Motivos de Proteo: 072

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LXXI - Desviaciones transitorias de la vocación, y utilidad que cabe en ellas.

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Pero el abandono de la vocación verdadera y eficaz puede no ser sino una desviación transitoria, y a veces conducente y benéfica, después de la cual el espíritu vuelve con nuevo ímpetu al cauce que le fue trazado por Naturaleza. Tal, por ejemplo, cuando Choron, el gran teórico de la música, puesto ya en el camino de su vocación artística, convierte un día su atención a las matemáticas; y durante algún tiempo se inclina a cultivarlas por sí mismas, independientemente de sus conexiones con el arte del sonido, y parece arraigar en ellas; hasta que la primera voz, que era la íntima, recobra su eclipsado imperio, y Choron, dueño de nuevas luces que le valen, restituye para siempre su interés a la teoría de la música: o bien cuando Weber, el compositor, impresionado en la adolescencia, y estando ya en posesión de su genio musical, por la invención del arte litográfica, siente reanimarse veleidades que tuvo en su niñez por las disciplinas del dibujo, y se consagra con entusiasmo a perfeccionar los ensayos de Senefelder, manifestando en ello hábil y original disposición; para volver después, definitivamente, a aquella otra aptitud más alta y más connaturalizada con su espíritu, que le exaltó a la gloria.

La utilidad de estas desviaciones pasajeras consiste a menudo en dilatar, con provecho de la misma vocación de que aparentemente se apostata, el campo de la observación y la experiencia, y proporcionar a la aptitud fundamental elementos que la corroboran y amplían: como por un viaje de la mente, de cuyo término tornara ésta al solar propio con mayor riqueza y ciencia del mundo. Éste es el caso de Choron; y es el que manifiesta, además, la vida de Schiller, cuando, después del período juvenil de su producción dramática, el poeta de Don Carlos abandona por cierto tiempo el teatro, y se aplica al cultivo de la historia. Los libros que como historiador produjo Schiller, aunque de alto valer, no hubieran justificado el abandono de su primera y esencial vocación, si hubiese sido olvidada para siempre; pero cuando volvió a esta casa de su espíritu, su nuevo teatro, el que comienza con la trilogía de Wallenstein, mostró los beneficios de aquel temporario apartamiento, porque la historia había dado al nobilísimo poeta el sentido de la objetividad y de la verdad humana, ahogadas, en las obras de su juventud, por el desborde de un subjetivismo tumultuoso.

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