Motivos de Proteo: 131
CXXX - Inconsecuencia aparente y perseverancia esencial.
editarUna inconsecuencia aparente, un cambio que el vulgo toma a prueba de versatilidad, puede ser, muy por lo contrario, acto de ejemplar consecuencia, acto de perseverancia en una idea más honda, en un propósito más fundamental que aquellos en que consiste el cambio: idea y propósito a cuyo natural desenvolvimiento se debe la eliminación de las formas gastadas que se abandonan y la adopción de otras nuevas; no de diverso modo que como el desenvolvimiento consecuente del germen está en pasar de la semilla a la planta, de la planta a la flor, de la flor al fruto: formas sucesivas cuyo impulso no para mientras persiste el principio vital que está presente en todas ellas y las enlaza las unas con las otras.
Inconsecuencia del árbol fuera dejar su vida inmovilizada en la flor, oponiéndose al tránsito de que nace el fruto: inconsecuencia para con la ley de su naturaleza. Quizá, si hubiera quien ignorase esta ley, viendo la flor intacta y permanente, mientras la de otros árboles había cuajado en fruto, diría: «¡Oh árbol consecuente, que no desampara la leve envoltura de la flor, y emplea, en mantenerla viva, su savia!»; mas nosotros veríamos inconstancia del árbol donde ése fidelidad y consecuencia.
Así, una vida de hombre puede estar gobernada, de lo más íntimo del alma, por una grande idea, o una inquebrantable pasión, y ser este principio dominante el que, mostrando su constancia, y su brío, impone al alma la modificación de sentimientos e ideas menos esenciales que él; aunque quizás más aparentes, quizás más vinculados a aquella parte de nosotros que perciben las miradas del mundo. Por eso el mundo ve la inconstancia que está en la superficie, y no la firmeza del amor que asiste en lo hondo.
Cuando oigas voces malévolas que hablan de apostasía en el pensar, de infidelidad en la conducta, recuerda siempre, antes de dar tu juicio, esto de que por la estabilidad y permanencia del más firme asiento de su alma suele ser por lo que el hombre varía en tal o cual relación de sus afectos e ideas; por la tenacidad de un amor o convicción más altos, cuyo adecuado camino sigue su curso en el sentido de ideas y sentimientos divergentes de aquellos con que había coincidido, en esa relación, hasta entonces; y de este modo, hay tenacísima voluntad que, vista de lejos, parece errátil vagar sin rumbo distinto, y hay caracteres en apariencia muy contradictorios que son, en el fondo, caracteres muy unos.
Todo está en conocer su resorte central y dominante; su pasión o idea superior: ese «primer móvil» del alma, no siempre manifiesto en las acciones de los hombres, y descubierto el cual vemos tal vez resolverse las disonancias de una vida en unidad y orden supremo: como aquel que, confuso y desconcertado entre sublimes ondas de música, halla de pronto el hilo conductor que ordena el vasto ruido en estupenda armonía.