NapoleónNapoleónAntonio Ros de Olano
Silencio impuso, y le escuchó la Europa;
habló, y su voz fue estruendo de cañones;
marchó, y de sus infantes y bridones
cubrió la tierra innumerable tropa.
Lánzase, nuevo Atila, que galopa
sobre cetros y ruinas de naciones,
y es su lecho, en mitad de sus legiones,
la púrpura imperial con que se arropa.
Su madre fue la expiación: su cuna
la mecieron humanas tempestades:
la gloria amó; casó con la fortuna:
No tuvo origen ni dejó heredero...
Vino al mundo a marcarle dos edades...
¡Su nombre pertenece al orbe entero!