Misterio (Alonso y Trelles)

Misterio
de José Alonso y Trelles


        Era memoria linda
        La memoria del viejo
        Pa contar sucedidos
        De quién sabe qué tiempo,
Mientras corría el cimarrón la rueda
Y se enredaba en el ombú el pampero.
        Pero había que amañarlo
        P'arancarlo al silencio
        Si le araba la frente
        Con sus rejas el ceño,
Y en el oscuro espejo e las pupilas
Encendían su luz ciertos recuerdos.
        Porque entonce en sus labios,
        Temblequiantes y secos,
        Beyaquiaba el rezongo
        Como potro mañero.
Y de un costáo al otro de la boca
Tranquiaba el pucho de tabaco negro.
        A ocasiones él solo
        Comenzaba los cuentos
        Que el gaucháje del pago
        Recogía en silencio,
Viendo rezucitar, como a un conjuro,
La atormentada juventú del viejo.
        Gurí en la guerra grande,
        Mozo cuando Quinteros,
        Soldáo en la el Quebracho,
        Y herido en la del Cerro,
Ande un caudiyo levantaba el poncho,
Ayí estaba él apeligrando el cuero.
        Eran de ver sus ojos
        Medio acosáos del sueño
        Arder como las brasas
        Del tizón trasfoguero,
Cuando echando a la nuca el "borsalino"
Les contaba e peléas y entreveros.
        Los gurises, al oirlo,
        Silenciosos y trémulos
        Sentían por las venas
        Correrles como un juego
La alborotada sangre de la raza,
Y el fin pedían de la historia al viejo.
        Pero cáiban las chinas
        Curiosiando al respeto
        Con que los gáuchos óian
        Las locuras del cuento
Y, sin saber por qué, sobre los párpados
Del viejo historiador se echaba el sueño.
        Y sus lábios, contráidos
        Por un gesto e despecho,
        Hablaban de una trenza
        Cortada rente al cuero,
Y de un amor infortunáo y triste,
Y de un desdén inexplicable y terco.

  Junio de 1919.