Errante

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Solo y huraño y mudo peregrino,

detuve el paso en escondida roca

y me olvidé de todo: de mí sino,

del inmenso zarzal de mi camino,

por escuchar los cantos de tu boca.


Y allí me hubiese estado eternamente,

d' esa divina música en demanda,

si no hubiese escuchado, de repente,

la misma voz del Dios Omnipotente

que dijo al triste Ashverus: ¡Anda, ánda!


¡Y tuve que partir... Más, donde quiera

que voy ó vaya, en la fatal balumba,

yo sé q' el eco de tu voz me espera

y que resonará, cuando yo muera,

hasta en el mismo fondo de mi tumba.