Mitos y fantasías de los aztecas.
de Guillermo Marín Ruiz
La caída del Águila

166 XXII.- LA CAÍDA DEL ÁGUILA...
...o la inmolación sacramental de los guerreros de Huitzilopochtli.

Cuauhtémoc tenía 25 años cuando fue nombrado Tlatoani. Era sobrino de Moctezuma y fue tlacochcálcat[1] en la expulsión de los invasores de Tenochtitlán. Era un valeroso líder guerrero. La defensa de Tenochtitlán fue un acto heroico que no ha sido analizado con la imparcialidad requerida por la historia. Con muy pocos guerreros en condiciones de luchar, sin agua, alimentos y sin apoyos. Se calcula que los defensores eran 100 mil y los atacantes 300 mil, al mando de Ixtlilxóchitl.

Cortés dirigió los tres primeros asaltos y fueron rechazados violentamente por los aztecas. Fue entonces que Cortés le dejó a Ixtlilxóchitl el mando y éste ordenó quitarles el agua destruyendo el acueducto que llevaba el agua de Chapultepec a la ciudad y comenzó una lucha casa por casa, entre cientos de miles de indígenas contra otros tantos indígenas, pero dirigidos por Ixtlilxóchitl.

En uno de estos enfrentamientos Cortés cayó en manos de los aztecas, pero en vez de matarlo, lo trataron de llevar vivo al Templo Mayor, lo cual permitió su rescate. Llegó a tal punto la batalla, que las mujeres y los niños intervinieron. Cortés desde un principio le tuvo mucho celo de Ixtlilxóchitl y no le reconoce merito por su intervención, pero sin ella y los hombres que aportó, difícilmente los españoles hubieran vencido.

Los invasores—conquistadores—colonizadores, de ayer y de hoy, basan su dominio en dos armas poderosas en contra de los invadidos, que las siguen fomentando y les siguen dando buenos resultados hasta la fecha:

LA IGNORANCIA Y LA DIVISIÓN INTERNA.

Cortés lo que provocó fue una “guerra civil”, gracias a las trasgresiones a la doctrina tolteca que hizo la clase dirigente al interior de los propios aztecas; y a las divisiones y luchas que existían entre los pueblos del Anáhuac.

“Mas, contra toda expectativa, Tenochtitlán no cayó al primer asalto, ni al segundo, ni al tercero, ni a ninguno por semanas y por meses —"noventa y tres” largos días—, demostrando los sitiados una resistencia portentosa, y tal capacidad guerrera que, de no haber persistido en ser fieles hasta lo último a sus leyes de guerra, que les imponía no matar, sino capturar para el sacrificio, no es temerario creer que hubiesen vencido, pues, pese a que la lucha fue brutal, hasta contra la ciudad misma, ganaron muchas batallas, tomaron prisioneros y sacrificaron a docenas de españoles y a legiones de indios aliados —salvándose el propio Cortés varias veces de milagro—, hicieron zozobrar bergantines, hasta aprendieron a defenderse de los cañones...” José Luís Guerrero. 1990. Durante estos casi cinco siglos la historia la han escrito los vencedores. Pocos son los libros que tratan estos hechos con honradez intelectual y mucho menos éstos libros, son difundidos con todo el poder que posee la comunicación de la cultura dominante. La Historia Oficial no ve más gloria que la de los “conquistadores” y más héroe que Hernán Cortés. Los libros y los portales en la Internet en general, no se cansan de alabar a “los conquistadores” y son ciegos a los crímenes y delitos que causaron al poder legalmente constituido.

El hecho que un extranjero llegue a esta tierra, engañe, robe y mate para hacerse rico de la noche a la mañana. Causando dolor, luto, pobreza y contaminado el medio ambiente. Es un acto de “inteligencia”, valor y hombría. Ese es el mensaje subliminal de la Historia Oficial, que valida el ejercicio de esta clase de poder en nuestros días, fortaleciendo el sistema neo colonial criollo.

“Y todo el pueblo estaba plenamente angustiado,
padecían hambre.
No bebían agua potable, agua limpia,
sino que bebían agua de salitre.
Muchos hombres murieron,
murieron a consecuencia de la disentería”.

 “Todo lo que se comía eran lagartijas, golondrinas,
la envoltura de las mazorcas, la grama salitrosa.
Andaban masticando semillas de colorín,
y andaban masticando lirios acuáticos,
y rellenos de construcción,
y cueros y piel de vendo.”

Fray Bernardino de Sahagún.

La heroica defensa de México—Tenochtitlán nos habla de la voluntad inflexible y el código de honor de los aztecas. Es un ejemplo ante la tragedia de todo un pueblo, no solamente de los guerreros defensores. Pero también nos habla de la poca calidad moral y ética de los atacantes europeos, quienes en sus textos no dejan de alabarse y de achacar todos los crímenes que ellos cometieron a sus aliados indígenas. Bajo el pretexto de que “odiaban a los aztecas”, las matanzas, saqueos, violaciones y ultrajes que sufrió el pueblo azteca se los cargan a la cuenta de sus aliados indígenas. Sin embargo, sabemos que los anahuacas no tenían estas salvajes costumbres, que sí tenían los europeos en general y los españoles en particular, después de venir de una larga “guerra de reconquista”, que aplicaron a pie juntillas en el Anáhuac.

“Según los españoles, y los indígenas de su partido, Cuauhtémoc fue hecho prisionero al intentar huir. Hablan, incluso, de que tuvo la insensata ocurrencia de hacerlo no ocultamente, sino adornado de punta en blanco y en una lujosísima canoa, por lo que García de Holgín pudo conocerlo “en el arte y riqueza de él y sus toldos y asiento en que iba”. Solo Fray Francisco de Aguilar, ya viejo y sin ningún interés en quedar bien con nadie sino con Dios, a cuyo juicio pronto se presentaría, reconoce que “...Cuauhtémoc se metió en una canoa chiquita con un solo remero (...) fue a topar con un bergantín del cual era capitán García de Holgín, el cual lo prendió...”


Eso mismo es lo que dicen los mexicanos: su Tlatoani jamás pensó en la vileza de huir, antes muy al contrario, él con los suyos hubiera querido morir pelando, pero se le tomó preso a traición cuando, espontáneamente y confiado en sus promesas, se dirigía a tratar los términos de la rendición”... “Pero “los dioses”, lejos de recibirlo con la prometida deferencia que correspondía a un parlamentario, se apoderan de él cual trofeo de montería, e incluso se desató una agria disputa entre García de Holgín y su jefe Gonzalo de Sandoval, sobre a quién le pertenecía el prisionero. Al ver Cuauhtémoc que la plebeyez de los popolocas y la furia de sus aliados violaban la inmunidad de los embajadores y pretendían considerarlo su cautivo, no perdió el tiempo en reclamaciones ni en mendingar otro destino, sino protestó orgullosamente su tranquilidad de conciencia de haber defendido hasta lo último su ciudad, y exigió su derecho a ser divinizado, devorando Malinche-Quetzalcóatl la flor roja de su corazón:

“Señor Malinche, ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más, y pues vengo por fuerza preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cinta y mátame luego con él.” José Luís Guerrero. 1990.


Una civilización única en el mundo, que a lo largo de siete milenios y medio de desarrollo humano. Que después de haber inventado el maíz, la cuenta perfecta del tiempo, el cero matemático y un largo etcétera, NO INVENTÓ ARMAS. En efecto, las armas que nuestros Viejos Abuelos recibieron de la época prehistórica, es decir, la lanza, el arco y la flecha, el escuda y el mazo, así como la honda, fueron exactamente las mismas con las que enfrentaron a los invasores europeos. Esto nos habla de una forma de vida y de una interpretación de las relaciones humanas y comunitarias sustentadas en el respeto y la equidad. La Guerra Florida fue una institución de carácter filosófico espiritual a lo largo de más de tres mil años. Fueron las reformas de Tlacaelel y los mexicas, las que cambiaron esta milenaria cultura por una efímera visión materialista del mundo y la vida que duró, menos de 81 años.

  1. “Jefe de la casa de los dardos". Jefe militar, a cuyo cuidado estaba el arsenal, puesto de alta responsabilidad en la maquinaria militar azteca.