Mirando atrás desde 2000 a 1887 Capítulo 17

Encontré los procesos del almacén tan interesantes como Edith los había descrito, y hasta me volví un entusiasta de la verdaderamente notable ilustración que allí se ve de la eficiencia prodigiosamente multiplicada que la perfecta organización puede dar al trabajo. Es como un molino gigante, en cuya tolva los artículos están siendo constantemente vertidos por el cargamento de trenes y barcos, para expedir por el otro extremo paquetes de kilos y gramos, metros y centímetros, litros y centímetros cúbicos, correspondiendo a la infinidad de complejas necesidades personales de medio millón de personas. El Dr. Leete, con la ayuda de datos que yo le suministré acerca del modo en que los artículos eran vendidos en mi época, calculó algunos resultados asombrosos sobre los ahorros conseguidos mediante el moderno sistema.

Según nos marchábamos a casa, dije: "Después de lo que he visto hoy, junto con lo que me ha dicho usted, y lo que he aprendido bajo la tutela de la señorita Leete en el almacén de muestras, tengo una idea tolerablemente clara de su sistema de distribución, y de cómo son capaces de hacer las entregas con los medios de reparto. Pero me gustaría muchísimo saber algo más acerca de su sistema de producción. Me dijo usted en términos generales cómo se recluta y organiza su ejército industrial, pero ¿quién dirige sus esfuerzos? ¿Qué suprema autoridad determina qué se hará en cada departamento, para que se produzca suficiente de todo y aun así no se derroche trabajo? Me parece a mi que esta debe de ser una función maravillosamente compleja y difícil, que requiere capacidades muy poco habituales."

"¿Así se lo parece a usted de veras?" respondió el Dr. Leete. "Le aseguro que no es nada de ese estilo, sino todo lo contrario, tan sencillo, y dependiendo de principios tan obvios y fácilmente aplicados, que los funcionarios de Washington a quienes se les confía no requieren ser más que personas de aceptables capacidades como para realizarla a la entera satisfacción de la nación. La máquina que ellos dirigen es vasta de hecho, pero tan lógica en sus principios y directa y sencilla en su trabajo, que todo funciona de por sí; y nadie sino un loco podría alterarlo, como creo que estará usted de acuerdo después de unas palabras de explicación. Dado que ya tiene usted una idea bastante buena de cómo funciona el sistema distributivo, comencemos por el final. Incluso en su época los estadísticos eran capaces de decirle el número de metros de algodón, terciopelo, lana, el número de barriles de harina, patatas, mantequilla, el número de pares de zapatos, sombreros y paraguas consumidos anualmente por la nación. Debido al hecho de que la producción estaba en manos privadas, y que no había forma de conseguir estadísticas de la distribución real, estas cifras no eran exactas, pero casi lo eran. Ahora que se registra cada alfiler que sale de un almacén nacional, por supuesto que las cifras de consumo de cada semana, mes o año, que están en posesión del departamento de distribución al final de ese período, son exactas. En base a esas cifras, permitiendo que las tendencias aumenten o disminuyan y por cualesquiera causas especiales sea probable que afecten a la demanda, se establecen las estimaciones, digamos a un año vista. Estas estimaciones, con un margen adecuado por seguridad, una vez son aceptadas por la administración general, dejan de ser responsabilidad del departamento de distribución hasta que los artículos son derivados hacia él. Hablo de las estimaciones que son proporcionadas con vistas a todo un año, pero en realidad cubren tanto tiempo únicamente en caso de grandes artículos de primera necesidad para los cuales la demanda puede calcularse como estable. En la gran mayoría de las pequeñas industrias para cuyos productos el gusto popular fluctúa, y se requiere a menudo la novedad, la producción apenas se mantiene por delante del consumo, suministrando el departamento de distribución estimaciones frecuentes basadas en el estado semanal de la demanda.

"Ahora todo el campo la industria productiva y constructiva está dividido en diez grandes departamentos, representando cada uno un grupo de industrias aliadas, cada industria particular está a su vez representada por una oficina subordinada, que tiene un completo registro de la planta y fuerza bajo su control, del producto actual, y los medios para incrementarlo. Las estimaciones del departamento distributivo, tras ser adoptadas por la administración, se envian como mandatos a los diez grandes departamentos, que los asignan a las oficinas subordinadas que representan a las industrias particulares, y estos ponen a las personas a trabajar. Cada oficina es responsable de la tarea que se le da, y esta responsabilidad es reforzada por la supervisión departamental y la de la administración; el departamento distributivo tampoco acepta el producto sin su propia inspección; mientras, igualmente, si en las manos del consumidor un artículo resulta no apto, el sistema hace posible seguirle la pista al defecto hasta el trabajador original. La producción de artículos para el consumo público en sí, de ningún modo requiere, desde luego, toda la fuerza nacional de trabajadores. Después de que los contingentes necesarios han sido detallados por las diversas industrias, la cuantía de trabajo que queda para otros trabajos se emplea en crear capital fijo, tal como edificios, maquinaria, trabajos de ingeniería, y así sucesivamente."

"Se me ocurre un punto," dije, "sobre el que pienso que podría haber insatisfacción. Donde no hay oportunidad para la empresa privada, ¿cómo se asegura que las demandas de las pequeñas minorías para que se produzcan artículos para los cuales no hay amplia demanda, serán respetadas? Un decreto oficial en cualquier momento puede privarles de los medios para gratificar algún gusto particular, meramente porque la mayoría no lo comparte."

"De hecho eso sería tiranía," replicó el Dr. Leete, "y puede estar usted muy seguro de que eso no sucede entre nosotros, para quienes la libertad es tan estimada como la igualdad o la fraternidad. Según llegue a conocer mejor nuestro sistema, verá que nuestros oficiales son de hecho, y no meramente de nombre, los agentes y servidores del pueblo. La administración no tiene poder de parar la producción de ningún artículo para el cual continúe habiendo demanda. Suponga que la demanda de cualquier artículo desciende hasta tal punto que su producción se hace muy costosa. El precio tiene que subirse en proporción, desde luego, pero en tanto el consumidor se ocupe de pagarlo, la producción continúa. De nuevo, suponga que se demanda un artículo que antes no se había producido. Si la administración duda de la realidad de la demanda, una petición popular que garantice una cierta base de consumo la obligará a producir el artículo deseado. Un gobierno, o una mayoría, que se encargase de decirle a la gente, o a una minoría, lo que deben comer, beber, o vestir, como creo que los gobiernos de América hacían en su época, se consideraría de hecho un curioso anacronismo. Posiblemente tuviesen ustedes razones para tolerar estas vulneraciones de la independencia personal, pero nosotros no las consideraríamos soportables. Me alegro de que haya planteado este punto, porque me ha dado la oportunidad de mostrarle cuánto más directo y eficiente es el control sobre la producción ejercido por el ciudadano individual ahora que en su época, cuando prevalecía lo que ustedes llamaban iniciativa privada, aunque tendría que haberse llamado iniciativa capitalista, porque el ciudadano privado corriente bastante poca parte tenía en ella.

"Habla usted de subir los precios de los artículos costosos," dije. "¿Cómo pueden ser regulados los precios en un país donde no hay competencia entre compradores o vendedores?"

"Tal y como lo eran en su tiempo" replicó el Dr. Leete. "Usted piensa que necesita explicación," añadió, mientras yo miraba incrédulo, "pero la explicación no necesita ser larga; el coste del trabajo para producir un artículo era reconocido en su época como la base legítima del precio éste, y lo es en nuestra época también. En su época, era la diferencia de salarios lo que marcaba la diferencia en el coste del trabajo; ahora es el número relativo de horas que constituyen el trabajo de un día en los diferentes gremios, siendo igual el mantenimiento del trabajador en todos los casos. El coste del trabajo de una persona en un gremio tan difícil que para atraer voluntarios las horas han de fijarse en cuatro al día es el doble de grande que en un gremio donde las personas trabajen ocho horas. El resultado en lo que al coste del trabajo se refiere, como ve, es justo el mismo que si las personas que trabajan cuatro horas fuesen pagadas, bajo el sistema de su época, con el doble de sueldo que los otros. Este cálculo aplicado al trabajo empleado en los diversos procesos de un artículo manufacturado da su precio en relación a los otros artículos. Además del coste de la producción y transporte, el factor de escasez afecta a los precios de algunos artículos. En cuanto a los grandes artículos de primera necesidad, de cuya abundancia podemos siempre estar seguros, la escasez queda eliminada como factor. Siempre hay un amplio excedente mantenido al alcance de la mano, a partir del cual pueden corregirse cualesquiera fluctuaciones de la demanda o del suministro, incluso en muchos casos de malas cosechas. Los precios de los artículos de primera necesidad crecen menos año tras año, pero rara vez, si acaso, se elevan. Hay, sin embargo, ciertas clases de artículos permanentemente, y otros temporalmente, que no son iguales a la demanda, como, por ejemplo, el pescado fresco o los productos diarios, entre los temporales, y los productos de alta cualificación y materiales raros entre los permanentes. Todo lo que puede hacerse aquí es equilibrar el inconveniente de la escasez. Esto se hace elevando temporalmente el precio si la escasez es temporal, o fijandolo en un valor elevado si es permanente. Los altos precios de su época significaban que los artículos afectados quedaban restringidos a los ricos, pero hoy en día, cuando los medios de todos son los mismos, el efecto es únicamente que aquellos a quienes el artículo les parece más deseable son los que lo compran. Desde luego, la nación, como le debe pasar a cualquier otro abastecedor de las necesidades públicas, se queda frecuentemente con pequeños lotes de artículos en sus manos debido a cambios de gustos, tiempo inapropiado para la estación, y otras varias causas. Ha de afrontarlas con un sacrificio, exactamente como los mercaderes hacían en su época, cargando la pérdida a los gastos del negocio. Debido, sin embargo, al vasto cuerpo de consumidores a los cuales pueden ofrecerse simultaneamente esos lotes, raramente hay alguna dificultad para deshacerse de ellos con una pérdida trivial. Le acabo de dar una noción general de nuestro sistema de producción; y también del de distribución. ¿Lo encuentra tan complejo como esperaba?"

Admití que nada podría ser más sencillo.

"Estoy seguro," dijo el Dr. Leete, "de que se atiene a la verdad decir que el director de uno de los miles de negocios privados de su época, que tenía que mantener insomne vigilancia contra las fluctuaciones del mercado, las maquinaciones de sus rivales, y la morosidad de sus deudores, tenía una mucho más ardua tarea que el grupo de personas de Washington que hoy en día dirigen las industrias de toda la nación. Todo esto muestra sencillamente, mi querido colega, cuánto más fácil es hacer las cosas bien que hacerlas mal. Es más fácil para un general subido en un globo, con perfecta visión sobre el campo, maniobrar un millón de hombres y llevarlos a la victoria, que para un sargento manejar un pelotón en un matorral."

"El general de este ejército, que incluye la flor y nata de la humanidad de la nación, debe de ser la persona más prominente del país, realmente más grande incluso que el Presidente de los Estados Unidos," dije.

"Es el Presidente de los Estados Unidos," replicó el Dr. Leete, "o más bien la función más importante de la presidencia es la dirección del ejército industrial."

"¿Cómo es elegido?" pregunté.

"Se lo expliqué anteriormente," replicó el Dr. Leete, "cuando estuve describiéndole la fuerza de la motivación de la emulación entre todos los grados del ejército industrial, que la línea de promoción para los meritorios discurre por tres grados hacia el grado de oficial, y después sube por los grados de teniente hacia el de capitán o contramaestre, y superintendente o rango de coronel. A continuación, con un grado intermedio en alguno de los gremios más amplios viene el general de la cofradía, bajo cuyo inmediato control son conducidas todas las operaciones del gremio. Este oficial dirige la oficina nacional que representa a su gremio, y es responsable de su trabajo para la administración. El general de esta cofradía tiene una espléndida posición, y que ampliamente satisface la ambición de muchas personas, pero por encima de este rango, que puede compararse--para seguir con las analogías militares que le son familiares--con el de un general de división o general mayor, está el de los jefes de los diez grandes departamentos, o grupos de gremios aliados. Los jefes de estas diez grandes divisiones del ejército industrial pueden ser comparados a sus comandantes del cuerpo del ejército de su época, o tenientes generales, teniendo cada uno de una docena a una veintena de generales de distintas cofradías reportándole. Por encima de estos diez grandes oficiales, que forman su consejo, está el general en jefe, que es el Presidente de los Estados Unidos.

"El general en jefe del ejército industrial debe haber pasado por todos los grados por debajo de él, desde el de trabajador común hacia arriba. Veamos cómo asciende. Como le dije, es simplemente por excelencia de su expediente como trabajador como uno asciende por los grados de los soldados y se convierte en candidato para ser teniente. A través de los grados de teniente asciende a los de coronel, o a la posición de superintendente, por designación desde arriba, estrictamente limitada a los candidatos con los mejores expedientes. El general de la cofradía designa a los rangos que hay por debajo de él, pero él mismo no es designado, sino elegido por sufragio."

"¡Por sufragio!" exclamé. "¿No es eso ruinoso para la disciplina de la cofradía, por tentar a los candidatos a intrigar para que les apoyen los trabajadores que tienen por debajo de ellos?"

"Así podría ser, sin duda," replicó el Dr. Leete, "si los trabajadores tuviesen algún sufragio que ejercitar, o cualquier cosa que decir sobre la elección. Pero no tienen nada. Justo aquí llega la peculiaridad de nuestro sistema. El general de la cofradía es elegido de entre los superintendentes mediante voto de los miembros honorarios de la cofradía, esto es, de aquellos que han servido con su tiempo en la cofradía y han recibido su jubilación. Como sabe, a los cuarenta y cinco años somos relevados del ejército industrial, y tenemos el resto de la vida para la prosecución de nuestra mejora y recreación. Desde luego, sin embargo, las asociaciones de nuestra vida activa retienen un poder sobre nosotros. Las camaraderías que formamos entonces continúan siendo nuestras camaraderías hasta el fin de la vida. Siempre seguimos siendo miembros honorarios de nuestras antiguas cofradías, y retenemos el más agudo y más celoso interés en su bienestar y reputación en las manos de la siguiente generación. En los clubes mantenidos por los miembros honorarios de las diversas cofradías, en los que nos reunimos socialmente, no hay tópicos de conversación más comunes que los que se relacionan con estos asuntos, y los jóvenes aspirantes al liderazgo de la cofradía que puedan superar la crítica que hacemos nosotros los viejos colegas, es probable que estén bastante bien preparados. Reconociendo este hecho, la nación confía a los miembros honorarios de cada cofradía la elección de su general, y me aventuro a afirmar que ninguna forma anterior de sociedad pudo haber desarrollado un cuerpo de electores tan idealmente adaptados a su oficio, en cuanto a su absoluta imparcialidad, conocimiento de las cualidades especiales y expediente de los candidatos, afán por el mejor resultado, y completa ausencia de egoísmo.

"Cada uno de los diez tenientes generales o directores de departamento son elegidos de entre los generales de las cofradías agrupadas bajo un departamento, mediante voto de los miembros honorarios de las cofradías de este modo agrupadas. Desde luego hay una tendencia por parte de cada cofradía a votar por su propio general, pero ninguna cofradía de ningún grupo tiene suficientes votos ni de lejos para que salga elegida una persona que no esté apoyada por la mayoría de las otras. Le aseguro a usted que estas elecciones son en extremo animadas."

"El Presidente, supongo, es seleccionado de entre los diez directores de los grandes departamentos," sugerí.

"Precisamente, pero los directores de los departamentos no son elegibles para la presidencia hasta que han estado un cierto número de años fuera de oficio. Es raro que una persona pase por todos los grados hasta la jefatura de un departamento mucho antes de cumplir los cuarenta, y al final de un período de cinco años cumple habitualmente los cuarenta y cinco. Si más, todavía está de servicio, y si menos, nunca es retirado del ejército industrial a su terminación. No valdría para él volver a las filas. El intervalo antes de que sea candidato a la presidencia está diseñado para darle tiempo a reconocer por completo que ha vuelto a la masa general de la nación, y se identifica con ello en vez de con el ejército industrial. Además, se espera que empleará este período en el estudio de la condición general del ejército, en vez de la del grupo específico de cofradías que dirigía. De entre los anteriores directores de departamento que pueden ser elegidos en ese momento, el Presidente es elegido por voto de todas las personas de la nación que no estén conectadas con el ejército industrial."

"¿Al ejército no se le permite votar al Presidente?"

"Ciertamente no. Eso sería peligroso para su disciplina, que es asunto del Presidente mantenerse como el representante de la nación en general. Su mano derecha para este propósito es el cuerpo de inspección, un departamento sumamente importante de nuestro sistema; al cuerpo de inspección llegan todas las quejas o información sobre defectos en artículos, insolencia o ineficiencia de oficiales, o abandono de cualquier tipo de servicio público. El cuerpo de inspección, sin embargo, no espera a que lleguen las quejas. No sólo está alerta para detectar y tamizar todo rumor de fallo en el servicio, sino que es asunto suyo, mediante una sistemática y constante supervisión e inspección de cada rama del ejército, averiguar qué va mal antes de que nadie lo averigüe. El Presidente habitualmente no está lejos de los cincuenta cuando es elegido, y sirve durante cinco años, constituyendo una honorable excepción a la regla del retiro a los cuarenta y cinco. Al final del período de su oficio, se convoca un Congreso nacional para recibir su informe y aprobarlo o condenarlo. Si es aprobado, el Congreso lo elige habitualmente para representar a la nación por cinco años más en el consejo internacional. El Congreso, debo decir también, repasa los informes de los directores de departamento salientes, y una desaprobación hace que cualquiera de ellos sea inelegible como Presidente. Pero es raro, de hecho, que la nación tenga ocasión para otros sentimientos que los de gratitud hacia sus altos oficiales. En cuanto a su capacidad, haber ascendido desde las filas, mediante pruebas tan diversas y severas, hasta su posición, es prueba en sí misma de cualidades extraordinarias, mientras que en cuanto a fidelidad, nuestro sistema social les deja absolutamente sin ningún otro motivo que el de ganar la estimación de sus conciudadanos. La corrupción es imposible en una sociedad donde no hay ni pobreza que sobornar ni riqueza que soborne, mientras que en cuanto a demagogia o intriga por el puesto, las condiciones de promoción las hacen imposibles."

"Un punto que no termino de entender," dije. "¿Los miembros de las profesiones liberales son elegibles para la presidencia? y si es así, ¿cómo son clasificados con aquellos que propiamente trabajan en las industrias?

"No tienen clasificación," replicó el Dr. Leete. "Los miembros de las profesiones técnicas, tales como ingenieros y arquitectos, tienen una graduación con las confradías de la construcción; pero los miembros de las profesiones liberales, los doctores y maestros, y los artistas y hombres de letras que obtienen descargo del servicio industrial, no pertenecen al ejército industrial. Sobre esta base, votan a Presidente, pero no son elegibles para este oficio. Siendo uno de sus principales deberes el control y la disciplina del ejército industrial, es esencial que el Presidente haya pasado por todos los grados para entender su profesión."

"Eso es razonable," dije; "pero si los doctores y maestros no saben lo suficiente de la industria para ser Presidente, diría yo que tampoco el Presidente puede saber suficiente de medicina y educación para controlar esos departamentos."

"No lo sabe," fue la réplica. "Excepto del modo general en que es responsable del refuerzo de las leyes de toda clase, el Presidente no tiene nada que ver con las facultades de medicina y la educación, que están controladas por juntas de regentes propias, en las cuales el Presidente es presidente de oficio, y tiene el voto decisorio. Estos regentes, quienes, por supuesto, son responsables ante el Congreso, son elegidos por los miembros honorarios de las cofradías de educación y medicina, los maestros y doctores del país que están retirados."

"Sabe," dije, "el método de elegir oficiales mediante los votos de los miembros retirados de las cofradías, no es nada más que la aplicación a una escala nacional del plan de gobierno por los alumnos, que usábamos a pequeña escala ocasionalmente en la gestión de nuestras instituciones de educación superior."

"¿Lo usaron de verdad?" exclamó el Dr. Leete, con brío. "Eso es totalmente nuevo para mi, e imagino que lo será para la mayoría de nosotros, y de mucho interés también. Ha habido una gran discusión sobre el germen de la idea, e imaginábamos que por una vez había algo nuevo bajo el sol. ¡Bueno! ¡bueno! ¡En sus instituciones de educación superior! eso es interesante de verdad. Tiene que contarme más sobre ello."

"En realidad, hay muy poco más que contar aparte de lo que ya le he contado," repliqué. "Si teníamos el germen de su idea, no era sino un germen."