Escena V editar

MARÍA LUISA y CARLOS.


CARLOS. -¡Buen provecho!... Podían haberse ido antes... Traigo un hambre... (Revisando la comida.) Bastante mistongo el almuercito... Como para enfermos de gastritis... o de ciática al estómago, como dice la gringa...

MARÍA LUISA. -Bien se conoce que has tomado aperital.

CARLOS. -¿Por la hambruna?

MARÍA LUISA. -Por lo que has hecho... Reírte de esa pobre mujer. ¿Ese es tu socialismo?

CARLOS. -Ya lo creo... Impedir que se explote la ignorancia y la credulidad de la pobre gente, es también socialismo... Pero dejémosnos de cosas y comamos de una vez... No me queda mucho tiempo...

MARÍA LUISA. -Si hubieras venido antes...

CARLOS. -Pero mujer... Sucedió que en la imprenta...

MARÍA LUISA. -No necesito disculpas... Comé callado que será mejor...

CARLOS. -Eso espero hace rato: poder comer...

MARÍA LUISA. -Nadie te lo priva...

CARLOS. -¿Y tú no vienes?

MARÍA LUISA. -No tengo ganas...

CARLOS. -Podrías servirme al menos... ¿O me has rebajado a la categoría de animalito doméstico?... Vamos, déjate de pavadas; para reproches es bastante... (Cariñoso.) Hagamos las paces, negrita, y...

MARÍA LUISA. -No; no me vengas con zalamerías... Ahora no tengo tiempo de atenderte...

CARLOS. -(Resentido.) Bueno... Está bien... ¡Pichicho! ¡Pichicho! ¡Carlitos!... Ahí tiene su zoquete... póngase a comer... (Se dispone a comer.)

MARÍA LUISA. -Y además tengo que salir... (Toma el sombrero y se lo pone.)

CARLOS. -¡Ahora me explico!... No me había fijado en la paquetería... ¿Con que te vas? ¿De veras?... (Canturreando con música del himno de Riego):

Adiós, ingrata Panchita Adiós por siempre jamás, amén.

MARÍA LUISA. -Y en seguida... Cuando salgas cerrá y dejale la llave a la vecina...

CARLOS. -¡Ah, no!

MARÍA LUISA. -¿Cómo?

CARLOS. -¡Que no! Primero me va usted a decir dónde va...

MARÍA LUISA. -Si quiero, será.

CARLOS. -(Severo.) ¡María Luisa!

MARÍA LUISA. -¿Es decir que no puedo ir a ver a mi madre que está enferma?

CARLOS. -(Alzándose, demudado.) ¿Cómo? ¿Cómo?

MARÍA LUISA. -(Confundida.) Hoy... me mandó avisar que fuera. Por Dios que es cierto...

CARLOS. -¡Ah, no! ¡Ah, no! ¿Dónde ibas? Pronto. Responde.

MARÍA LUISA. -¿Yo? ¿Yo?... ¿No te he dicho? A verla...

CARLOS. -¡Mentira! Acabo de encontrarme con ella y me anunció que vendría en seguida para acá... ¡Mentira!... ¿A dónde ibas?...

MARÍA LUISA. -¿No ven? ¿No ven? ¿No ven si soy desgraciada? (Echándose a llorar.) ¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío! Quisiera morirme ahora mismo... ¡Ahora mismo!...

CARLOS. -No te van a salvar las lágrimas... Decí, decí, decí, ¿a dónde ibas? Pronto, porque me siento capaz de...

MARÍA LUISA. -No, no quiero... No puedo...

CARLOS. -¿Qué es eso?

MARÍA LUISA. -¡Sí... sí! quiero... Pero dejame... ¿No ves que me vuelvo loca?

CARLOS. -Quien se enloquece soy yo si no hablas pronto... ¿Por qué mentías? ¿Por qué? (Tomándola por un brazo con alguna violencia.) Vamos a ver... ¿por qué?...

MARÍA LUISA. -Eso es... ¡Pegame si te parece!... ¡Pegame!...

CARLOS. -(Soltándola.) ¡Yo!... ¡Pegarte! No pienso en eso, pero... (Dominándola.) Vamos, tranquiliza esos nervios, y dime la verdad... La verdad, ¿eh?

MARÍA LUISA. -Yo no miento nunca, ¿sabe? ¡Nunca!

CARLOS. -¡Acaba usted de probarlo, señora!

MARÍA LUISA. -No es cierto... ¿Sabe qué más?... Usted no la ha visto a mamá... Quiere sacarme de mentira a verdad. La pobre está enferma en cama...

CARLOS. -Por favor, María Luisa... ¡No jugués con mi paciencia! ¿Dónde ibas? Mentí de nuevo si querés... ínventá otra cosa... Disculpate siquiera de algún modo... pero no sigas exponiéndome con tus monerías. Hace tiempo que me tienes con la sangre hirviendo.

MARÍA LUISA. -Sí, ya sabía que estás cansado de mí y que querés matarme a disgustos...

CARLOS. -¡Yo!... ¡Yo!...

MARÍA LUISA. -Sí, señor. Usted mismo. Y no conformo con ser un desconsiderado y tenerme aquí enferma, muriéndome, sí, muriéndome, por falta de asistencia, ahora pretende ponerme la mano encima.

CARLOS. -(Exasperado.) ¡Pero se ha visto descaro igual! ¡Ah, no!... Esto no puede seguir así... ¡Ah, no!...

MARÍA LUISA. -También digo lo mismo... ¡Ay, madre mía, que soy desgraciada!... ¡Que soy desgraciada!... ¿Eso es lo que te han enseñado los socialistas? ¿A maltratar a las mujeres? ¡Ah, ah, ah!... ¡No puedo más!... Me voy, me voy de esta casa...

CARLOS. -Sí, señora... ¡Ya lo creo que sí!... Pero antes tiene usted que darme una explicación...

MARÍA LUISA. -Yo soy libre, ¿sabe?

CARLOS. -¿Libre?... (Dominándose.) Tienes razón... Completamente libre... Era lo establecido... Pero esa libertad misma debió haberte impedido engañarme y traicionarme... Yo te lo dije, enseñándote mi moral: «El matrimonio no nos vinculará más que nuestro amor.» Si dejas de quererme, me lo dices honradamente y recobrarás tu libertad... De modo que no tenías por qué engañarme, no tenías necesidad de engañarme... Y eso es lo que me subleva y me enfurece... Porque, vamos a ver, ¿por qué lo has hecho? Por pura maldad, por pura perversidad...

MARÍA LUISA. -Pero Carlos... ¿qué cosas estás diciendo? ¿Te has vuelto loco?

CARLOS. -(Cruzándose de brazos ante ella.) ¿Es decir que ni siquiera el derecho de razonar me dejas?...

MARÍA LUISA. -(Ingenua.) Yo lo hacía a escondidas, porque sabía que no te gustaba...

CARLOS. -Se precisa tupé...

MARÍA LUISA. -Si me hubieras dado permiso, no pasaría esto...

CARLOS. -¡Yo!... ¡Para esas cosas!...

MARÍA LUISA. -Sí, vos mismo... ¿Serías capaz de negarlo?... Y bien claro que me lo decías: «No le hagas caso... es un charlatán...»

CARLOS. -¿Estaré en mi juicio? ¿Cuándo ha sucedido eso y de quién me hablas?

MARÍA LUISA. -¿De quién? ¡De don Salvador!... ¡De Mano Santa!

CARLOS. -Mano Santa... ¿De Mano Santa?... De modo que... Vamos... Esto debe aclararse con calma... ¿A dónde ibas?...

MARÍA LUISA. -¿No te lo he dicho? Con doña Lina a ver a Mano Santa...

CARLOS. -No mientas...

MARÍA LUISA. -¡Carlos!

CARLOS. -¿Has tenido tiempo para inventarla, no?

MARÍA LUISA. -¿De modo que tú... que tú sospechabas?...

CARLOS. -Sí, sí; sospechaba... y sospecho...

MARÍA LUISA. -Que yo... ¡Ah, Dios mío! ¡Si seré desgraciada!... ¡Si seré desgraciada!... (Paseándose nerviosa.) ¡Pensar de mí, semejantes cosas!... ¡Dudar de mí!... ¡Qué infamia!... ¡Madre de mi alma!...

CARLOS. -No podrás decir que me hayan faltado motivos...

MARÍA LUISA. -¡No lo ven!... ¡No lo ven!... Ahora me echa las culpas. ¡Oh!... Pero esto no puede quedar así... Bien me parecía que querías deshacerte de mí... ¡Que estabas harto!... Por eso me enseñabas esa moral de los socialistas... Libertad absoluta... El día que te canses de mí... Adiosito. Con casamiento y todo...

CARLOS. -¡Pero qué audacia!...

MARÍA LUISA. -(Encarándosele.) ¿Y no has podido hallar mejor pretexto que el de ofenderme así? ¡Sos un infame! Ahora mismo me marcho de esta casa... Ahora mismo. Y si querés averiguar la verdad, puedes preguntárselo a doña Lina.

CARLOS. -No; tú no te marchas...

MARÍA LUISA. -Pues ya verás si me voy... (Ademán de irse.)

CARLOS. -(Deteniéndola.) ¡No te vayas!

MARÍA LUISA. -Eso lo veremos...

CARLOS. -¡No! Si Vos te vas...

MARÍA LUISA. -(Con un movimiento brusco lo aparta y sale: CARLOS vacila un instante y corre detrás. Voces y rumor de lucha. Después de una pausa reaparece MARÍA LUISA llorando a gritos y corre a tirarse en la cama.)

MARÍA LUISA. -¡Me ha pegado!... ¡Me ha pegado el infame!... ¡Me ha pegado, madrecita! ¡Madrecita!...

CARLOS. -(Abrumado, mirando al suelo, avanza unos pasos y se deja caer en una silla; después de un instante.) ¡Fue sin querer!

MARÍA LUISA. -¡Madrecita! ¡Que soy desgraciada!... ¡Pegarme a mí!... ¡Insultarme y pegarme!... (Exasperándose.) ¡Ay, ay, ay!... ¡Yo me quiero morir! ¡Me muero!... ¡Me muero?...

CARLOS. -Oh... Estas mujeres. (Se alza y se acerca a la cama suplicante.) ¡María Luisa!... ¡María Luisa!... ¡Fue sin querer!...

MARÍA LUISA. -Salga... No se me acerque... ¡Infame! ¡Monstruo!...

CARLOS. -Fue casual... ¡Te lo juro!...

MARÍA LUISA. -No se me acerque... ¡Ay, madrecita!... ¡Me muero, me muero!... ¡Me muero!...

CARLOS. -(Conmovido.) ¡No se exaspere, mi negra!... Perdóneme... ¡Perdón!... Le aseguro, que un mal movimiento del brazo... Quería detenerla, y como estaba así tan nervioso... ¡Cálmese... negrita, por favor!...

MARÍA LUISA. -Retírese, hipócrita... Todo ha concluido entre nosotros... ¡Para siempre!... ¡Ay, ay, ay!... Pegarme delante de todo el mundo...

CARLOS. -(Aparte.) ¡Tiene razón, pobrecita!