Nicolás Estévanez (Prólogo de Federico Urales)
Le conocí ya de viejo. Nos frecuentaba a menudo cuando vivíamos en Madrid, algunas veces con el abnegado Fermín Salvochea, su amigo en ideas y en espíritu revolucionario. Sospeché que andaba muy mal de dinero el pobre. Había rehusado los honores de la Cruz de San Fernando, supremo honor en el ejército español del que formara parte. Había, también, rehusado a los honores y a los pagos de su grado de brigadier y a su paga de ex-ministro del Estado español. Y ya de viejo, había de vivir de su pluma con la escasez propia de que, en España, viven las plumas independientes.
Nicolás Estévanez, nació en Canarias el año 1838. Era alto y bien plantado, como Galdós y Guimerá, también canarios.
Tomó parte en la revolución de 1868 y un año después, en el movimiento federal, doctrina política que sustentó toda su vida. Fue detenido en Béjar y encerrado en las cárceles de Salamanca y de Ciudad Rodrigo. Estuvo preso hasta que fue comprendido en la amnistía promulgada el año 1870 para celebrar la coronación de Amadeo; pero por revolucionario fue dado de baja en el ejército a pesar de que llegó a ser uno de sus principales técnicos.
Representó a la ciudad de Salamanca en las Asambleas federales y fue profesor en el Ateneo militar.
Con Pí, Orense, Castelar y Figueras, formó parte del directorio republicano. Para diputado en las Cortes Constituyentes, fue elegido por tres distritos, siendo uno de ellos Madrid y su país natal. Optó por el acta de Canarias.
En noviembre de 1872, inició una revolución por toda Andalucía, apoderándose de la ciudad de Linares y derrotando a la columna del general Borrero. Al ser proclamada la República, después de haber renunciado al empleo de brigadier, fue nombrado gobernador de Madrid y sofocó varios movimientos antirepublicanos confiándole más tarde el Ministerio de la Guerra, en el desempeño del cual, se distinguió por su probidad y liberalismo, rechazando las proposiciones que le hicieron algunos elementos militares de proclamarse dictador.
Al caer la República, se refugió en Portugal, de donde fue expulsado a petición del gobierno español, trasladándose entonces a París. En la capital de Francia fijó su residencia, viviendo de traducciones, de artículos y del producto de algún libro, después de haber sido ministro y de haber rehusado todos los honores y pagas de su carrera política y militar.
Conspiró siempre y siempre estuvo pensando en su República federal, pues federales eran entonces todos los republicanos. Los dividió el Poder y la proclamación de una República por unas Cortes monárquicas, en su mayoría. Se adoptó la República, como forma de gobierno, no porque fueran de ella partidarios la mayoría de los diputados, sino como un mal menor. Y la República no pudo ser federal o no fue federal, por culpa de los republicanos a quienes el Poder convirtió en unitarios. De ahí las convulsiones de Andalucía, de Cartagena y Alcoy.
En frente de la revolución cantonal [1] de Cádiz, de Cartagena y de Alcoy, se pusieron los internacionalistas federales de aquel tiempo. En Cádiz, nuestro entrañable amigo Fermín Salvochea. Al frente de la revolución cantonal de Cartagena, se puso otro carácter, que luego, ya en su vejez, también fue muy amigo nuestro; José López Montenegro, teniente coronel de Infantería y autor de «El botón de Fuego». Al frente de los sublevados de Alcoy, se puso otro internacionalista, secretario que era de la Federación Regional Española [2]. Se llamaba Albarracin, a quien no pudimos conocer, porque murió tuberculoso, muy joven.
El espíritu de aquellas insurrecciones cantonales era el espíritu del anarquismo de hoy. Más depurado, mejor delineado, más concreto con ideales puramente propios de nuestros días.
Cuando Nicolás Estévanez nos visitaba en nuestra redacción de Madrid, en sus últimos tiempos, mi compañera estaba encinta de Federica. Estévanez tenía un tic: abría y cerraba los ojos continuamente y al nacer Federica y en sus primeros años, tenía el mismo tic que Estévanez. ¿Habría influido en Federica en embrión, las visitas que nos hacía Nicolás Estévanez? Con tal motivo yo gastaba algunas bromas a mi compañera sobre los motivos que habían podido influir en que Federica tuviera el mismo defecto visual que Estévanez. Sin embargo, el pobre era ya viejo. Luego se marchó otra vez a París y a Federica le desapareció el tic. No le vimos más.
Dejó escritas varias obras y artículos muchos: «Memorias autobiográficas», publicadas en «El Imparcial» de Madrid y luego en un tomo. «Calandraca»; «Resumen de la Historia de España», que escribió para la Escuela Moderna [3]. Fue redactor de «El Noticiero de España» y colaboró en «El Imparcial», en «Las Dominicales», en «Gente Vieja», de Madrid y en el diario de Tenerife.
Era un hombre cordial, sencillo, modesto, gracioso, dicharachero. En fin, era un hombre.
Por serlo, rechazó todos los honores y las vanidades de su carrera política y militar.
De su temperamento revolucionario dan fe los escritos que de Nicolás Estévanez publicamos [4] en este volumen.
Federico Urales
Notas para la edición en Wikisource:
1. Véase el artículo sobre la Revolución Cantonal.
2. Véase el artículo sobre la Federación Regional Española.
3. Iniciativa pedagógica desarrollada por Francisco Ferrer y Guardia.
4. Prólogo en "Pensamientos Revolucionarios de Nicolás Estévanez", ensayo de Mateo Morral (1880-1906), sin datar.