Mario en Cartago
Del peligro del mar, del hierro abierto que vibró el fiero Cimbro, y espantado, huyó la airada voz, salió cansado de la infelice Birsa Mario al puerto. Viendo el estéril campo y el desierto sitio de aquel lugar infortunado, lloró con él su mal, y lastimado, rompió así en triste son el aire incierto: «En tus ruinas míseras contemplo ¡oh destruido muro! cuánto el cielo trueca, y de nuestra suerte el grande estrago. «¿Cuál más terrible caso, cual ejemplo mayor habrá, si puede ser consuelo a Mario en su dolor el de Cartago?»