Muerte del General Maceo (Relato del suceso): Una refutación a la falsa oficial

Muerte del General Maceo (Relato del suceso)
de José Miró Argenter
Una refutación a la farsa oficial


Refutación a la farsa oficial.

WEYLER, AHUMADA, AROLAS, CIRUJEDA, SAN QUINTÍN, PERIODISTAS Y EL INFAME ZERTUCHA.


Llegan á mis manos algunos números de "La Lucha" que publican los partes oficiales del combate de Punta Brava, cortados por el patrón usual cuando no se tenía noticia del extraordinario suceso allí ocurrido; refundidos y ataviados luego, bajo los encantos de la novedad, al saberse por el infame Zertucha la muerte del famoso cabecilla.

Confieso que no tenía la menor intención de refutar el tejido de falsedades que arreglado burdamente por la farsa oficial, en complicidad con la prensa habanera, tan servil como estrafalaria, ocupa columnas enteras del mencionado periódico con trazas de proseguir aún; pero las insistentes súplicas de mis compañeros de armas, llenos de indignación por la felonía de Zertucha y anhelosos, como yo mismo, de que cuanto antes expíe sus delitos, me impelen á rebatir la especiosa información estampada en "La Lucha" y supongo que en otros papeles de análogo valer: ¡qué mucho que la realidad de aquel suceso no aparezca verosímil á fuerza de querer comprobarla por todos los medios imaginables!

En primer lugar, es falso que el miserable Zertucha se acogiera á indulto el dia 10 como se ha publicado en los periódicos; el 9 desertó de nuestras filas y el mismo dia solicitó y obtuvo la gracia que alcanzan los pérfidos y los cobardes. Interesaba á las autoridades españolas figurar de un modo ú otro en el desarrollo de aquellos acontecimientos, bien para presentarlos como resultado de felices combinaciones estratégicas, ya como obra sagaz de un admirable servicio de policía, por mediar en ello el paso de la Trocha hasta entonces enigmático; y de ahí que se publicara con un dia de atraso la presentación de Zertucha á fin de obtener de este rufián la revelación del enigma, base indispensable para el arreglo de los sucesos posteriores. Había que explicar satisfactoriamente la repentina aparición de Maceo en la provincia de la Habana y salvar á todo trance la responsabilidad que pudiera caberle al general Arolas, el vigilante insomne de la Trocha, dormido ó hipnotizado, no obstante, en el pasaje más culminante de su misión.

El coronel Tort, á quien llegó primero la solicitud de Zertucha (el dia 9), telegrafió en seguida al Marqués de Ahumada, en funciones entonces de Gobernador General, y éste apresuróse á obtener de Zertucha los datos necesarios para compaginar una información adecuada á las circunstancias, en la que la segunda Autoridad de la Isla interviniese de un modo decoroso, ya que el principal papel correspondía de hecho á Cirujeda.

Por el pronto tenemos al Marqués de Ahumada en antecedentes de lo que Maceo intentaba, por haber sorprendido correspondencia de éste dirigida á algunos jefes de la provincia de la Habana. Eso se llama pasarse de listo. Pero no sería extraño que el intrépido Weyler, último que supo el suceso, pretendiese adjudicarse todos los laureles de la jornada, subordinando a sus concepciones estratégicas los resultados obtenidos en la acción de Punta Brava ¿acaso su desfachatez no iguala á su ferocidad? Las primeras noticias que ha dado á conocer la prensa habanera se limitan á decir que “dos mil insurrectos parapetados fueron batidos por fuerzas de S. Quintín y guerrillas de Peral, al mando del comandante Cirujeda, decidiendo el combate por los españoles un ataque general á la bayoneta.” Dedúcese, pues, clara y lógicamente, que el jefe de San Quintín ignoraba en absoluto la presencia de Maceo en la provincia de la Habana y, desde luego, su muerte en dicha acción. Aun dispensándole á Cirujeda los mayores dotes de valor y pericia —ya que la cualidad de ser veraz la ha desmentido solemnemente— no es admisible la hipótesis de que hubiese atacado el campamento de San Pedro de tener algún dato positivo respecto á encontrarse allí el temible Maceo, ó en el supuesto de haberlo intentado, que un núcleo tal de insurrectos no hubiese adquirido un triunfo completo sobre 400 soldados de San Quintín. Apelo al juicio de la opinión imparcial.

Contradicción más palpable resulta aun á poco que se examinen las primeras notas oficiales dadas á la prensa, pues seguidamente á la diseminación de nuestras fuerzas por un ataque á la bayoneta de los valientes muchachos de San Quintín, aquellas se rehacen, toman la ofensiva y rescatan los cadáveres de Maceo y Gómez, que se llevaban los españoles en calidad de trofeo glorioso de la jornada. ¿Cómo se compagina aquella huida vergonzosa con la acometida posterior? … Pero ¿creerá todavía alguien que se dan cargas á la bayoneta? … Indigna es de la seriedad militar la farsa que á diario sirven al público los periódicos españoles para encandilamiento de ojos profanos. Puedo asegurar, y mantenerlo por la fe de mi honor, que jamás, en los 138 combates en que he tomado parte, al lado siempre del general Maceo, he presenciado ninguna carga á la bayoneta. Bizarrías tales se han mandado retirar de la circulación, como los cañonazos de los cruceros de guerra sobre masas de insurrectos, los montones de muertos vistos y otras novelas por el estilo.

En el relato precedente he consignado que no pasaban de 250 hombres los reunidos en el campamento de San Pedro, y ahora agrego que no llegaban á 100 ginetes los que tomaron parte en la acción, circunstancia que se explica por lo inesperado del ataque y pertenecer al Arma de caballería todos los que estaban allí. No hubo toque de formación, ni de botasillas, sino únicamente el de á degüello, no siendo posible por lo tanto preparar convenientemente las fuerzas ni evitar otras cosas lamentables. Para sumarse allí los dos mil insurrectos que halló parapetados el comandante Cirujeda, hubiera sido indispensable la concurrencia de todas las fuerzas que operaban en la provincia, en su mayor parte entonces con el general Aguirre, como jefe de la División, quien se hallaba el mismo dia 7 á unas nueve leguas de Punta Brava sosteniendo combate con otra columna española, dato que conozco por "La Lucha" del dia 10r confirmado por el propio general Aguirre. Él comandante Cirujeda salió de Hoyo Colorado en la mañana del 7 para practicar el recorrido de su zona, y durante el trayecto vio un rastro como de 60 ginetes, los mismos que habíamos cruzado por allí pocas horas antes, indicio seguro que le sirvió para el ataque y colocación conveniente de sus fuerzas al tropezar con nuestra avanzada. Eso, y nada más, es todo lo ocurrido en aquel lance, que por una de tantas chiripas de la suerte ha sacado de la obscuridad el nombre de Cirujeda. Si en dicho combate no hubiese caido Maceo, ó de no presentarse el infame Zertucha por quien supieron las autoridades españolas el acontecimiento ¿qué recompensas se le otorgan al jefe de San Quintin? el coro de las alabanzas ¿cuánto hubiese durado?... Tenemos por seguro que éste se extingue en las mismas columnas de "La Lucha" al dia siguiente del suceso con la última perífrasis de la pluma venal de algún Cañarte, y aquellos no pasan de una simple propuesta, si acaso. Cirujeda, pues, alcanza gloria, fama, honores y su nombre se inmortaliza, gracias á la felonía del infame Zertucha, celebridad poco envidiable por cierto.

Es falso también que por las prendas que cogieron los guerrilleros españoles al despojar los dos únicos cadáveres encontrados sobre el campo, dedujera el jefe enemigo que eran de Maceo y el hijo de Gómez, pues ni aquellas prendas podían revelar tal deducción, ni es lógico suponer, si se sostiene el absurdo, que esos cadáveres no hubiesen servido de honorífico trofeo á los muchachos de San Quintín; á menos que el valor, el heroísmo, y las brillantes cargas á la bayoneta no desmayen y se frustren ante la decisión de un puñado de hombres. Los documentos publicados por la prensa, en calidad de testimonio irrefragable, no se cogieron en el despojo llevado á cabo por la gente de Cirujeda; ésta se limitó á rapiñar las prendas que tenían algún valor, como sortija, reloj, gemelentes de campaña, revólver, botas de montar, y siete centenes, omitidos en el inventario oficial, olvidándose de los papeles por considerarlos de ínfimo precio, Esos papeles estuvieron en mis manos algunas horas después de haber terminado la acción, cuando los cadáveres estaban ya en lugar seguro. Los recogió el infame Zertucha, como pudo haberlo hecho otro cualquiera, y al tratar de entregármelos le dije que los guardara, junto con el botiquín, hasta el día siguiente. Recuerdo, sin embargo, que al presentarme Zertucha aquellos papeles recogí una carta confidencial que entre ellos había, porque me interesaba su seguridad. Como los documentos de referencia no tenían ninguna importancia, se me olvidó reclamárselos á Zertucha, y éste, dicho se está, no volvió á hacerme mención de ellos, solicitada como se hallaba su negra conciencia por los estímulos de la traición.

Bajo el epígrafe "Una entrevista con el comandante Cirujeda", dice "La Lucha" del dia 9: "Nos refirió uno por uno los detalles del glorioso combate que acababa de librar contra los rebeldes y en que había muerto Maceo. A poco de comenzada la acción —dijo á nuestro redactor— observé la tenacidad con que el enemigo trataba de defender una determinada posición del campo, que por no ser estratégica, me llamaba la atención. Ordené una carga decisiva á la bayoneta y al empuje de mis soldados logré quedarme por completo dueño del campo. ¡Bien agenos estábamos todos que al apoderarnos de aquella posición había quedado en nuestro poder el cadáver del cabecilla mulato! Los rebeldes lograron rehacerse y cuando nos disponíamos a reconocer el campo, observé que un núcleo numeroso intentaba tomar la ofensiva contra mi endeble columna; ordené un nuevo ataque, que fué dado con tanto brio y coraje que el enemigo huyó disperso, continuando detrás de él la persecución cerca de dos kilómetros mas allá del punto donde había comenzado acción."

Esa posición no estratégica, que vio Cirujeda defendida con tenacidad por el enemigo, no sería otra que la ocupada por el pequeño grupo (6 hombres), al tratar de llevarnos el cuerpo del general Maceo, y ni entonces, ni antes, ni después dieron los españoles ningún ataque á la bayoneta. Continúa hablando Cirujeda y refiere al reporter de "La Lucha" que era ya "muy entrada la noche cuando se retiró del campo y que al convencerse de que uno de los muertos era Maceo, quiso salir inmediatamente, impidiéndoselo obstáculos insuperables etc." ¿Qué obstáculos serían esos? Si á Cirujeda no le cabía ya la menor duda de la muerte de Maceo, cuyo cadáver había quedado en el campo, ¿qué razón podía oponerse á que volvieran por su prestigio los valientes muchachos de San Quintín? Voy creyendo, por las mismas declaraciones de Cirujeda, que San Quintín sufrió un fuerte descalabro en la acción de Punta Brava y que su jefe pertenece á la familia de los Quijotes modernos, rama legítima de los trapaceros.

Según el mismo periódico, todos los testigos presenciales del combate convienen en que había entre los insurrectos una mujer como de veintidós años, muy hermosa, de buena estatura y de abultado pecho, que algunas veces gritaba ¡al machete! Hombre! y esos alegres muchachos de San Quintín ¿no la requebraron?..... Mentira parece que se inserten en los periódicos tales desatinos y desvergüenzas. También se ha publicado que el práctico de la columna encontró el cuerpo de Maceo, y sin sospechar quién era le quitó una sortija de oro que llevaba en un dedo. Al realizar esta operación Maceo le apretó la mano y con voz moribunda le preguntó… ¿qué cosa? preguntamos nosotros, pues el bien informado redactor de "La Lucha" deja la pregunta sin contestar. A tanto llega la farsa de los españoles en la época Weyleriana, y su afán de exhibición, que hasta á los muertos hacen hablar, si con ello pueden darse lustre y figurar en los estupendos relatos que publica la llamada prensa de información, cómplice y heraldo de los farsantes.

Claro está que el nuevo Iscariote (Zertucha) reveló a las autoridades españolas todo lo que él conocía de nuestro paso por la trocha del Mariel, aunque no los ardides que se pusieron en planta para realizar con éxito la operación, porque ni el general Maceo era hombre de divulgar sus planes, ni Zertucha gozaba de su confianza para hacerlo partícipe en asunto de tamaña gravedad, Zertucha sabía únicamente, lo supo dos dias antes de emprender la travesía, que se trataba de cruzar á la provincia de la Habana. Ha podido, pues, manifestar al Marqués de Ahumada que la operación se realizó por las inmediaciones del Mariel en la noche del 4 al 5, sirviéndonos de prácticos dos individuos cuyos nombres ignoraba Zertucha, que estando prisioneros dé los españoles habían logrado evadirse pocos días antes, encontrando entonces un paso franco por las cercanías del mencionado lugar. Ha podido también decir que ningún centinela nos dio el alto durante el peligroso tránsito, con algunos otros particulares de escasa importancia. Las autoridades españolas hubieron, como es consiguiente, de prohibirle á Zertucha que diera estos informes á la publicidad, compaginando entonces el novelesco pasaje en un bote pintado de negro por un mar embravecido, capaz, no obstante, de burlar la vigilancia de los cruceros de guerra surtos en el Lazareto del Mariel. Supongo que el orgullo de la marina española no consentirá que prevalezca una historieta de tal índole, prenda acusatoria para el buen nombre y prestigio de los guardianes de las costas de Cuba.

Demostrado como queda que Weyler no sabía absolutamente nada de nuestra presencia en la provincia de la Habana, y que el éxito obtenido por los españoles en la acción de San Pedro fué obra de la casualidad ó de la fortuna ¿qué representan y á qué conducen los elogios que se han prodigado á Weyler y á Cirujeda? ¿Qué valor encierran dentro de la sana crítica? Otra nación que no fuera la española habría tal vez premiado al jefe de la columna que batió al jefe rebelde, por el hecho de haber éste muerto en el combate; pero es seguro que al jefe superior del ejército le exige la responsabilidad debida y lo releva del mando. Mas una medida de ese carácter, no es posible esperarla de una nación que solo mantiene la seriedad para hacer el Quijote.

No me sorprendió la presentación de Zertucha. Había sospechado de ella tres horas después de su deserción y hube de comunicarle mis sospechas á los generales Aguirre y Diaz. Si no me resolví á concluir con su existencia miserable fué por mero escrúpulo de conciencia en atención á que no tenia aún ninguna prueba concreta respecto de su traición. Durante algún tiempo Zertucha logró conquistarse el aprecio del General porque esmeróse en cuidarlo mientras convalecía de la herida que recibió en uno de los combates de Tapia; pero, como rufián al fin, no tardó mucho en darse á conocer de todos los del Estado Mayor y mereció por unanimidad el dictado de sinvergüenza.

La falta de alcohol lo exasperaba, circunstancia que por sí sola era suficiente, dada la repulsión que el General sentía por los aficionados al licor, para que éste lo mirara con desprecio. En el Cuartel General estaba de médico interino por hallarse herido el Dr. Hugo Roberts, joven dignísimo y por todos apreciado.

Hombre trapacero, venal y miedoso, no es extraño que después de la catástrofe ocurrida, sobrecogido por el terror, buscase amparo entre los españoles para entregarse de nuevo á sus repugnantes vicios. Los bajos caracteres suelen tomar actitudes parecidas.

Todo cuanto ha publicado la prensa bajo la información de Zertucha, resulta plagado de contradicciones y dislates á poco que lo examine el crítico imparcial. En su prurito de mentir y de aparecer interesante en medio de tanta vileza, refiere sucesos que solo han tenido existencia momentánea en su calenturienta imaginación, y para dar gusto á determinados jefes españoles se complace en atribuir á Maceo supuestas opiniones sobre los méritos de aquellos, tan distanciados de la verdad como él lo está de la vergüenza. Dice que Maceo admiraba á Bernal, á Arolas, á Melguizo y á Echagüe. Respecto de este último, es muy cierto que el general Maceo lo consideraba por su conducta humanitaria y su modestia, recordando el hecho de habernos devuelto un herido, que cogió prisionero, después de haberlo mandado curar; además los partes oficiales del general Echagüe podían leerse porque no adolecían de la jactancia que siempre se notó en los de otros generales. Cuanto á Bernal, Arolas y Melguizo, los tres eran peores, en juicio de nuestro Jefe, y peores en todos los sentidos, moral y militarmente. Rectifico; lo de militarmente no le comprende á Arolas, pues como García Navarro, uno de los muchos héroes de la actual campaña, no se ha batido nunca.

Por fortuna, Zertucha no pudo completar su obra de traición por serle desconocido el sitio en que fué enterrado el cadáver de Maceo, que de lo contrario, es seguro que hasta allí hubiese guiado á los esbirros de Weyler.

El nuevo Iscariote con la recompensa que haya recibido por su felonía dícese que embarca para España. Termino con la siguiente estrofa del eminente poeta Nuñez de Arce:

"¿Adonde podrás huir
que no te alcance el castigo?
Te darán en vano abrigo
otros climas y otras playas;
pues donde quiera que vayas
irá tu crímen contigo."

Campamento de Manajanabo, Diciembre 22 de 1896.