Escena II editar

Se oye un tumulto en el interior del boliche y a poco aparece Reyes arrastrando a un lunfardo.

LUNFARDO 1º.- (Muy descompuesto, con una daga en la mano.) ¡Mirá, Reyes! ¡Mirá, Reyes! ¡No me toqués porque te ensartás!

REYES.- ¡Qué has de ensartar, inmundicia! ¡Venís a comprometer mi casa! ¡Rateros de porquería!...

LUNFARDO 1º.- ¡Mirá, Reyes!... ¡Mirá, Reyes!...

REYES.- (Violento, tomándole del brazo.) ¿Amenazar vos? Largá, largá, largá esa daga, maula. ¡Así! ¡Así!... (Aparece Lunfardo 2º también con una daga, seguido de dos o tres sujetos de su calaña que tratan de calmarlo.)

LUNFARDO 2º.- Diga, Reyes. Ahora estamos en la calle. Su casa está respetada. Déjenos no más arreglar nuestro asunto.

REYES.- Parece mentira que se mamen como chivos. No sirven pa nada.

LUNFARDO 2º.- Vea, Reyes. Yo lo respeto, ¿sabe?, pero como hombre soy tan hombre como el que sea más hombre, ¿sabe?

REYES.- Bueno, guardá esa arma. Si quieren pelearse váyanse lejos. Aquí no me vengan con paradas. (Al Lunfardo 1º) Vos recogé esa daga. Y marchá muy derecho conmigo, porque ya sabés cómo procedo con roñosos... (Mutis.)

LUNFARDO 3º.- ¡Bueno, andiamo, muchachos! Guarden esas armas. Parece mentira que no pueden divertirse y correrla en paz. (Al Lunfardo 2º, tomándolo del brazo.) Andiamo, ché.

LUNFARDO 2º.- Vamos a ver. ¿Si yo lo quiero marcar por qué no lo voy a marcar? ¿Porque ustedes no quieran? ¿Y si yo quiero, qué me importa que ustedes no quieran? (Mutis.)