Memorias de apariencias/El primer refugio del hombre


Memoria de las apariencias que se han de hacer en los carros para la representación de los autos en las fiestas del Santísimo Sacramento este año de 1661.


Primeramente para el auto intitulado


El primer refugio.


Ha de ser el primer carro una montaña hermosamente pintada de plantas y flores con una quiebra en el segundo cuerpo, por donde saliendo una persona tenga espacio para representar en lo alto y bajada después para el tablado. Esta montaña a su tiempo se ha de abrir en dos mitades y verse dentro de ella una fuente cuyo remate ha de ser una cruz en que ha de estar un niño, de cuyo costado, pies y manos han de salir siete listones encarnados que den en la taza de la fuente que será a manera de cáliz lo más imitada que se pueda. La cruz y el niño han de subir por elevación, desplegándose siempre los listones, y cerrarse a su tiempo.

El segundo carro ha de ser una fábrica cuadrada con torre y capitel y su pintura cantería. Los tres bastidores del cuerpo primero, que ordinariamente sirven de vestuario, se han de elevar por canales a su tiempo, o retirarse a la parte de atrás los de los costados y elevarse el del frontispicio, de manera que quede el carro descubierto por sus tres partes y puedan verse dentro algunas personas que han de estar recostadas en una tarima que esté en proporción levantada del suelo. Y a este tiempo en la esquina del costado derecho deste carro se ha de mover un bofetón que vuele afuera lo más que pueda, y en él ha de venir en un trono de nubarrón sentada una persona la cual ha de bajar por manga, también de nubarrón, hasta el tablado donde ha de poder desasirse y representar en él.

El tercer carro, compañero deste, ha de ser otra fábrica igual y su pintura de ladrillo; los bastidores dél se han de abrir en la misma conformidad, con diferencia de que lo que allí fueron tarimas, aquí ha de ser pintura de un estanque, el cual lo más imitado que se pueda, estando el suelo pintado de olas, a su tiempo han de moverse en tablas recortadas y tornos de velillo, de manera que todo haga movimiento; y del costado izquierdo deste carro ha de salir de la otra esquina otro nubarrón en conformidad del pasado, en que sentándose la misma persona vuelva a desaparecer en este de la misma manera que apareció en el otro.

El cuarto carro ha de ser un templo redondo pintado de fábrica rica, mármoles, jaspes y bronces. Este en su primera vista no se ha de ver más que el primero cuerpo, en que han de estar embebidos otros dos que a su tiempo han de subir en disminución proporcionada de manera que hagan perfecta arquitectura, y ha de haber en el remate del tercer cuerpo una arca grande, u dorada u de color de oro, con cuatro ángeles en las cuatro esquinas, y abriéndose a su tiempo ha de subir por elevación una persona con una tarjeta, como pintan las tablas de la ley, en una mano y en otra una urna dorada, y desaparecer a su tiempo.

Don Pedro Calderón de la Barca.