Narración de los viajes de levantamiento de los Navíos de Su Majestad Adventure y Beagle entre los años 1826 y 1836: Capítulo III

Narración de los viajes de levantamiento de los Navíos de Su Majestad Adventure y Beagle (1839)
de Philip Parker King


CAPÍTULO III.


Alistamiento del Beagle, y de nuestro bote con cubierta (el Hope) para levantamiento del Estrecho – El Beagle zarpa hacia el oeste, y el Hope hacia el sureste – Viaje de Sarmiento y descripción de la colonia formada por él en puerto del Hambre – Pato a vapor – Árboles grandes – Loros – Monte Tarn – Observaciones barométricas – Aspecto geológico – Informe del viaje del Hope.


En casi todos los informes publicados del estrecho de Magallanes, figura tanta información de puerto del Hambre, que desde hacía mucho tiempo lo había considerado como el lugar adecuado para nuestros propósitos; y luego de examinarlo me pareció que ofrecía tantas ventajas, que no dudé en hacerlo nuestro cuartel general. Tan pronto, por lo tanto, como la nave estuvo amarrada, levantamos carpas, nuestro bote con cubierta fue arriado y varado en tierra, para ser revestido con cobre y equipado para el levantamiento;—y el comandante Stokes recibió ordenes de alistar el Beagle para examinar la parte occidental del Estrecho, previo a lo cual necesitaba ser reparado parcialmente, y abastecido de combustible y agua.

Durante varios días después de nuestro arribo, tuvimos mucha lluvia y fuerte viento del suroeste, con nubes densas, que ocultaban las tierras altas hacia el sur, permitiéndonos solo de vez en cuando vislumbrarlas parcialmente. Una noche (11) el aire estuvo excepcionalmente claro, y muchas de las montañas en esa dirección se vieron con toda claridad. Nos habíamos reunido para descansar en el Beagle, y estábamos viendo la aparición gradual de las montañas cubiertas de nieve que anteriormente habían estado ocultas, cuando, irrumpió ante nuestra vista, como por arte de magia, entre ellas una inmensa montaña de apariencia imponente; cuya falda nevada, contrastaba fuertemente con el aspecto oscuro y amenazante del cielo, tanta belleza contribuía a la grandiosidad de la escena.

Esta montaña era el "Volcán Nevado" de Sarmiento, con cuyo imponente aspecto, este célebre navegante parece haber sido particularmente impresionado, por lo minuciosa
y excelente que es su descripción. También es mencionado en el informe del viaje de Córdova.*[1] La forma peculiar de su cima vista desde el norte sugiere la posibilidad de que sea un volcán, pero nosotros nunca observamos algún indicio de actividad. Su forma de volcán es quizás accidental, pues, visto desde el oeste, la cumbre ya no se asemeja a un cráter. Por el carácter geológico de las rocas que lo rodean su formación parece ser de pizarra. Está en una serie de montañas que por lo general se elevan unos dos o tres mil pies sobre el nivel del mar, pero en el extremo de la cadena, algunas son, por lo menos de cuatro mil pies de alto. La altura del “Volcán Nevado”, o “Monte Sarmiento”, como nosotros lo llamábamos,*[2] se encontró, por mediciones trigonométricas, que era de seis mil ochocientos pies*[3] sobre el nivel del mar. sobre el mar. Es la tierra más alta que he visto en Tierra del Fuego, y para nosotros, fue un objeto de gran interés, porque su aparición y desaparición fue una guía del tiempo que rara vez falló. En nuestro Diario Meteorológico establecimos una columna para indicar sus apariencias.*[4]

Este estado claro de la atmósfera fue seguido por la caída de una fuerte lluvia, con vientos del norte y del este, que sin embargo, no duraron mucho tiempo.

En la vecindad de nuestras carpas levantadas en las tierras bajas, en el lado SO de la bahía, había varios charcos de agua, perfectamente apta para uso inmediato; pero, tal vez, demasiado impregnadas con materia vegetal como para mantenerla buena por cualquier cantidad de tiempo. El comandante Stokes, por lo tanto, llenó sus tanques del río, pero esa agua no se mantendría en buen estado, lo que fue probablemente porque fue embarcada en los botes demasiado cerca del mar. Esto, sin embargo, fue inevitable, excepto arriesgando las embarcaciones entre el gran número de árboles hundidos en el lecho del río.

El "Beagle" zarpó el 15, para levantar la entrada occidental del Estrecho, con órdenes de regresar a puerto del Hambre a fines de marzo.

Nuestra embarcación con cubierta, el "Hope", estuvo lista, el mando de ella le fue asignado al señor Wickham, quien se encontraba calificado en todos los aspectos para ello. Fuimos, sin embargo, muy avergonzados al encontrar que ella filtraba tan considerablemente que nos obligó a descargarla, y nuevamente vararla en tierra. Cuando estuvo lista para navegar, zarpó bajo la dirección de mi ayudante hidrógrafo, el señor Graves, para levantar el canal San Sebastián y la profunda abertura hacia el SE de cabo Valentín. Su tripulación estaba formada por siete hombres, además del señor Wickham, y el señor Rowlett, el comisario.

Habiendo despachado al "Beagle" y al "Hope", yo disponía de tiempo para llevar a cabo el levantamiento de la costa en la vecindad de puerto del Hambre, y hacer un plano del puerto mismo. El tránsito y el círculo de altura, fueron establecidos, pero debido al estado muy desfavorable del tiempo, y la interferencia de otras ocupaciones, sólo pude establecer una serie de distancias cenitales del sol y de las estrellas, para la latitud.

Puerto del Hambre, un nombre bien conocido por todos aquellos que se han interesado sobre el estrecho de Magallanes, fue elegido por Sarmiento como el lugar más conveniente para levantar un establecimiento, y sugerido, a Felipe II rey de España.

El viaje de Sir Francis Drake a través del Estrecho al Pacífico, y sus éxitos contra las colonias españolas y el comercio en el lado occidental del continente de América, hicieron que el Virrey de Lima enviara una expedición para perseguir al “Corsario”, con órdenes de luchar y capturarlo, vivo o muerto.*[5] Esta expedición comandada por Pedro Sarmiento de Gamboa, quien ya se había enfrentado dos veces con Drake, consistía en dos naves, con un total de doscientos hombres armados, marineros y soldados; una fuerza que fue considerada suficiente para asegurar su captura.*[6]

Siendo el estrecho de Magallanes el lugar más probable donde encontrar a Drake, Sarmiento recibió la orden de dirigirse allí, y aprovechar la oportunidad para explorar sus costas.

Todo esto lo realizó de una manera encomiable, tanto por la excelente descripción escrita en su modesto diario, como por su entusiasmo emprendedor y perseverancia constante, mostrados ante las dificultades de naturaleza para nada insignificantes. Sobre sus informes de varios lugares habrá ocasión frecuente de referirnos. Nuestro objetivo, ahora, es dar un breve relato de la colonia.

Sarmiento zarpó de Perú (1583), y entró al estrecho de Magallanes desde el Pacífico. Después de experimentar muchos problemas serios, y escapando de peligros inminentes, en la parte occidental del Estrecho, donde el clima es tan riguroso y la tierra tan desolada, que no fue sorpresa que él quedara encantado con el verde, y la apariencia pintoresca de las costas al este del cabo Froward, y con la tierra despejada en las vecindades y al norte del cabo Vírgenes.*[7]. Después de mucha oposición del Duque de Alva *[8] y otros personajes poderosos, consiguió convencer al Rey de la conveniencia de fortificar las costas de la Primera Angostura, y fundar varios establecimientos dentro del Estrecho, para impedir el paso de naves extranjeras, en perjuicio de las colonias del Rey en Chile y Perú; porque en esa época no se conocía el paso por el cabo de Hornos. En consecuencia, se preparó una expedición, compuesta de veintitrés buques, bajo el mando conjunto de Diego Florez de Valdez y Sarmiento, siendo el primero nombrado Capitán General de la flota, y de la costa de Brasil y el segundo, Capitán General del estrecho de Magallanes, y Gobernador de los establecimientos que deberían fundarse dentro de él.

De los veintitrés buques que zarparon de España, solo cinco llegaron a la entrada del Estrecho, y estos, después de experimentar muchas dificultades debidas al mal tiempo y a la falta de vientos regresaron a Río de Janeiro para reparaciones, donde Sarmiento se reunió con cuatro veleros que habían sido enviados desde España en su socorro. Su compañero y General en Jefe, Florez, quién había abandonado la expedición, hizo todo lo posible por obstaculizar a Sarmiento, hasta el último momento de su estada en Brasil. Por último, sin embargo, cinco naves, comandadas por Ribera y tripuladas por quinientos treinta hombres,*[9] zarparon; y, sin encontrar nuevas dificultades o detenciones, arribaron al Estrecho en Diciembre (1584) y luego encontraron un fondeadero, entre la Primera y Segunda Angostura.

Ribera no siguió más lejos, pero desembarcó cerca de trescientos hombres, tras Sarmiento. Una ciudad fue trazada, y bautizada Jesús,*[10] en un valle bien provisto de agua. El [11]naves fueron arrastradas por el viento al mar, dejando a los colonos en la miseria, por suerte, sin embargo, ellas fueron capaces de volver, pero después de cuatro veces, fueron obligadas a hacerse a la mar, debido a las inclemencias del tiempo. En el último intento, una de las naves, la “Trinidad”, se varó en la costa. El fervor de Ribera fue apagado por las repetidas desgracias, regresó a España, sin el conocimiento o consentimiento de Sarmiento, dejando, para el uso de la colonia, solamente una nave, la “María”. Mientras descargaban la “Trinidad”, los españoles fueron atacados por los indios, a quienes dispersaron.

Sarmiento, después de hacer los preparativos necesarios en Jesús, partió por tierra con cien hombres, hacia punta Santa Ana,*[12], a la nave “María” se le ordenó seguirlos. En el viaje, los sufrimientos de la gente fueron muy grandes, tanto por la naturaleza fatigosa de la marcha, como por el hostigamiento de los nativos, con los que tuvieron un enfrentamiento, en el cual uno fue muerto, y diez hombres fueron heridos. Entonces estalló un motín entre sus hombres, el que fue sofocado con la ayuda de la nave. Por fin llegaron a su destino, y fundó, con las solemnidades de costumbre, la ciudad del Rey Felipe ( o San Felipe).

En los últimos días de marzo, mientras construían las habitaciones, el invierno se dejó caer tan de repente, que por quince días no cesó de nevar. Sarmiento, entonces, después de sofocar un motín que había estallado nuevamente entre los soldados, se embarcó con treinta para visitar Jesús, y supervisar la construcción de fuertes en las Angosturas; pero al llegar al fondeadero, una tormenta de viento los obligó regresar al mar, y, pasados veinte días, le obligó (con su gente enceguecida y congelada) dirigirse a Río de Janeiro.

Allí su nave fue varada, tras lo cual fletó un velero para transportar harina hasta el Estrecho, y fue personalmente a Pernambuco, para adquirir botes de gran tamaño para llevar suministros a su colonia, y ayudar en la recuperación de su nave encallada; sin embargo, esta había derivado, y hundido cerca de Bahía; y todas sus embarcaciones fueron destruidas. Aún Sarmiento perseveró en sus fervientes esfuerzos para socorrer a sus amigos en el Estrecho; y tuvo éxito en la adquisición de un velero de cincuenta o sesenta toneladas, el cual, cargado con armas y todo lo que consideró de utilidad, zarpó, y arribó a Río de Janeiro un mes después de la partida del primer buque (Enero 1585). Continuó, pero en latitud 39° se encontró con un furioso temporal, que lo llevó de regreso a Río de Janeiro, donde el buque que lo había precedido había regresado en busca de auxilio.

Decepcionado por sus intentos de llevar socorro a la colonia, decidió ir a España, pero en su viaje hacia allá, para completar la serie de sus desgracias, la nave fue capturada por tres buques ingleses, y llevado a Inglaterra, después de lo cual la desafortunada colonia del Estrecho fue descuidada, pero no completamente olvidada.

Dos meses después que Sarmiento dejara el estrecho de Magallanes, en el mes de agosto, mediados del invierno en esa región, la gente perteneciente al primer establecimiento en Jesús partió por tierra, y se unió al de San Felipe, con las desagradables noticias de su deplorable estado. Pero como las provisiones en San Felipe eran insuficientes para apoyar a toda la gente, Andrés de Viedma, quien, después de la partida de Sarmiento, había asumido el comando, envió doscientos soldados, bajo el mando de Juan Iñiguez, de regreso a Jesús, con el propósito de que se comunicaran con cualquier buque que podría hacer su aparición, y aguardaran el esperado regreso de Sarmiento; pero el invierno y el siguiente verano pasaron sin ningún auxilio.

En este lamentable estado, los colonos se vieron obligados en pensar sólo en procurase su seguridad, y construyeron dos botes; en los cuales se embarcaron cincuenta personas, además de Viedma, Suarez, un fraile franciscano llamado Antonio, y cinco mujeres españolas. No habían llegado más allá de punta Santa Brígida,*[13] (a) Por isla Nassau se entiende la tierra que forma la costa sur de la Segunda Angostura.-R.F.[14] cuando uno de los botes encalló en un arrecife, y se perdió, pero la gente fue rescatada. La pérdida de esta embarcación los llevó a renunciar a toda esperanza de salvarse a sí mismos por este medio; y Viedma, con Suárez, el fraile y veinte soldados regresaron a San Felipe en el bote que quedaba, dejando al resto del grupo, consistente en treinta hombres y cinco mujeres, para que se mantuvieran a sí mismos como pudieran ante la proximidad del invierno. Después que esta estación hubo pasado, Viedma envió a recoger a los extraviados, pero se pudieron encontrar solamente quince hombres y tres mujeres; el resto había muerto de hambre y enfermedades. Los sobrevivientes habían decidido ir al primer establecimiento en Jesús, en cuyo camino pasaron junto a los esqueletos de los doscientos que habían sido destacados primero. Viajando hacia adelante, observaron tres buques que entraban al Estrecho, los cuales fondearon a la distancia hacia el sur. Durante la noche, Viedma y sus compañeros encendieron grandes fogatas, suponiendo que las naves pertenecían a su propia nación. A la mañana siguiente, una embarcación fue despachada desde ellos; y tres del grupo de Viedma fueron autorizados para ir a reconocerlos. Habiéndose acercado lo suficiente, hicieron una señal, tras la cual, la gente de la embarcación remó hacia la playa, e informaron que eran de Inglaterra, con destino a Perú, y que si los españoles querían viajar, tenían mejor que embarcarse. Después de algunas dudas, surgidas del temor de confiarse en el poder de los herejes, consintieron, y a uno se le permitió embarcarse pero los otros dos se quedaron en la playa. En la embarcación iba el emprendedor Cavedish*[15], en persona quien, al oir los detalles de su historia, envió a los otros dos soldados a Viedma, ofreciéndole llevarlo a él y al resto de su gente a bordo. Cavendish volvió a su nave, pero, sin más demora, navegó hasta la isla De los Patos (isla Santa Magdalena), donde sin prisa salaron seis barriles de pingüinos, y luego continuó a San Felipe, por madera y agua; permaneció allí cuatro días (durante dicho tiempo destruyó las casas de los españoles, y embarcó seis cañones); y de allí continuó su viaje. La persona salvada por Cavendish, cuyo nombre era Tomé Hernández, después se le escapó en Quintero, cerca de Valparaíso; y prosiguió a Perú, dando cuenta de la suerte de esta cruelmente descuidada colonia.

Este fue el primero, y tal vez será el último, intento hecho de ocupar un territorio, que ofrece ningún estímulo para un ser humano; una región, donde el suelo es pantanoso, frío, y no apto para el cultivo, y cuyo clima es realmente sombrío.

El nombre, San Felipe, terminó con la colonia; ya que Cavendish lo llamó puerto del Hambre, en alusión al destino de los colonos, todos ellos, excepto el hombre que se llevó, y uno salvado dos años después (en 1589), según Andrew Maricke*[16], perecieron de hambre y las correspondientes enfermedades; y por este nombre la bahía ha sido conocida universalmente. Para conmemorar al desafortunado pueblo, un montaña densamente poblada de árboles en el fondo de la bahía, que forma un objeto pintoresco y llamativo, ha sido llamado por nosostros monte San Felipe.

En este puerto, Sarmiento, en su primer viaje a través del Estrecho, se comunicó con un numeroso grupo de indios, Como consecuencia de lo cual la llamó bahía de la Gente; y al río, que ahora lleva el nombre de Sedger, lo nombró San Juan. De este río Sarmiento tomó posesión formal, así como de la totalidad del Estrecho, para el “ Muy poderoso y muy católico señor Felipe Segundo”. También fue aquí donde, como consecuencia de la milagrosa conservación de su buque en muchas ocasiones, trató de cambiar el nombre del Estrecho por estrecho de la Madre de Dios; pero había sido por mucho tiempo llamado Magallanes, para que aún la influencia de Sarmiento, respaldada por el poder de Felipe, persuadieran al mundo permitir tan grande injusticia.

“Magallanes, señor, fue el primer hombre que abriendo este camino le dio nombre” Ercilla Araucana, Cant. I. oct. 8

Durante una excursión con el señor Tarn a bahía del Águila,*[17] más allá del cabo San Isidro, encontramos muchos wigwams. Ellos fueron en esa ocasión una novedad para nosotros, y éramos ignorantes que eran indicaciones ciertas de lugares muy protegidos, como la experiencia posterior nos mostró que eran. A menudo los usamos, después de haberlos limpiado bien: la vela del bote, tirada sobre su techo hemisférico, era suficiente protección de la lluvia; y del viento estaban siempre bien protegidos por su ubicación. Aquí vimos, por primera vez, al más extraordinario pájaro el pato a vapor. Antes que las embarcaciones a vapor fueran de uso general, esta ave fue denominada, por su rapidez en volar a ras sobre la superficie del agua, el “caballo de carreras”, un nombre que se encuentra frecuentemente en los viajes de Cook, Byron y otros. Es un pato gigante, el más grande con que me he encontrado. Tiene las patas traseras palmeadas, ubicadas lejos atrás, y otras características de los patos oceánicos.*[18] La principal peculiaridad de esta ave es, lo corto y extraordinariamente pequeño tamaño de sus alas, las cuales, no tienen el suficiente poder para levantar el cuerpo, sólo sirven para impulsarla a lo largo, en lugar de a través del agua, y son utilizadas como las paletas de un buque a vapor. Con la ayuda de estos y sus fuertes y anchos pies palmeados, se mueven a una velocidad asombrosa. No sería exagerado afirmar que su velocidad es de doce a quince millas por hora. La peculiar forma del ala y las plumas cortas y rígidas que la cubren, junto con la capacidad que esta ave posee para permanecer un largo período de tiempo bajo el agua, constituye un vínculo notable entre los géneros Anas y Aptenodytes. Ha sido observado por muchos navegantes antiguos. El más grande que encontramos medía cuarenta pulgadas, desde el extremo del pico, a la cola, y pesaba trece libras; pero al capitán Cook menciona, en su segundo viaje, que el peso de uno fue de veintinueve libras.*[19] Es muy difícil matarlo, debido a su cautela y a la gruesa capa de plumas, la cual es impenetrable por cualquier cosa mas chica que un tiro para cisnes. El sabor de su carne es muy fuerte a pescado, que al principio los matamos solamente para muestras. Cinco o seis meses, sin embargo, salados, hizo a muchos pensar que tal era un alimento sabroso, y los marineros nunca perdían la oportunidad de comerlo. He preferido estos patos a la carne de res salada, pero más como medida preventiva contra el escorbuto, que por gustarme su sabor.

Soy reacio a modificar los nombres, particularmente en historia natural, sin una buena razón, pero en este caso creo que el nombre de “vapor” es mucho más apropiado y descriptivo del rápido movimiento de paletas de estas aves, que la de “carrera de caballos”. Creo, también, que el nombre de “vapor”es ahora generalmente dado a ellos por aquellos que han visitado estas regiones.

Muchas conchas*[20] se tomaron del fondo mediante una aparejo que el Sr. Tarn encontró en los wigwams: era un palo en bruto, ocho a diez pies de largo, con una hendidura en cruz en un extremo, abierto de manera de formar cuatro puntas, mantenidas separadas por dos pequeñas piezas de madera. Aunque hecho toscamente, estaba excelentemente adaptado para recolectar conchas, y es utilizado por los indios para recoger huevos de mar, que se encuentran en el Estrecho de tamaño muy grande, y son, sin duda, para ellos, de gran exquisitez.

Durante nuestra excursión determinamos el mejor sitio para subir a la montaña nevada, desde entonces llamada “Tarn”, y el cirujano, cuyo nombre lleva, partió con un grupo de oficiales para hacer el intento, el cual lo logró, y obtuvo un vista tan extensa que me persuadió a decidirme a subirlo, pocos días después, para obtener demarcaciones desde la cumbre, y con el propopósito de medir su altura con un barómetro.

Mientras tanto visité el río Sedger (El río San Juan de la Posesión según Sarmiento), y encontré algunas dificultades para entrar en él, a causa de varios bancos que quedan en seco en bajamar. Entre estos, sin embargo, la corriente mantiene abierto un pequeño canal, mediante el cual logramos nuestro propósito. Cada temporal de viento hace que los bancos cambien, y entre el tiempo de nuestra primera , y la última visita a puerto del Hambre, la boca del río sufrió muchos cambios. El lecho del río está tan lleno de árboles caídos, que no pudimos ir, con la embarcación, más de tres millas y media de la entrada; allí había cerca de quince yardas de ancho, limitada a ambos lados por bancos con bosques tupidos, de altura moderada. Los árboles de estos bancos son grandes, principalmente de las dos especies de Haya antes mencionadas y de corteza de Winter; hay además muchos arbustos y una impenetrable maleza de Arbutus, Berberis y grosellas. El árbol de Haya más grande que vimos no podía haber tenido menos de treinta o cuarenta pulgadas de diámetro, lo cual era insignificante comparados con los informados por el comodoro Byron. Al describir su excursión hacia este río, el menciona: “árboles que podrían proporcionar a la armada británica de los mejorés mástiles del mundo.”*[21] “Algunos de ellos son de gran altura, y más de ocho pies de diámetro, que es proporcionalmente más de ocho yardas de circunferencia”. [22] El comodoro puede haber quedado satisfecho por la apariencia de estos árboles, pero debe haber imaginado su calidad y dimensiones tal como él las describe. Los más grandes están generalmente podridos en el corazón, y todos son más o menos defectuosos. Su madera es pesada, y lejos muy quebradiza para mástiles: no los pudimos usar ni siquiera para bicheros. Se hacen, sin embargo, tablones aptos para la construcción de embarcaciones, y cuando curado, podrían utilizarse en las naves. Para fines comunes, tales como casas o cercas, serían muy útiles.

Recorrimos los alrededores para inspeccionar el territorio; pero, con excepción del rastro de algún cuadrúpedo, cuyos pies eran pequeños y partidos, algo parecidos a los del cerdo, no vimos nada nuevo. Las huellas de zorros eran numerosas en todas partes. No encontramos peces de cualquier tipo en el río. Gansos y patos salvajes eran numerosos, cuyas crías en este tiempo apenas se movían, y eran presas fáciles. También observamos aquí, por primera vez, al loro, que Bougainville describió ser comunes en el Estrecho. Llevó con él muestras; pero algunos naturalistas de la época decidieron que eso debería haber sido un error, porque, como se afirmó, loros no existían en latitudes tan altas. Bougainville, sin embargo, no se equivocó, ya que la especie*[23] es muy abundante en los alrededores de puerto del Hambre, y han sido vistos por nosostros en todas las partes del Estrecho. La existencia de esta ave en Tierra del Fuego es también mencionada por Cook y Narborough.*[24] [25] Todos los informes de puerto del Hambre dan cuenta de la abundancia de peces, pero hasta ahora no hemos sacado ninguno excepto con anzuelo y linea, también hemos lanzado frecuenemente la red de cerco. Por fin sin embargo, en la primera semana de febrero, tuvimos éxito en sacar lisas y pejerreyes, muchos de los primeros pesando ocho libras, y de los últimos midiendo quince pulgadas de largo. Después de esto, a menudo fuimos muy afortunados, y en una ocasión pescamos, en un lance de la red, mil seiscientos pejerreyes, algunos pesaban dos libras, y medían veinte pulgadas de largo. Unos pocos días antes tuvimos una pesca de lisas, que sirvió para las tripulaciones de ambos el “Adventure” y el “Beagle” por tres días. Gansos, patos silvestres y cercetas, serpientes, de vez en cuando perdices, fueron encontradas cuando dábamos una corta caminata; no había, sin embargo, cuadrúpedos aptos para la alimentación que pudiéramos cazar. Zorros y gatos salvajes fueron vistos ocasionalmente, y huellas de patas de animales grandes de raza felina, probablemente un puma, fueron vistas una vez en la playa. Encontramos muchas huellas de caballos, lo que mostró que los indios patagones a veces vienen hasta tan al sur. Si hubiésemos tenido la fortuna de haberlos encontrado aquí, podríamos haber obtenido, quizás, un abastecimiento regular de carne de guanaco.

El 9 de febrero, como el tiempo parecía favorable para ascender al monte Tarn,*[26] el teniente Cooke, el cirujano, y Anderson, el recolector botánico, partieron de avanzada para seleccionar un lugar apropiado para pasar la noche, llevaron con ellos una carpa y provisiones. Yo los seguí más tarde ese día, y, mientras la tripulación del bote arreglaba la carga, hice algunas observaciones con un barómetro en la playa.

Nuestro camino nos condujo a través de una maleza espesa, y a continuación, con un ascenso gradual, entre árboles caídos, cubiertos con una gruesa capa de musgo, que en cada paso nos hundíamos hasta la rodilla antes que pudiésemos encontrar donde poner el pie firme. Era un trabajo muy laborioso, y el suelo estaba saturado, y cada árbol chorreando humedad, por lo que pronto estuvimos empapados. Continuamos por el mismo tipo de camino hasta una subida empinada; algunos del grupo caían frecuentemente en los hoyos profundos cubiertos por el musgo, o tropezando con los troncos caídos de los árboles. Como yo llevaba un barómetro estaba obligado a proceder con cautela, y logré salir de esta selva sin accidente. Después de caminar cerca tres cuartos de hora en esta dirección, llegamos a un espacio abierto, donde descansamos, y pude instalar el barómetro. Aquí encontramos un ciprés de crecimiento muy atrofiado.

Nuestro camino era ahora más bien variado, siempre empinado, pero a veces libre de impedimentos. Aquí y allá observamos que el suelo pantanoso estaba cubierto por una pequeña planta (Chamitis sp.) de carácter áspero, que crecía tan espeso y junto como para formar grandes manchones, sobre los cuales caminábamos como en el suelo duro. Nos abrimos paso a duras penas entre varios matorrales mal desarrollados de hayas, con una tupida maraña de Berberis debajo, cuyas fuertes y afiladas espinas penetraban nuestras ropas en cada paso; y comenzamos a encontrar el cansancio muy agobiante: algunos tripulantes de mi bote sufrieron mucho, pues no estaban acostumbrados a tales ejercicios. Por fin nos acercábamos al lugar donde el señor Cooke y su gente habían acampado, y luego de saludarlos, fuimos reanimados por una ovación como respuesta. Llegamos al campamento muy cansados, y encontramos, para nuestro gran consuelo, la carpa levantada y encendido un buen fuego.*[27] El terreno estaba tan extremadamente húmedo, que aunque dormimos sobre ramas, que formaban una capa de por lo menos un pie de espesor, nos encontramos, en la noche, tendidos como en un pantano, y padeciendo del frío, aunque teníamos un gran fuego llameante a nuestros pies. En la mañana del día siguiente, justo cuando estábamos partiendo, una embarcación fue vista navegando cerca de cabo San Isidro, que, con la ayuda del telescopio, vi que era el “Hope”.

Continuamos el ascenso, y pasamos sobre, en lugar de através, matorrales de hayas con sus hojas descompuestas, las que, por su exposición a los vientos predominantes, se levantan no más alto de doce o catorce pulgadas de la tierra, con ramas ampliamente repartidas, entrelazadas tan estrechamente, que formaban una plataforma que soportaba nuestro peso al caminar. Luego atravesamos una extensa meseta,*[28] cruzada por muchos charcos de agua. El Sr. Tarn le disparó a dos chorlitos de una nueva especie (Charadrius rubecola, Zool. Jour. Vol. IV p.96) y a una agachadiza. A continuación, subimos trescientos o cuatrocientos pies, y cruzamos una quebrada profunda. El fondo de la quebrada era barro en estado de descomposición, pero la superficie de la tierra estaba sembrada de guijarros de granito. Otra meseta, con muchos charcos, siguió; los espacios intermedios estaban cubiertos con matas de chamitis, salpicados aquí y allá con pequeños grupos de hayas enanas; pero el suelo era tan duro, y firme,que avanzamos rápidamente, sin fatigarnos, hasta que alcanzamos una altura de 1.880 pies, donde el ascenso se puso muy empinado. Cerca de la cima había una gran masa de nieve, que se derretía rápidamente. Llegamos a la cumbre más alta del monte a las siete (habiendo salido de nuestro lugar de descanso a las cuatro), e inmediatamente instalamos los instrumentos. Me vi obligado a valerme de la ayuda del Sr. Tarn para sostener el barómetro, mientras dos tripulantes de mi bote sostenían las bases del teodolito, porque el viento soplaba muy fuerte y el borde del precipicio estaba cerca de nosotros, perpendicular por varios cientos de pies, y luego hacia abajo tan empinado, que cualquier cuerpo que pasara por sobre caería por lo menos unos mil pies. La base del teodolito fue colocada inevitablemente a muy pocas pulgadas del borde, y yo tomé una ronda de ángulos, sufriendo, sin embargo, el dolor intenso del frío cortante del viento, que, calientes como estábamos por el ascenso, cayó, a una temperatura no menor a 39°. Yo llevaba muy poca ropa, y debería haberlo pasado mal, si no hubiese sido porque uno del grupo me prestó su chaqueta Flushing, mientras él bajaba a sotavento de la cima de la montaña para hacer una fogata. El barómetro se situó en 26,618, la temperatura del aire era de 40°, y la del mercurio 43°.*[29] Desafortunadamente el día estaba muy nublado y muchos chubascos de aguanieve y lluvia que obscurecían los cerros, pasaron mientras yo estaba tomando demarcaciones. Al N.E., hacia el supuesto canal Sebastián, el horizonte estaba muy brumoso para permitir ver mucho. Una entrada profunda se veía en esa dirección, pero si la tierra la rodeaba, o si había un canal en el fondo, no podíamos distinguirlo. Un considerable cuerpo de agua se observaba hacia el sur de cabo San Valentín, detrás de bahía Lomas, pero su extensión estaba tapada de nuestra vista por los cerros de bahía Lomas. Parecía ser un canal, el lado opuesto o lado este de él estaba formado por las altas cordilleras vistas previamente desde punta Santa María. Puertos San Antonio y Valdez de Córdova se veían claramente, pero, hacia el sur, todo estaba envuelto en niebla.

Cuando las demarcaciones y observaciones, que me ocuparon carca de dos horas, estuvieron terminadas, todos nos trasladamos a una grieta protegida en la roca cercana a nuestra estación, donde pronto recuperamos el uso de los dedos.*[30] Habiendo logrado nuestro objetivo, comenzamos el descenso. En un lugar relativamente tranquilo y agradable, volví a instalar el teodolito y el barómetro, mientras algunos del grupo hacían intentos infructuosos de encender un fuego. La altura, según el barómetro, resultó ser de 1.845 pies sobre el nivel del mar; y las demarcaciones desde esta estación fueron mucho mejores que aquellas que había tomado en la expuesta cumbre.

Llegamos a nuestra carpa al mediodía, después de haber estado ausentes siete horas. A las tres llegamos a la playa, donde el barómetro marcó 29,312 (el aire 61°,3 y el mercurio 62°,5).

Excepto cerca del mar, donde la arcilla (muy similar a la de punta Santa Ana, pero con opuesta inclinación) se podía ver, el costado del cerro estaba revestido con árboles y maleza, y no se veían rocas hasta que uno llega a la quebrada. Alrededor de la cumbre del monte Tarn el suelo es árido, pero tan cubierto de pequeños fragmentos en descomposición, que la roca sólida sólo aparece de vez en cuando: es muy dura, y se rompe con una fractura conchoidal: algunas de las muestras que desprendimos llevaban distintas huellas de restos orgánicos. También encontramos, sobresaliendo de la roca en la cual están incorporados, nódulos, o pequeñas porciones redondas de piedra, en avanzado estado de descomposición, carcomidas en forma laminal algo parecido a las hojas interiores de un repollo. Sacamos varias cuidadosamente, pero antes de que llegáramos a bordo se habían desmenuzado en pedazos: el nucleo era totalmente duro, pero estaba rodeado por láminas concéntricas, más quebradizas cuanto más cerca estaban de la superficie externa. Parecía como si la superficie de la cumbre mencionada anteriormente estuviese cubierta de fragmentos descompuestos de estos nódulos.

Las partes más altas del monte forman una cadena que se extiende SE y NO, siendo una sucesión de capas de roca de pizarra, sumergiéndose hacia el este, con un ángulo de 15° a 20° desde el horizonte. Las capas son muy estrechas, y separadas unas de otras por venas de cuarzo, muchas de las cuales están en un estado cristalizado. Llegamos al buque alrededor de las siete, y nos encontramos con que el “Hope” y su gente habían hecho un buen trabajo. Su crucero resultó interesante, en lo que respecta a la geografía del Estrecho, y un resumen de él se adjunta.

Las órdenes del Sr. Graves eran levantar el canal Sebastián, pero en el caso que viera cualquier cosa más interesante hacia el SE. se le permitía aplazar este trabajo para otra oportunidad. El “Hope” cruzó el Estrecho, y fondeó en una pequeña bahía, formada entre las dos puntas salientes del cabo Valentín, donde algunos pequeños defectos del velero fueron remediados, y se obtuvo una buena ronda de ángulos desde la cima del cabo donde había una hermosa vista. El terreno era bajo, ondulado, y desprovisto de árboles. Desde una estación cerca de dos millas tierra adentro, hacia el este, se observó un gran cuerpo de agua hacia el sur, formando un canal, o un profundo seno, lo que los decidió a continuar su examen, en lugar de arriesgar a la tripulación en una bahía profunda que se suponía comunicar con el canal San Sebastián, a bordo de un velero cuyas capacidades eran desconocidas. Varios hogares y restos de wigwams fueron vistos, estos últimos, sin embargo, muy diferentes, tanto en la forma como en los materiales, a los de puerto del Hambre, ya que el terreno siendo desprovisto de árboles, ellos fueron construidos con maderas a la deriva, apiladas en forma cónica.

Al contornear cabo Valentín, el “Hope” se dirigió hacia el sur, manteniendo la tierra a la vista. Por la noche fondeó en caleta Philip Gidley, en el fondo de bahía Willes, donde estuvo detenido por mal tiempo hasta el 29 de febrero. Las orillas de bahía Willes están densamente cubiertas de madera, que crece desde el borde del agua, excepto en el lado SO. La gran abundancia de choros y lapas atrae a los indios, cuyos wigwams se encontraban en pie, y debido al color verde de sus ramas, parecía que habían sido levantados recientemente. Después de dejar bahía Willes, el “Hope” visitó bahía Fox y el seno Sr. Edward Owen, el cual, se pensaba que conduciría dentro de bahía Lomas, al frente de puerto del Hambre; pero, después de recorrerlo diez millas, llegaron a aguas poco profundas, y como no había corriente o flujo de la marea, ellos desembarcaron, y encontraron que una milla y media más lejos, el seno terminaba en una tierra baja. Otro día, mientras navegaban a lo largo del lado sur del seno Brenton vieron cerca de la playa el humo de las fogatas de los indios. Como esta era la primera vez que se habían visto nativos en esta parte, el rumbo fue dirigido hacia ellos hasta que el “Hope” fondeó. Entonces tres indios se acercaron, levantando la piel de algún animal, e invitándolos a desembarcar. Arriaron el serení y los Srs. Wickham y Rowlett, con Robinson, el piloto, fueron a la orilla. Los fueguinos le regalaron una piel de zorro a cada uno del grupo, quienes en retribución le dieron algunas baratijas. Después de una breve entrevista el bote los dejó, y ninguna otra comunicación se tuvo esa noche. A la mañana siguiente una canoa fue hasta el velero, con tres jóvenes, dos mujeres y tres niños, el más joven de no más de cuatro meses. Tan pronto como estuvieron a su costado los hombres fueron a bordo y comenzó un activo tráfico de todos los objetos de valor que ellos poseían, por unos pocos botones, una botella de vidrio, o un envase vacío para conservar carne, muchos de sus bienes fueron intercambiados. Tenían varias pieles de zorro, pero no otro tipo de pieles, excepto las que ellos llevaban puestas, que eran de lobo marino o guanaco: y aunque varios llevaban una piel de pingüino suspendida de una faja, algunos estaban sin ni siquiera esa covertura. Esta canoa fue seguida por otra, que tenía un anciano, de sesenta o setenta años, con una barba gris, una mujer de edad avanzada, y dos niños. Antes de venir al costado dejaron sus perros en la orilla.

Aunque la visita de estos indios no duró mucho, tuvieron tiempo suficiente para robar. Uno de los jóvenes, que fue visto yendo a la canoa, nervioso, por su forma, sospechamos que había robado algo, un tarro de hojalata fue encontrado oculto bajo su manto. Como había muchas probabilidades de su pronta separación, y el Sr. Graves temió que un castigo causaría una ruptura, solamente lo hizo desembarcar del velero; el resto pronto lo siguió, y desembarcaron. Hicieron una fogata, los hombres se sentaron en cuclillas alrededor, mientras las mujeres fueron enviadas a recolectar mariscos.

Tan pronto como los nativos terminaron de comer, se embarcaron, y se dirigieron hacia el este. Al día siguiente nuevamente visitaron el “Hope”, pero en consecuencia, quizás, de lo sucedido el día anterior, no se aventuraron al costado, hasta que fueron invitados por las palabras: “ho-say, ho-say”, que significan “ven, ven”. En pocos minutos la confianza fue restaurada, y comenzaron a trocar. El intercambio fue abierto por una de las mujeres que hizo como ofrenda de paz un collar de conchas, en devolución de los cual, gorras rojas, y medallas fueron entregadas a cada una de las mujeres y los niños. El “Hope” fue de allí a caleta Lavasa, donde la tripulación lavó sus ropas, y reemplazó un palo roto.

En dirección SE desde esta caleta parecía que había un canal importante que se dirigía hacia el SE, y hacia el sur había un seno profundo, hacia el cual ellos se dirigieron la mañana siguiente; pero habiendo avanzado cerca de dos millas, la tierra del cabo Expectación tendió repentinamente rodear hacia el este, y un canal largo y angosto se abrió, que parecía que comunicaba con el Estrecho, al sur de puerto San Antonio. Procedieron a través de este canal, que tenía una dirección muy recta, y se estrechaba gradualmente desde puerto Waterfall, donde tiene dos millas y media de ancho, hasta caleta Passage, donde escasamente tiene tres cuarto de milla, y allí ellos fondearon.

Entre puerto Waterfall y caleta Passage, un grupo de nativos fue visto, pero siendo probablemente los mismos que fueron encontrados en caleta India, no le prestaron atención a sus saludos y a los fuegos de invitación.*[31] El Hope entró al Estrecho, al este de una abertura llamada entonces seno Magdalena, su paso por lo tanto fue a través del canal San Gabriel de Sarmiento.

Por la noche, cuando entre cabo Froward y puerto San Antonio había un fuerte temporal del SO que llevó al pequeño velero rápidamente hacia cabo San Isidro, y, al amanecer de la mañana siguiente, estaba en la ubicación en que lo vimos nosotros, mientras ascendíamos el monte Tarn.

  1. * Último viaje, p.120
  2. *De la atenta lectura del viaje de Magallanes, últimamente había sido inducido a pensar que esta es la montaña que Magallanes llamó “Campana de Roldán”. Sarmiento había, sin embargo, asignado este nombre a una montaña que está en la parte posterior de su bahía Campana, el cual se verá en su lugar apropiado. El nombre de monte Sarmiento era empleado por demasiado tiempo y muy arraigado entre nosotros, o yo habría tenido que restituirle el nombre otorgado por Magallanes. Herrera, en su Descripción de las Indias Occidentales, cap. XXIII, describe la “Campana de Roldán” como una gran montaña en medio de la entrada de un canal; ellos le dieron este nombre (Campana de Roldán) porque uno de los compañeros de Magallanes, llamado Roldán, oficial de artillería, fue a examinarla. “Y la Campana de Roldán una peña grande en medio al principio de un canal: dieron le este nombre porque la fue a reconocer uno de los compañeros de Magallanes llamado Roldán que era artillero.”
  3. *La medida angular, con un teodolito, desde la carpa, la base obtenida por la diferencia de latitud : 297,863 pies, y permitiendo 1/12 del arco interceptado por la refracción terrestre: 6.864 pies. Por medida angular con sextante (error de índice, dip, y 1/12 de arco interceptado permitido) la base es de 290,074 pies : 7.237 Por medida angular, con teodolito, desde bahía Warp, por los tenientes Skyring y Graves: 6.800 pies Media : 6.967 pies. Pero como la última observación, del ángulo de observación era más grande, parecería más correcto considerar 6.800 pies como su altura sobre el mar.
  4. * En una visita posterior, que abarcó un período de 190 días, solamente fue visto en veinticinco, y durante siete días solo fue visible constantemente. En los restantes dieciocho, sólo fueron vistas partes, y esas por unas pocas horas a la vez.
  5. * Viaje de Sarmiento, p. 25
  6. *Id.l.c.
  7. * Ver Burney, ii. p. 45, para un completo informe, también id. 71
  8. * Quién hizo un comentario al respecto, el cual se hizo famoso, “si una nave llevaba sólo anclas y cables, suficientes para su seguridad contra las tormentas en esa parte del mundo, debería ir bien cargado.” Burney Coll. Vol.ii.45
  9. *Burney,ii.51.
  10. *La situación de “Jesús”, debe haber sido aproximadamente a mitad del camino entre la Primera y Segunda Angostura, cerca de la punta llamada en las cartas N.S. de Valle,
  11. Valle, donde unas picos puntiagudos, dividen los valles cerca de la linea de la costa, son muy visibles. El “Beagle” fondeó allí, y encontró mucha agua dulce
  12. * cercana a puerto del Hambre
  13. * De la descripción de la costa por Sarmiento, punta Santa Brígida es la punta más saliente de la isla Nassau*
  14. – Ver Viaje de Sarmiento p. 220
  15. * Aanteriormente deletreado “Candish”
  16. *“Cerca de puerto del Hambre llevaron a bordo a un español, que era el único que quedaba vivo de la guarnición dejada en el Estrecho por Sarmiento. El relato dado por este hombre, según lo informado por Magoths, es, que había vivido en esos lugares por seis años, y era uno de los cuatrocientos hombres enviados allá por el rey de España en el año 1582, para fortificar y habitar ahí, para impedir el paso de todos los extranjeros por ese camino hacia el mar del Sur. Pero ese pueblo (San Felipe) y la otra colonia española fueron destruidas por el hambre, dijo que había vivido en una casa, por sí mismo, mucho tiempo, y se aliviaba a si mismo con su caliver (un tipo de arma de fuego) hasta nuestra llegada” Burney, ii. p.96. Este hombre murió en el viaje a Europa. Id.p.97
  17. *- llamada así por Bougainville
  18. * Pertenecen al grupo que el señor Temminck ha llamado ultimamente Hylobates, sin considerar el nombre hace tiempo conferido a ellos por el doctor Fleming. Yo lo designé Oidemia Patachonica, por sus grandes dimensiones, en mi comunicación sobre la ornitología de los Estrechos. Diario Zoologico, vol IV. p. 100. A mi regreso a Inglaterra, encontré que M. de Freycinet había estampado esta ave, en el informe de su último viaje en el “Uranie”, donde está descrito por los señores Quoy y Gaimard bajo el nombre de Micropterus brachypterus.
  19. * Segundo viaje de Cook, 4to.p.570
  20. * En las orillas de bahía del Aguila, obtuvimos una gran colección de conchas, entre las cuales había Margarita violacea, una hermosa Modiola, una nueva Pecten, y una delicada Patella de concha transparente. Estas cuatro especies fueron encontradas sujetas a las hojas flotantes de los sargazos, y servían de alimento al pato a vapor. También recogimos buenos ejemplares de Murex magallanica y un gran número de lapas del estrecho, que constituyen un importante artículo de alimentación de los nativos.
  21. * Viaje alrededor del mundo de Byron, 4to. p.38.
  22. I.c
  23. *Psittacus Smaragdinus, Gmel – No me cabe duda que el ave que vimos nosotros es la misma que llevó Bougainville y de la que da una descripción en la Encic., art. Ornito. 139 a pesar de que se ha cometido un error material, pues no son splendide viridis, ni es el uropygium rojo; en otros puntos la descripción es exacta. Ver Buffon, Hist. Nat. Des Oiseaux, v. 262. pl. Ent. n. 85, Perruche des Terres Magellaniques.
  24. * Dice Bougainville: “Hemos visto así mismo algunos loros, estos últimos no temen al frío”. A lo que el traductor inglés T.R.Foster, que no cree en la veracidad de la aserción de Bougainville, agrega la siguiente nota: “Perruches, probablemente papagayo de mar o
  25. halcón”. - Buffon también dudó del hecho, y el autor de la Histoire Naturelle, art. Oiseaux, tom. II. Pág. 322. sugiere la posibilidad de que sea un ejemplar proveniente de alguna otra parte del mundo, incluido por error entre los coleccuonados en el estrecho.
  26. * Llamado así porque el Sr. Tarn, el cirujano del Adventure, fue la primera persona que alcanzó su cumbre.
  27. * La altura de este lugar, como lo indicó el barómetro, en el ascenso, fue de 941 pies, y en el descenso de 973 pies.
  28. * En esta meseta el barómetro se situó en 27,767 la temperatura del aire 46°,5 y la del mercurio 47°,5, lo que dio una elevación de 1.327 pies.
  29. * El resultado de la observación barométrica para la altura del monte Tarn es el siguiente: Altura barómetro uno: ascenso : 2.567,7 descenso: 2.625,7 Media: 2.596,5 pies Altura barómetro dos: ascenso: 2.619,3 descenso: 2.596,7 Media: 2.608,0 Resultado: 2.602,2 Por medida angular desde el punto de observación, puerto del Hambre, con teodolito, permitiendo 1/12 de las interceptaciones debido a la refracción terrestre, la altura es de 2.850 pies. Otra observación, con sextante, dio 2.855 pies. La media de 2.852 la considero más correcta, dada la dificultad de obtener lecturas correctas del barómetro en la cumbre.
  30. * Por el higrómetro de Daniell, utilizado en este espacio protegido, encontré que la temperatura del aire era de 48°, el punto de rocío 41°, pero al exponer el instrumento al viento, el aire era de 39°,5 y el punto de rocío de 36. La diferencia de los primeros es de 7° y de los últimos 3°,5; de lo cual se obtienen los siguientes resultados: 8°,5 en el aire y 5° en el punto de rocío.
  31. * Fogatas hechas para atraer la atención, e invitar a los extranjeros a desembarcar