Motivos de Proteo: 044


XLIII - El porvenir. La esperanza en formas vivas. editar

El porvenir que veremos alborear de nuestro ocaso tendrá, como el presente, su resplandor de almas pensadoras; su fragancia de almas capaces de engendrar belleza; su magnetismo de almas destinadas a la autoridad, al apostolado y a la acción. De entre las nuevas, obscuras muchedumbres, surgirán los infaltables electos; y con ellos vendrán al mundo nueva verdad y hermosura, nuevo heroísmo, nueva fe. ¡Qué irresistible y melancólico anhelo se apodera de nuestro corazón, anticipando con el pensamiento ese brote ideal que no será para nosotros!... Pero la esperanza tiene, en la realidad que nos rodea, formas más vivas, determinaciones más seguras, que los espectros de nuestra imaginación; y volviendo a esa viva realidad de la esperanza los ojos, la melancolía del anhelo pierde toda acritud y se vuelve aun más suave que el halago del soñar egoístico... Al lado de la humanidad que lucha y se esfuerza, y sabe del dolor, y ha doblegado su pensamiento y su voluntad a la culpa, y mira acaso al día de mañana con la melancólica idea de la sombra final y la decepción definitiva, hay otra humanidad graciosa y dulce, que ignora todo eso, cuya alma está toda tejida de esperanza, de contento, de amor; hay una humanidad que vive aún en la paz del Paraíso, sin el presentimiento de la tentación y del destierro; sagrada para el Odio, inaccesible para el Desengaño... A nuestro lado, y al propio tiempo lejos de nosotros, juegan y ríen los niños, sólo a medias sumergidos en la realidad; almas leves, suspendidas por una hebra de luz a un mundo de ilusión y de sueño. Y en esas frentes serenas, en esos inmaculados corazones, en esos débiles brazos, duerme y espera el porvenir; el desconocido porvenir, que ha de trocarse, año tras año, en realidad, ensombreciendo esas frentes, afanando esos brazos, exprimiendo esos corazones. La vida necesitará hacer el sacrificio de tanta dicha y candor tanto, para propiciarse los hados del porvenir. Y el porvenir significará la transformación, en utilidad y fuerza, de la belleza de aquellos seres frágiles, cuya sola y noble utilidad actual consiste en mantener vivas en nosotros las más benéficas fuentes del sentimiento, obligándonos, por la contemplación de su debilidad, a una continua efusión de benevolencia.

Todas las energías del futuro saldrán de tan preciada debilidad. En esas encarnaciones transitorias están los que han de levantar y agitar desconocidas banderas a la luz de auroras que no hemos de ver; los que han de resolver las dudas sobre las cuales en vano hemos torturado nuestro pensamiento; los que han de presenciar la ruina de muchas cosas que consideramos seguras e inmutables; los que han de rectificar los errores en que creemos y deshacer las injusticias que dejemos en pie; los que han de condenarnos o absolvernos, los que han de pronunciar el fallo definitivo sobre nuestra obra y decidir del olvido o la consagración de nuestros nombres; los que han de ver, acaso, lo que nosotros tenemos por un sueño, y compadecernos por lo que nosotros imaginamos una superioridad...

Iluminado de esta suerte, un pensamiento, de otra manera, exánime por su indeterminación y vaguedad: el de un porvenir que no veremos, adquiere forma y calor de cosa viva; toma contornos y colores capaces de provocar nuestra emoción y vincularnos con el grito de las entrañas. Es el reinado del Delfín de la humanidad presente: es el reinado que el viejo rey, a quien abruma ya el peso del manto, se complace en imaginar como el resultado glorioso de sus batallas fructificando en la apoteosis de su estirpe alrededor de una altiva figura juvenil...

Pero si el futuro misterioso vive y avanza en esa humanidad toda contento y amor ¿adónde están, dentro de ella, los que en su día han de señalar a los demás el rumbo y personificarlos en la gloria? ¿Cuáles son los que llevan en su brazo la fibra del esfuerzo viril, y en el fondo de sus ojos la chispa de la llama sagrada? ¿Adónde están los cachorros del león Héroe, los polluelos del águila genial: adónde están para levantarlos sobre nuestras cabezas, y honrar, unánimes, la elección de los dioses, antes de que se le crucen al paso contradicción, recelo y envidia?