Meditación (Cuéllar)

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

MEDITACIÓN

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Leida por el autor en el primer aniversario de la instalación del Liceo Hidalgo.


15 de Septiembre de 1848.


ERA la tarde, y entre nubes rojas
El sol con lento paso descendía;
El aura mansa en la arboleda umbría
        Agitaba las hojas.
Sobre el mullido cesped reclinado,
Á la orilla de límpido arroyuelo,
Lejos del vano mundo, sosegado,
Fijaba mis miradas extasiado
En el cóncavo azul del claro cielo.

Blando susurro, plácida armonía
Se escucha por doquier: la noche en tanto

Va descorriendo ceniciento manto
        Ante la luz del día.
La niebla se levanta lentamente
Del lago manso á la gigante cumbre,
Y forma un cortinage transparente,
Del que á través se mira en Occidente
Del astro rey la moribunda lumbre.

¡Oh, qué me place contemplar del día
La última luz sobre el opuesto monte,
Y de grana teñido el horizonte,
        Donde la noche umbría
Extenderá su negra colgadura.
¡El sol! ¡el sol! de Dios inmensa tea,
De Dios tan solo portentosa hechura.
Que al descender de su encumbrada altura
En un mar de zafir se enseñorea.

¡El sol! ¡astro magnífico! el destino
Constante que te guía por la esfera,
Es la mano del Solo que pudiera
        Pararte en tu camino....
En tu camino.... ¡ay triste! ¿y qué sería
Del pobre mundo sin tu lumbre pura?

¿En una noche eterna viviría?
No: que sin tí segura encontraría
Tan solo su infinita sepultura.

Te vas, ¡oh sol! á iluminar lejana
Otra región, á despertar un mundo,
Á quien cual nuncio, en su dormir profundo
        Le envies la mañana;
Así tambien en nuestro Oriente oscuro
Fiel precursora de tu luz dorada,
Detras del alto, derruído muro,
Aurora asomará su disco puro,
Con velos de amaranto coronada.

Por eso en el crepúsculo me inundo
De indecible placer; el sol se hunde
Tras de la parda cima, y se difunde
        La sombra por el mundo.
Por eso ¡oh tarde! solitario, errante.
Busco tu grata y apacible calma;
Por eso á meditar vengo anhelante,
Porque dichoso de tu faz delante
De religion, de fé se inunda mi alma.

Es la hora de quietud... los blandos sueños

Leves hendiendo la región vacía,
Para extinguir la animación del día,
        Derraman sus beleños.
Es la hora de quietud.... gime la fuente
Y gime la paloma en la enramada
Con dulce murmurar, con voz doliente;
Se ve al pastor con paso indiferente
Guiar por el sendero su manada.

Yo te amo, ¡oh tarde! yo amo tu armonía,
Hora de paz, me gozo en tu hermosura;
Tu fresca brisa al respirar tan pura.
        Me trae la melodía
De las canoras aves, tarde amena,
al escuchar en la pradera verde
El canto de la parda filomena,
Mi mente en el delirio se enagena
Y la memoria del dolor se pierde.

Del arroyo que pasa murmurante
Al discurrir la onda cristalina,
La tierna grama de su borde inclina,
        Y piérdese al instante....
¿Y á donde vá cruzando presurosa

Entre juncias y alfombras de verdura,
Con pabellón de madreselva y rosa,
Y con música, dulce, melodiosa,
Que entona el ave en la floresta oscura?

¿Y á dónde vá el mortal? ¿También su vida
Está sembrada de pintadas rosas;
Después llega á veredas tortuosas
        Y á un mar en su caída...!
¡Á un mar! ¡á un mar cuyo profundo seno
Ha tragado á los siglos lentamente!
De víctimas jamás estuvo lleno,
Y de la muerte el matador veneno
Envía más y más constantemente....

¡Y esta sentencia no escluirá á ninguno,
Que una segur terrible levantada
Irá lanzando á la insaciable nada
        Mortales uno á uno...!
¿Jamás se llenará? ¿aunque algún día
Suene en el mundo la funesta trompa
Y el Supremo Hacedor de la armonía,
Para dejar á la creación vacía,
Los duros ejes de la tierra rompa?
......................................

Altos arcanos son, en vano lucha
La mente del mortal; la duda impera.
Opuso Dios altísima barrera
        Ante su ciencia mucha.

Y el hombre, el hombre que insensato siente
La duda germinar, de orgullo henchido
Eleva al cielo la ardorosa frente
Y demanda, infeliz, para su mente
Un destello de luz apetecido.

Clama, y en vano con sus voces llena
El ancho espacio; cércale la duda,
Que su saeta al enterrarle aguda
        El pecho le envenena.

Y llora ¡triste! en su falaz desvío,
Porque intentara con su orgullo insano,
En su infelice, loco desvarío.
Con atrevido pensamiento impío
El velo descorrer del hondo arcano....

¡Cuántas veces lloré! y cuántas veces
Sobre la áspera peña contemplando.
Sentí en mi pecho con dolor filtrando
        De la duda las heces.

Yo contemplé la mar, el bosque umbrío,
Y al dirigir mi vista al alto cielo.
Surcó veloz el pensamiento mío
Por el éter purísimo, vacío,
Para rasgar el misterioso velo.

Y luces vi de nítido diamante
Esparcidas doquier; blancas estrellas
Que lanzaban de sí cada una de ellas
        Destello rutilante.
Magníficos fanales misteriosos,
¿Sois acaso las fúlgidas moradas
De los que, el mundo al olvidar dichosos,
Volaron á escuchar los deliciosos
Conciertos de las músicas sagradas?

¿Quién sois, cuyo brillar nunca sereno,
Así la luz de vuestra faz fulgura.
Desde esa inmensa, incomprensible altura,
        ¿Qué existe en vuestro seno?
¿Guarda, tal vez, de la divina esencia
Un átomo que Dios destina al hombre,
Ya libre de su mísera existencia

Cuando llegada la fatal sentencia
Del Supremo Hacedor la voz le nombre?
..................................


¡Siempre dudar! y en la mezquina mente
Siempre la sombra del error oscura.
Tósigos ¡ay! apuro de amargura,
        Si indago vanamente
De la creación el misterioso encanto.
Por eso, ¡oh tarde! en tu tranquila calma,
Vendré á escuchar del ruiseñor el canto,
Y á procurar alivio á este quebranto.
Cruel, agudo torcedor del alma.

Yo beberé tus auras bullidoras
Henchidas de suavísima fragancia;
Recordaré de mi feliz infancia
         Las encantadas horas:
Y si al fijar mi vista fatigada
En el azul del estrellado cielo,
Volviere yo á sentir duda obstinada,
La blanca fé, de luces rodeada,
Al alma triste le dará el consuelo.