?
¿Qué es lo que pasa por mí?
Pero si yo de mí sé,
yo misma me lo diré.
Conjurado contra mí
al dios de los necios vi,
por ver cuánto baldonaba
su deidad; y cuando estaba
más fiera en la ofensa mía,
ya los efectos sentía
de las causas que ignoraba.
Un hombre en mi cuarto entró
de mis ansias informado,
resuelto y determinado.
Acción fue que me obligó
al compás que me ofendió,
pues si ofensa el amor piensa,
la acción ser en mi defensa
la construye obligación.
Luego compatibles son
la obligación y la ofensa.
Vino mi padre, y aquí
trágica mi historia fuera
si cortés no obedeciera
los preceptos que le di.
Por mí escondido, y por mí
precipitado y caído,
quedó de otra mano herido;
pues si iguales llego a ver
que sentir y agradecer,
¿cuál será lo preferido?
Es decir que su mal siento
ilícito a mi valor
y lícito no a mi amor
faltarme agradecimiento;
sentir por mi parte intento
que a mí se pueda atrever;
por la suya, que a tener
llegue por mí tal pesar;
y temo acabar de amar
donde empiezo a agradecer).
INÉS:
¿Qué pena es ésta, señora?
¿Qué tienes, que triste estás?
BEATRIZ:
¿Qué quieres que tenga más?
INÉS:
No le gastes a la aurora
las blancas perlas agora
que has de echar menos después.
BEATRIZ:
¡Ay, Inés mía! ¡Ay, Inés!
Si tú guardarme quisieras
un secreto, tú supieras
mi tormento.
INÉS:
Dile pues;
que aunque siempre en mi lugar
San Secreto esclarecido
día de trabajo ha sido,
le quiero canonizar
y hacer fiesta de guardar.
BEATRIZ:
Pues si eso ha de ser así,
yo he de fiarme de ti.
A este galán caballero
agradecer, Inés, quiero
lo que ha pasado por mí.
Pero no quisiera que él
sepa que lo siento yo,
porque ser piadosa, no
es dejar de ser cruel.
A mi obligación fiel,
y fiel a mi honor, que intente
saber de él mi fe consiente,
no por él, sino por mí.
INÉS:
Claro está que será así.
(¡Ay, señores, que ya siente!)
Aparte
BEATRIZ:
Quisiera que te llegaras,
como que de ti salía
a visitarle, Inés mía,
y de su mal te informaras.
INÉS:
¿Y qué más?
BEATRIZ:
Que le llevaras
una banda, y le dijeras
que tú la ladrona eras
del favor.
INÉS:
Está muy bien;
y haré este papel tan bien
como tú misma lo hicieras.
Dame la banda, y verás
cuál mi chinelita anda.
BEATRIZ:
Yo voy, Inés, por la banda;
pero mira que jamás
nada a Leonor le dirás.
INÉS:
Nada le diré a Leonor.
Vase BEATRIZ y sale LEONOR
¡Victoria por el Amor!
LEONOR:
¿De qué es el contento, Inés?
INÉS:
Yo te lo diré después,
aunque primero es mejor,
que reviento, te prometo,
porque en Dios y mi conciencia
que hizo vuestra diligencia
en Beatriz un grande efeto.
LEONOR:
¿Qué fue?
INÉS:
Encargóme un secreto,
y fue haberme encomendado
que le cuente de contado;
claro es, pues cuando no fuera
por decirlo, lo dijera
por habérmelo encargado.
De Beatriz la fantasía
ya don Alonso rindió;
en tal lenguaje le habló
que, a pesar de su porfía,
conmigo una banda envía;
en fin, en fin, ha de ser
mujer cualquiera mujer.
Por la banda quiero ir,
y, pues te lo he de decir
yo, tú no lo has de saber.
Vase INÉS
LEONOR:
Digo que no lo sabré.
Sale don JUAN
JUAN:
Pues ya yo lo tengo oído;
ahora veo que en amor
número hay, pues en rigor,
por no dejarte infeliz
crece un afecto en Beatriz
cuando ha faltado en Leonor.
LEONOR:
Pues, ¿en mí ha faltado?
JUAN:
Sí,
en ti, Leonor, ha faltado;
que aunque he sufrido y callado
mis desdichas hasta aquí,
fue porque pensé hoy de ti
que averiguarlas pudiera
sin que a ti te lo dijera;
mas siendo fuerza sentirlas,
no muera yo sin decirlas,
ya que sin vengarlas muera.
Don Alonso por tu gusto
a hablar a Beatriz entró;
ni arguyo ni pruebo yo
si fue justo o no fue justo.
Por excusar su disgusto
a costa de su opinión
se arrojó por un balcón;
y ya que en la calle estaba
a esperar en qué paraba
su empeño, fue en ocasión
el bajar, que habían entrado
dos hombres en ella, y yo
me desvié, porque no
les diese el verme cuidado.
Estando, pues, apartado,
las cuchilladas oí,
y a ellas al punto acudí;
y por presto que llegué,
ya los dos hombres no hallé
y herido a mi amigo vi.
Mira si de mis recelos
puede haber causa mayor,
pues en su fingido amor
vi mis verdaderos celos.
Quien acuchilla (¡Ay de mí,
Leonor!) en tu calle así
a quien sale de tu casa,
bien dice que en ella pasa
mi agravio. Por ti y por mí
disimular he querido,
como he dicho, hasta llegar
(¡ay Leonor!) a averiguar
quién ese galán ha sido;
y viendo que no he podido
y que son intentos vanos
porque mis celos villanos
no murmuren en mi mengua,
quiero que diga la lengua
lo que no han hecho las manos.
¡Quédate, ingrata, que no,
pues que ya me he declarado,
me has de ver desengañado
en tu vida!
LEONOR:
Pero yo,
¿no tengo una hermana?
JUAN:
No;
que si tú hermana tuvieras
de quien amores supieras,
no culparla procuraras
................... [--aras]
ni de burlas ni de veras;
y supuesto que has querido
fingirla un galán, infiero
que a tenerle verdadero
no se le dieras fingido.
LEONOR:
¡Plegue al cielo...!
JUAN:
No te pido
satisfacciones, Leonor.
LEONOR:
Ni éstas lo son, que es error
cuando nunca te he ofendido.
JUAN:
Pues que tú la causa has sido,
deja que muera mi amor.
Vanse. Salen don ALONSO y MOSCATEL
MOSCATEL:
Señor, ¿qué tienes? ¿Qué es eso?
¿En qué piensas? ¿En qué tratas?
¿En qué discurres? ¿En qué
imaginas? ¿En qué andas?
¿Tú melancólico? ¿Tú
divertido? ¿Qué mudanza
es aquésta: ¿Tan valida
ha sido una cuchillada?
¿Tanto poder ha tenido
tu herida, tanta privanza
un balcón, que han acabado
contigo no hablar de chanza?
ALONSO:
¡Ay de mí!, que no sé, no,
qué es lo que siento en el alma,
que es bien y parece mal,
que es gusto y parece ansia,
que es gloria y parece pena;
dicha, y parece desgracia,
contento, y parece agravio;
lisonja, y parece rabia;
porque es un loco accidente
que a un tiempo da vida y mata,
como veneno compuesto
de calidades contrarias.
MOSCATEL:
¡Hemos hecho buena hacienda!
ALONSO:
¿De qué te ríes?
MOSCATEL:
No es nada.
ALONSO:
¡Ay de mí!
MOSCATEL:
¡Otra vez!
ALONSO:
¿De qué es,
Moscatel, la carcajada?
MOSCATEL:
Del suspiro, "ay de mí."
ALONSO:
¿Por qué?
MOSCATEL:
Porque, señor mío, engañan
los señores: "ay de mí" es,
amor te cogió en su trampa.
ALONSO:
Sin duda que estás borracho.
¿Yo amor?
MOSCATEL:
Tú amor.
ALONSO:
Pues, ¿qué hallas
en mí, para imaginar
cosa de mí tan contraria?
MOSCATEL:
Unas cosas que se dicen,
y otras cosas que se callan.
ALONSO:
¿Yo enamorado? ¿De quién,
si yo no he visto a otra dama
sino a Beatriz?
MOSCATEL:
De Beatriz.
ALONSO:
¿Yo, de un Ovidio con sayas?
¿Yo, de un Virgilio con ropa,
y un Cicerón con enaguas?
MOSCATEL:
¡Tú, señor! ¿No me dijiste
que no era tan afectada
como don Juan te había dicho?
ALONSO:
Es verdad.
MOSCATEL:
¿Tú no la alabas
de hermosa?
ALONSO:
Sí.
MOSCATEL:
Tú no sientes
que hombres en su calle haya
que acuchillen?
ALONSO:
No lo niego,
pero tal tengo la causa.
MOSCATEL:
Luego son celos.
ALONSO:
No son;
que no se me diera nada
que hubiera hombres, como dieran
celos y no cuchilladas;
fuera de que, si yo fui
a verla, fue por burlarla,
de don Juan apadrinado,
y fuera historia muy mala
haberme llevado a ser
el burlado yo.
MOSCATEL:
En la plaza
un toricantano un día
entró a dar una lanzada,
de un su amigo apadrinado;
y airoso terció la capa,
galán se quitó el sombrero,
y osado tomó la lanza
viento pasos del toril.
Salió un toro, y cara a cara
hacia el caballo se vino,
aunque pareció anca a anca,
porque el caballo y el toro,
murmurando a las espaldas,
se echaron dos melecinas
con el cuerno y con el asta.
Cayó el caballero encima
del toro, sacó la espada
el tal padrino, y por dar
al toro una cuchillada,
a su ahijado se la dio;
y siendo de buena marca,
levantóse el caballero
preguntado en voces altas:
"¿Saben ustedes a quién
este hidalgo apadrinaba?
¿A mí, o al toro?" Y ninguno
le supo decir palabra.
Aplícate: apadrinado
de don Juan, fuiste a la casa
de Beatriz, la suerte erraste,
y nadie a saber alcanza
si era don Juan tu padrino,
o de Beatriz.
ALONSO:
¡Calla, calla!
¡Qué mal aplicado cuento!
MOSCATEL:
Bien o mal, doy a Dios gracias
de que ya no reñirás
mi amor, pues que ya en la danza
entras también.
ALONSO:
Si es así,
dime ya de aquesa dama
qué es el nombre, enamorado.
¿De qué servicio es guardarla?
MOSCATEL:
Eso no, que no se pierde
tan presto una mala maña.
Llama INÉS dentro
ALONSO:
Mira quién llama a esa puerta.
MOSCATEL:
¿Quién es?
Sale INÉS
INÉS:
¿Está tu amo en casa,
Moscatel?
MOSCATEL:
(¡Cielos! ¿Qué miro? Aparte
Inés es ésta). ¡Ay, ingrata!
¡Viven los cielos, que vienes
a verle!
INÉS:
Pues, ¿qué pensabas?
(Quiero decir que es verdad, Aparte
porque lo que más me agrada
es dar celos de poquito).
Porque le importa a mi fama
que don Alonso conozca
que sé cumplir mi palabra.
MOSCATEL:
¡Bien honrado pundonor!
INÉS:
Quita.
MOSCATEL:
No has de entrar.
INÉS:
Aparta.
ALONSO:
¿Quién habla contigo?
MOSCATEL:
Nadie.
INÉS:
Miente, que alguien es quien habla.
ALONSO:
Y muy alguien. Inés mía,
una y mil veces me abraza.
INÉS:
Mil veces te abrazo y una,
por pagarte en otras tantas.
Pellízquela MOSCATEL
¡Ay!
ALONSO:
¿Qué es eso?
INÉS:
Diome un golpe
la guarnición de tu daga.
ALONSO:
No dudo que tu venida
sea a darme vida y alma,
que aunque tú con Moscatel
me respondiste enojada,
en fin sabes que te quiero,
y no has de ser siempre ingrata.
INÉS:
Nunca lo fui yo contigo,
que a la primera palabra
dije que a verte vendría.
ALONSO:
¡Pícaro! Pues ¿tú me engañas?
MOSCATEL:
¿Yo, señor?
ALONSO:
¡Viven los cielos
que he de matarte a patadas!
MOSCATEL:
(Cumplióse el refrán; mas no, Aparte
que hacerme bailar les falta).
INÉS:
En sabiendo a lo que vengo,
Moscatel se desengaña.
Duren los celos un poco.
MOSCATEL:
¡Voto a Dios! De una picaña...
INÉS:
Pícaro, hablad con respeto;
mirad que soy vuestra ama.
A don ALONSO
A solas quisiera hablarte.
MOSCATEL:
¿A solas?
ALONSO:
Salte allá, y guarda
esa puerta.
MOSCATEL:
(¿Yo la puerta? Aparte
¡Viven los cielos!)
ALONSO:
¿Qué hablas?
MOSCATEL:
Que soy leal, y no tengo
de consentir tal infamia,
que por una picarona
exceso ninguno hagas
y se aventure la vida.
ALONSO:
¿De cuándo acá tanto guardas
mi salud? Sale allá fuera.
MOSCATEL:
No me saldré, si me matas,
que esto conviene a tu vida.
ALONSO:
Nunca te he visto con tanta
lealtad.
MOSCATEL:
Guardéla otras veces
para esta ocasión.
ALONSO:
Ya basta.
Échale a empellones
Ya estás sola; vuelve, Inés,
a abrazarme.
INÉS:
Aunque culpada
me has hecho en venir a verte,
por la opinión de mi ama
ha sido, no porque vengo,
como dije, por tu causa.
ALONSO:
No sé qué quieras decirme.
INÉS:
Dirélo en breves palabras.
Beatriz, habiendo sabido
cómo hubo unas cuchilladas
de donde herido saliste
a las puertas de su casa,
de tu herida condolida,
de tu término obligada
y de tu salud dudosa,
te envía toda esta banda.
Favor es suyo, aunque ella
me mandó que no llegaras
a saber que ella la envía.
Con esto, adiós.
ALONSO:
Oye, aguarda.
¿Beatriz se acuerda de mí?
¿Beatriz siente mis desgracias?
¿Beatriz me envía favores?
Novedad se me hace extraña.
INÉS:
A mí no, porque en sabiendo
que era tu voluntad falsa,
supe que sería dichosa;
que por no acertar en nada,
más con nosotras merece
quien finge, que no quien ama.
Sale MOSCATEL
MOSCATEL:
(¡Qué mal descansa un celoso! Aparte
¡Qué mal un triste descansa!
Mis penas veré, que menos
es verlas que imaginarlas).
ALONSO:
Inés bella, pues Beatriz
hoy de extremo a extremo pasa,
paso yo de extremo a extremo;
que aunque fineza no haga
de enamorado, de noble
la he de hacer. Aquí aguarda
a que el escriba un papel.
MOSCATEL:
(Él se entra en esotra cuadra; Aparte
descanse mi corazón).
Tigre fregatriz de Hircania
vil cocodrilo de Egipto,
sierpe vil, león de Albania,
¿tendrá mi lengua razones,
tendrán mis labios palabras
para quejarse de ti?
INÉS:
No.
MOSCATEL:
Pues si voces me faltan,
tengan mis manos licencia
de darte de bofetadas
siquiera.
INÉS:
No quiera hacer
tu mano tal, que ya bastan
las burlas, que todo ha sido
por sólo tomar venganza
de que dudases de mí
que soy casta.
MOSCATEL:
¿Qué haces casta?
Creeré primero traidora.
INÉS:
No vine a ver...
MOSCATEL:
Tú me engañas.
INÉS:
...a tu amo.
MOSCATEL:
Pues, ¿por qué?
INÉS:
A traerle...
MOSCATEL:
¿Qué?
INÉS:
...una banda.
MOSCATEL:
¿Cúya?
INÉS:
De Beatriz, que ya
un poco más claro habla.
MOSCATEL:
¿Y el abrazo?
INÉS:
Fruta fue
de palacio; eso no agravia,
que si él abrazó el cuerpo,
el alma tú.
MOSCATEL:
Inés ingrata,
si le das el cuerpo al otro,
¡dale a Barrabás el alma!
INÉS:
Picón fue.
MOSCATEL:
Pues los picones,
si juegan, muden baraja
o truequen la suerte. Dame
los brazos.
INÉS:
De buena gana.
Sale don ALONSO
ALONSO:
¿Qué es esto?
INÉS:
¿Esto? Abrazar,
en mi tierra.
MOSCATEL:
Ha sido tanta
la alegría de haber visto
que ya esa fiera se ablanda
--La curiosidad perdona,
si he escuchado cuanto hablas--,
que le di a Inés este abrazo
en albricias de la banda.
ALONSO:
Toma, Inés, este papel
que le has de dar a tu ama,
y para ti este diamante.
INÉS:
¡Vivas edades más largas
que...! Claro está que es el fénix
suegra mentira de Arabia.
Vase INÉS
MOSCATEL:
¿Diamante la diste?
ALONSO:
Sí.
MOSCATEL:
¿Y de balde?
ALONSO:
¡Qué ignorancia!
MOSCATEL:
Mil me lleven diablos hoy
heréticos, si no amas
a Beatriz.
ALONSO:
¿En qué los ves?
MOSCATEL:
En que das sin esperanza.
No está en uso, ni está en rueca.
ALONSO:
Quien agradece no ama,
y yo estoy agradecido,
no enamorado.
MOSCATEL:
Esto basta,
que en el infierno de amor,
dicen que tiene más almas
la virtud, de agradecidas,
que no los vicios, de ingratas.
Y así, hagamos, señor, cuentas,
que no he de quedar en casa.
ALONSO:
¿Por qué, Moscatel?
MOSCATEL:
Porque
amo no quiero que ama,
y que no me acuda a mí
por acudir a su dama.
ALONSO:
Bien el haberte sufrido
tantas locuras me pagas.
MOSCATEL:
Esto ha de ser.
Sale don JUAN
JUAN:
¿Qué ha de ser?
ALONSO:
Irse quiere de mi casa.
JUAN:
¿Por qué, Moscatel?
MOSCATEL:
Porque
ha hecho la mayor infamia,
la mayor ruindad, mayor
bajeza, mayor...
JUAN:
¡Acaba!
¿Qué ha sido?
MOSCATEL:
¡Hase enamorado!
Mira se tengo harta causa.
ALONSO:
En esta locura ha dado
por haber visto con cuánta
fineza sirvo a Beatriz
por vuestro amor.
JUAN:
A Amor gracias...
ALONSO:
¿Cómo?
JUAN:
...que ya de ese empeño
libre estáis, como se acaba
hoy mi amor.
ALONSO:
Pues, ¿y Leonor?
JUAN:
Leonor de mi pecho falta,
que como Amor es Fortuna,
sujeto vive a mudanzas.
¿Vuestra amada, don Alonso?
ALONSO:
Yo no he ni de hablarla
ni de verla en mi vida.
Pues, ¿volveré yo a su casa
y a su calle a hablarla y verla,
por la tarde y la mañana,
siendo yo el descalabrado,
y vos, la cabeza sana,
no lo haréis?
JUAN:
No, porque herida
más penetrante y tirana
son mis celos, porque son
mortal herida del alma.
ALONSO:
Pues troquemos las heridas,
que yo primero tomara,
sea mortal o venial,
tener hoy descalabrada
el alma que la cabeza,
y esto bien claro se saca
del efecto, pues si curan
en falso una herida, mata,
y a los celosos da vida
cualquier cura, aunque sea falsa.
JUAN:
En fin, don Alonso, sea
con poca o con mucha causa,
no he de volver a poneros
en la confusión pasada.
ALONSO:
Ni por mí habéis de dejarlo,
que a mí no se me da nada.
JUAN:
Por mí lo dejo, y por vos,
porque vuestra herida basta.
ALONSO:
De una herida no escarmientan
caballos de buena casta.
JUAN:
¿Yo me volveré a llegar
allá? ¡Suerte excusada!
ALONSO:
Pues cuando por vos no sea,
por ver si a saber se alcanza
quién me ha herido, he de volver.
JUAN:
Cuando importe a vuestra fama
desde acá fuera podremos
hacer diligencias varias.
ALONSO:
Yo más pretendo, don Juan,
buena opinión con las damas
que con los hombres, y no
es bien que mujer tan vana
como Beatriz, de mí piense...
JUAN:
Yo sabré desengañarla
de todo.
ALONSO:
Don Juan, don Juan,
hablemos verdades claras;
yo he de ir a ver a Beatriz.
MOSCATEL:
¡Hablara para mañana!
¡Y dirá que miento yo!
JUAN:
Si eso os importa, ¿qué os falta?
Id vos muy en hora buena.
ALONSO:
¿Cómo, sin que las espaldas
me guardéis vos y Leonor?
JUAN:
Yo no he de volver a hablarla.
ALONSO:
Esto habéis de hacer por mí;
que no es cosa tan extraña,
por hacer tercio a un amigo,
volver a hablar a una dama.
JUAN:
Por vos, don Alonso, haré
lo que en mi vida pensaba.
MOSCATEL:
¿Qué os andáis haciendo puntas,
nobles de capa y espada,
si ambos deseáis ir a verlas?
Y no hay cosa más usada
que ser amancebamientos
en los estrados y salas,
ad perpetuam rei memoriam
litigados, y se hallan
contra los celos fiscales
dos amigos y dos damas,
porque cuando el uno riñe,
el otro las paces trata.
JUAN:
Ahora bien, por vos iré;
mas mirad, antes que vaya,
que hay alacena.
ALONSO:
¿Qué importa?
MOSCATEL:
Que hay balconazo.
ALONSO:
¡Que haya!
MOSCATEL:
Que hay cuchillada.
ALONSO:
Eso no;
fuera de que si amor traza
que por sola una mentira
me sucedan cosas tantas,
vengan ya, por ser verdades,
alacena y cuchilladas.
Vanse. Salen don DIEGO y don LUIS
DIEGO:
Ya sabréis la voluntad
con que siempre os he servido.
LUIS:
Conozco vuestra amistad,
y sé, don Diego, que ha sido
con fineza y con verdad.
DIEGO:
Pues no me tengáis a exceso
una reprensión.
LUIS:
No haré.
DIEGO:
Aquel pasado suceso...
LUIS:
Queréisme decir que fue
locura, ya lo confieso;
porque haber a un hombre herido
que conmigo no ha tenido
lances de competidor
no trae disculpa mejor,
Diego, que no haberla habido.
Fuerza es remediarlo, pues
quien lleva ya en sus recelos
perdido el miedo a los celos,
no se le tendrá después.
DIEGO:
Y ahora, ¿qué habéis de hacer
de lo que ya se trató?
Pues es cierto que a saber
vuestros intento llegó
don Pedro.
LUIS:
¿Qué hay que temer?
Deshácese un casamiento,
siendo santo sacramento,
después que se efectuó,
¿y no lo desharé yo
sin efectuarle?
Sale don PEDRO
PEDRO:
(Atento Aparte
a este hielo que me abrasa,
a esto, que me hiela, ardor,
a lo que en mi agravio pasa,
y al respeto de mi honor,
salgo tan tarde de mi casa.
A don Luis pretendo hablar,
que mejor es acabar
de una vez con mi recelo,
que no esperar que un mozuelo
que es fábula del lugar
se me atreva. Él viene aquí.
¡Cuánto de verle me alegro
galán y noble! Éste sí.
DIEGO:
Vuestro suegro viene allí.
LUIS:
Pues huyamos de mi suegro.
PEDRO:
¡Señor don Luis! Informado
de deudos vuestros he estado
de que honrar habéis querido
mi casa, y agradecido
como es justo, os he buscado
para mostrar cuánto estoy
ufano de merecer...
LUIS:
Señor don Pedro, yo soy
el que las dichas de ayer
tiene por disculpas hoy.
Confieso que me atreví
a tanto empeño, y que fui
venturoso en tanto empeño,
pues ser de estas honras dueño
por lo menos merecí.
Pero soy tan desdichado,
aun con las dichas, señor,
que para tomar estado,
un nuevo empeño de honor
lo ha deshecho y lo ha estorbado.
PEDRO:
¿De honor empeño (¡ay de mí!)
os retira de esto?
LUIS:
Sí.
PEDRO:
Pues ¿cómo? ¿En qué (¡estoy mortal!)
puede a Beatriz estar mal?
LUIS:
Que no lo entendáis así,
que de vuestro enojo ha sido
el honor mal entendido.
Vos de mis disculpas no...
PEDRO:
¿De qué suerte?
LUIS:
Porque yo,
señor, habiendo sabido
que su majestad --que el cielo
guarde por sol de esta esfera,
por planeta de este suelo--,
con su católico celo
sale aquesta primavera,
y sabiendo cómo hacía
gente un señor de quien fui
deudo, por ventura mía,
que me honrase le pedí
con alguna compañía.
Hámela dado. Éste ha sido
el empeño que he tenido
para no tomar estado,
que el que es marido y soldado,
no es soldado o no es marido.
Si yo volviese, señor,
entonces con más valor
me podéis hacer feliz,
porque hoy casar con Beatriz
no le está bien a mi honor.
Vanse don DIEGO y don LUIS
PEDRO:
"Porque hoy casar con Beatriz..."
¡Válgame el cielo! ¿Qué ha sido
lo que he visto, lo que he oído?
Poco siento, ¡ay infeliz!
No me deja mi sentido...
Pero afligirme es error;
si en aquel caso consiste
su honor, miente mi temor,
que en fin, cuanto piensa un triste
siempre ha de ser lo peor.
Vase. Salen BEATRIZ e INÉS
BEATRIZ:
Inés, ¿cómo el papel tomaste?
INÉS:
Como
todo cuanto me dan, señora, tomo.
BEATRIZ:
Sin duda le dirías
que de mi parte ibas.
INÉS:
Desconfías
de mí sin causa, porque yo he callado
que era tuya la banda, y el recado
callé por tu respeto,
como suelo callar cualquier secreto.
BEATRIZ:
Pues, Inés, ¿a qué efeto,
si es así, me has traído
papel?
INÉS:
(¡Vive el Señor, que me ha cogido! Aparte
Mas yo me soltaré). Que le trajera,
me dijo, y que si acaso hallar pudiera
ocasión, te le diese.
Yo lo tomé porque de mí creyese
cuán de su parte estaba;
que, puesto que una banda le llevaba
hurtada, que era tuya, bien creería
que un papel, que es más fácil, te traería.
BEATRIZ:
Esta satisfacción algo me agrada.
INÉS:
(Aqueso es dar satisfacción honrada).
Leonor, señora, viene.
Sale LEONOR
BEATRIZ:
Pues, que el papel me vea, no conviene.
Vase BEATRIZ
LEONOR:
Bien pudiera yo agora
decir con mayor causa --¿quién lo ignora?--
¿qué idioma fue misivo el que en lineado
papel ocultas en tu manga ajado?
BEATRIZ:
Y yo también pudiera
decir que en vano preguntarlo fuera,
pues quien saber no quiere
lo que quiero decir, saber no espere
lo que callarle quiero.
LEONOR:
¡Inés, Inés!
INÉS:
¿Pues no por hablar muero?
LEONOR:
Inés, oyes, ¿qué ha sido
este papel?
INÉS:
¡Qué poco te he debido!
¿No aguardaras siquiera
a que sin preguntar te lo dijera?
Que se me hace conciencia, te prometo,
la pregunta llevar, pero ¡un secreto!
Al paño BEATRIZ
BEATRIZ:
Mal segura, escuchar desde aquí quiero
qué hablan las dos.
INÉS:
Fui a verle, y lo primero
le dije que Beatriz me lo mandaba.
LEONOR:
Bien hiciste.
BEATRIZ:
Yo mal, pues me fiaba
de criada. ¡Ay, Leonor, que en ellas anda!
INÉS:
Lo segundo, en su hombre di la banda.
BEATRIZ:
¡Ay, infeliz! ¿Qué he oído?
LEONOR:
En esa cuadra hay ruido.
INÉS:
Don Juan es el que ha entrado.
LEONOR:
Pues, ¿cómo, si de aquí se fue enojado,
diciendo que en su vida no me había
de ver?
INÉS:
¡Que estés tan nueva todavía
que no sepas que cuando está un amante
diciendo más furioso y arrogante
"No he de volver a verte, ingrata bella"
es cuando muere por volver a ella!
BEATRIZ:
Ya que a escuchar mis penas he empezado,
acabe de escucharlas mi cuidado.
Salen don JUAN, don ALONSO y MOSCATEL
JUAN:
Pensarás que me han traído
a verte, Leonor, y hablarte
mis celos, porque los celos
--perdona el civil lenguaje--
son ordinarios de amor,
que así llevan como traen.
Pues no, Leonor, no he venido
para que me desengañes,
porque el desaire de amor
es hablar en el desaire.
Con otra ocasión he vuelto
a pisar estos umbrales,
porque nunca les faltó
ocasión a los pesares.
Don Alonso, a quien tú hiciste
de Beatriz fingido amante,
desairado de tu casa
salió con el primer lance,
tanto, que porque no piensen
de Beatriz las vanidades
que el no volver aquí es
de escarmentado y cobarde,
me ha pedido que le traiga
a verla. ¿Cómo negarle
puedo yo lo mismo a él,
que él no me negó a mí antes?
BEATRIZ:
¡En notable obligación
estoy, cierto, a estos galanes!
JUAN:
Él viene, Leonor, a esto;
y porque en aquesta parte
nunca piensen mis desdichas,
nunca sospechen mis males,
nunca imaginan mis penas
que fue gana de buscarte,
en la calle me estaré
en tanto que a Beatriz hable
y de este escrúpulo leve,
y de esta malicia fácil
desempeñe su opinión,
su crédito desengañe.
Don Alonso, entrad, y pues
ya el sol, helado cadáver,
agonizando entre sombras,
en brazos de noche yace,
hablad a Beatriz, y ved
que aquí don Pedro no os halle.
LEONOR:
Aguarda, don Juan, espera.
JUAN:
¿Qué quieres, Leonor, que aguarde?
LEONOR:
Desengaños.
JUAN:
Son en vano.
LEONOR:
Disculpas.
JUAN:
Serán en balde
Vase don JUAN
LEONOR:
Tras él iré, don Alonso;
luego vuelvo. Perdonadme,
pues en cualquiera suceso,
todo lo que es me era antes.
Vase LEONOR
ALONSO:
¿Mas que me voy sin hablar
a Beatriz?
MOSCATEL:
¿No dirás mas que
nos vemos en otro aprieto
al pasado semejante?
ALONSO:
Inés, dime dónde está,
para que entretanto le hable,
Beatriz.
Sale BEATRIZ
BEATRIZ:
Aquí está Beatriz,
escuchando los ultrajes
de una vil hermana, de un
falso amigo, de un infame
criado, una criada aleve,
y de un cauteloso amante,
porque entre Leonor, don Juan,
Inés y Moscatel halle,
si no consuelo a mis penas,
disculpa a mis disparates.
Y aunque pudiera de tantos
agravios, tantos pesares,
tantas ofensas y tantas
bajezas vuestras quejarme,
viendo que contra mí todos
el falso motín firmasteis,
porque en la corte del alma,
donde en pacíficas paces
reina el desdén, nunca tiene
el amor comunidades,
sólo en esta parte intento,
sólo quiero en esta parte,
como quejosa, ofenderme,
como ofendida, quejarme,
del mayor de mis agravios
y no el menor de mis males;
porque en las mujeres es
el más sensible desaire
que las ame la mentira
y no la verdad las ame.
¿Tan pocas las partes son
de mi hacienda y de mi sangre?
¿Tan pocas de mi persona
--decirlo tengo--, las partes
que hay, que si un hombre hubiera
que atrevido me mirase,
fuese con fingido amor?
¡Quiéreme a mí por burlarme,
a mí por...!
ALONSO:
Beatriz hermosa,
si de todos tus pesares
sales tan airosa como
de ése, que más sientes, sales,
fácil es el desengaño.
BEATRIZ:
¿Cómo el desengaño es fácil,
cuando el quererme es por burla?
ALONSO:
Si atiendes, con escucharme:
Tal vez por burla se atreve
uno al mar, sin que presuma,
viéndole jardín de espuma,
viéndole selva de nieve,
que hay peligro en él, y, en breve,
selva y jardín son horror.
Mar es amor en rigor;
luego en placer y en pesar,
si no hay burlas con el mar,
no hay burlas con el amor.
Tal vez, por burla o ensayo,
polvorista artificial
hace un rayo material,
y forja contra sí el rayo,
cuando con mortal desmayo
muere a su violento ardor.
Rayo es amor en rigor
contra su artífice; luego,
si no hay burlas con el fuego,
no hay burlas con el amor.
Tal vez desnuda un amigo
la espada para esgrimir
con otro, y le viene a herir
como si fuera enemigo;
su destreza es su castigo,
y así, usar de ella es error.
Espada amor en rigor
es, luego; desenvainada,
si no hay burlas con la espada,
no hay burlas con el amor.
Tal vez por burla, mirando
doméstica y mansa ya
una fiera, un hombre está
con ella, Beatriz, jugando;
cuando más la halaga blando,
volver suele a su furor.
Fiera es amor, en rigor,
luego, si ya lisonjera,
no hay burlas con una fiera,
no hay burlas con el amor.
Por burla al mar me entregué,
por burla el rayo encendí,
con blanca espada esgrimí,
con brava fiera jugué;
y así, en el mar me anegué,
del rayo sentí el ardor,
de acero y fiera el furor;
luego, si saben matar
fiera, acero, rayo y mar,
no hay burlas con el amor.
BEATRIZ:
A ese argumento...
Sale INÉS de prisa, alborotada, y LEONOR
LEONOR:
¡Ay de mí!
Huyendo salió a la calle
don Juan, y cuando le daba
voces, vi entrar a mi padre.
Esconder me importa agora...
BEATRIZ:
No, Leonor, porque ya es tarde;...
LEONOR:
...a don Alonso.
BEATRIZ:
...que hoy
ha de saber cuanto pase
mi padre, pues tus engaños
se han de saber.
LEONOR:
Cuando trates
tú decirlo, yo sabré
culparte a ti, y disculparme;
y así, puesto que las dos
corremos el riesgo iguales,
iguales, Beatriz, busquemos
el remedio.
BEATRIZ:
Por mostrarte
a proceder bien, lo haré,
que es fuerza estar de tu parte.
MOSCATEL:
Alacena, como iglesia,
pido.
ALONSO:
Eso no haré, que es antes...
INÉS:
Él entra ya.
BEATRIZ:
Este aposento
hoy de su vista te guarde.
MOSCATEL:
¡Y a mí me guarde también!
ALONSO:
(¡Qué pesados son los lances Aparte
de amor hijo de familias!)
MOSCATEL:
Inés, avisa en la calle
que ya estamos escondidos;
que haya quien nos descalabre.
Escóndense los dos, y sale don PEDRO
PEDRO:
¿Tan tarde, y no han encendido?
Haz tú que unas luces saquen.
INÉS:
Ya las tengo prevenidas.
PEDRO:
(¡En mi casa tal desaire! Aparte
¡A mis ojos tal afrenta!
Cielos piadosos, o dadme
paciencia, o dadme la muerte.
BEATRIZ:
Señor, ¿qué tienes?
LEONOR:
¿Qué traes?
PEDRO:
Tengo honor, y traigo agravios...
aunque miento en esta parte,
puesto que yo no los traigo;
ellos vienen a buscarme
dentro de mi misma casa.
LEONOR:
(¡Ay de mí!)
Aparte
INÉS:
(Todo se sabe).
Aparte
BEATRIZ:
Pues, señor, ¿no me dirás
de qué estos extremos nacen?
PEDRO:
De tus locuras, Beatriz;
que ya es fuerza declararme,
viendo que por ti se atreve
hoy un mozuelo arrogante
al honor de aquesta casa.
LEONOR:
(Ya no hay cosa que no alcance).
Aparte
BEATRIZ:
¿Yo, señor?
MOSCATEL aparte al paño
MOSCATEL:
Malo va esto.
PEDRO:
Sí, pues por ti don Luis hace
desprecios de ella, y de mí.
BEATRIZ:
(Convaleciendo va el lance).
Aparte
LEONOR:
(Eso bien, cobré mi aliento).
Aparte
Sale don JUAN
JUAN:
(Un caso bien puede errarse Aparte
de una vez, pero de dos
la una no le yerra nadie.
No he de esperar a que cierren
las puertas, y después baje
por el balcón don Alonso.
Remediarlo pienso antes).
Señor don Pedro, si en vos
hoy la amistad de mis padres,
heredada obligación
de mi casa y de mi sangre...
LEONOR:
(¿Qué es lo que intenta don Juan?)
BEATRIZ:
(Muerta estoy hasta escucharle).
JUAN:
...os obliga en un aprieto
a valerme y ampararme,
de vuestra casa a las puertas
me ha sucedido un desaire
con tres hombres, y me importa
no volver solo a buscarles.
Muy bien sé que puedo a vos
atreverme y declararme,
porque sé que es vuestro pecho
el Etna que dentro arde,
aunque cubierto de nieve.
PEDRO:
No paséis más adelante;
que ya sé que es ley precisa
de mi honor y de mi sangre
en esta edad no dejar
a hombre que de mí se vale.
Vamos.
JUAN:
En fin, sois quien sois.
(En llevando yo a tu padre,
Leonor, echa a don Alonso).
Habla ALONSO aparte al paño
ALONSO:
(Éstos son los que matarme
quisieron. No me está bien
ir con ellos ni quedarme).
PEDRO:
Esperad, que ya es de noche,
que de aquesa sala saque
un broquel, prenda olvidada
de mi mocedad.
JUAN:
Sacadle
presto.
BEATRIZ:
(¡Él se ha empeñado más Aparte
por donde pensó librarse!)
PEDRO:
¿Quién esta aquí dentro?
ALONSO:
Un hombre.
Salen don ALONSO y MOSCATEL
MOSCATEL:
Dice bien, porque no es nadie
el otro que está con él.
PEDRO:
Don Juan, pues que yo a ayudarte
iba contra tu enemigo,
obligación es más grande
el ayudarme tú a mí,
cuando es la causa más grave.
Este hombre ofende mi honor
y a mí me importa matarle.
ALONSO:
Don Juan, de tan grande empeño
la obligación tuya sabes.
Mi vida y las de estas damas
es preciso que yo ampare.
Riñen, y don JUAN en medio
LEONOR:
¡Ay de mí!
BEATRIZ:
¡Infelice soy!
JUAN:
¿Quién vio empeño semejante?
PEDRO:
¿Te suspendes?
ALONSO:
¿Ahora dudas?
PEDRO:
Mas soy bastante a vengarme
sin ti.
JUAN:
Tente, don Alonso.
Tente, señor.
PEDRO:
Pues, ¿tú paces
pones?
ALONSO:
Pues, ¿tú contra mí
tan viles extremos haces?
Hablan dentro
LUIS:
Cuchilladas hay en casa
de don Pedro.
DIEGO:
Más no aguardes;
entremos, don Luis.
Salen don LUIS y don DIEGO
LUIS:
¡Teneos!
PEDRO:
Gente viene.
ALONSO:
¡Duro trance!
LUIS:
¿Qué es esto?
PEDRO:
Esto es, don Luis
satisfacer el ultraje
que te oí, pues si no está
bien a tu honor el casarte
con Beatriz, al mío está bien
satisfacer y vengarme.
LUIS:
Ahí verás que no sin causa
traté yo de disculparme,
que ya, por haber tenido
algún empeño en la calle...
ALONSO:
Sin duda que tú me heriste.
LUIS:
Es verdad.
ALONSO:
Yo he de vengarme.
JUAN:
Pues quiere el cielo que así
hoy mis celos desengañen,
viva Leonor en mi pecho. A don PEDRO
Ya es forzoso que la guarde
contra ti.
PEDRO:
Don Juan, don Juan,
en aquesta casa nadie
ha de defender mis hijas
si no es con quien ellas casen.
ALONSO:
Esa palabra te tomo.
JUAN:
Pues el remedio es tan fácil
yo soy de Leonor.
ALONSO:
Y yo
de Beatriz.
PEDRO:
Fuerza es que calle;
que, ya sucedido el daño,
nada puede remediarse.
MOSCATEL:
En fin, el hombre más libre,
de las burlas de amor sale
herido, cojo y casado,
que es el mayor de sus males.
INÉS:
En fin, la mujer más loca,
más vana y más arrogante,
de las burlas del amor,
contra gusto suyo, sale
enamorada y casada,
que es lo peor.
MOSCATEL:
Inés, dame
esa mano; si ha de ser
no lo pensemos, y acaben
burlas de amor, que son veras.
ALONSO:
No se burle con él nadie,
sino escarmentad en mí;
todos del amor se guarden,
y perdonad al poeta
que humilde a esas plantas yace.