Manojo de zarsas/Errante
Errante
editar
Solo y huraño y mudo peregrino,
detuve el paso en escondida roca
y me olvidé de todo: de mí sino,
del inmenso zarzal de mi camino,
por escuchar los cantos de tu boca.
Y allí me hubiese estado eternamente,
d' esa divina música en demanda,
si no hubiese escuchado, de repente,
la misma voz del Dios Omnipotente
que dijo al triste Ashverus: ¡Anda, ánda!
¡Y tuve que partir... Más, donde quiera
que voy ó vaya, en la fatal balumba,
yo sé q' el eco de tu voz me espera
y que resonará, cuando yo muera,
hasta en el mismo fondo de mi tumba.