Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

VI


Escritores de fuera, pretendiendo enseñarnos mejor cosas de adentro, historian en nuestro daño lo que mal oyeron, poniendo en duda la virtud y humanidad de nuestros abuelos y la benignidad con que trataron á sus esclavos.

En esta tierra donde nunca funcionó el Santo Oficio, la Inquisición ni sus tenazas, ni se paseó otro sambenito que el Patrono de los negros, no se tenaceó á nadie, ni se plantó en panadería alguna el poste de los azotes, ni se vió por estas calles esclavos arrastrando cadena, ni tuvo que prohibirse carimba que no existió, pues jamás se marcó aquí con hierro candente el cuerpo humano, cual en el Brasil y el Perú. Se otorgaban cartas de libertad con frecuencia al nacimiento del primer hijo, ó casamiento de la niña de la casa, como el caso que referimos. Adoctrinábaseles cristianamente, y los atendían en sus enfermedades, dejando horas de trabajo libre á su beneficio, pues muchos se libertaron por ese medio. Si la Escuela del Rey nunca admitió esclavos, que peligrosos creyó siempre abrir inteligencias á la luz, en la Escuela de la Patria se inscribieron hijos de esclavos, que soldados distiguidos se mostraron, ayudando en la gloriosa obra de la independencia, correspondiendo así con hidalguía y generosidad imitando nobles ejemplos.

Esclavo hubo que manumitido por su amo, no se alejaba del techo bajo el que naciera, é iba de la huerta á los hornos de la Quinta, en el bajo de la Recoleta, abrazando los nogales que por cuidado del amo regó muchos años con leche de las vacas más gordas para obtener mejores nueces.

Otro liberto se volvió á vender para socorrer con el producto de su venta á su antigua ama, venida á menos. Se recuerda aquel generoso Oficial inglés, que curado de las heridas recibidas en el frustrado asalto de 1807, por una negra carita tiva, correspondiendo sus servicios con cantidad de dinero á objeto que adquiriera su libertad, prefirió pagar la de su anciana madre enferma, contestando: «Soy joven y robusta; puedo resistir todo trabajo. Prefiero conozca mi madre la libertad, aunque sea en sus últimos días!

Así como nacemos sin cadenas, deseamos vivir sin llegar á sentir nunca su peso. La libertad es lo más codiciable que hay en la vida.