​Morendo​ de Manuel Reina


 Hermosa, ya tus pupilas 
 que soles radiantes fueron, 
 perdiendo van sus fulgores, 
 su viveza van perdiendo; 
 tu provocativa boca, 
 trono del amor y el beso, 
 palidece, y huyen de ella 
 la gracia, el clavel y el fuego; 
 ya en la cascada de oro 
 de tus brillantes cabellos, 
 algunos rayos de luna 
 aparecen indiscretos, 
 y en tu nacarada frente 
 de nítido terciopelo, 
 un hada un surco ha trazado 
 con su alabastrino dedo; 
 las flores de tu semblante 
 se han marchitado y deshecho, 
 y las flores de tu alma, 
 hermosa, también han muerto.