Manifiesto de Venecia
Españoles:
Hace dieciséis años que desde Lucerna protesté solemnemente contra la proclamación de mi sobrino Alfonso como Rey de España, mediante la cual se confirmaba una vez más la usurpación cometida a la muerte de Femando VII, último monarca legitimo que, de hecho, ha ocupado el solio de San Fernando.
El derecho me pertenece. Por él, y por los sagrados intereses que simboliza, he luchado con gloria, aunque sin fortuna, en los campos de batalla, seguido por mis leales y heroicos defensores, cuya fe y cuyo entusiasmo no decaen, a pesar del tiempo que transcurre y de la desgracia que hasta ahora nos ha perseguido. Con ellos cuento siempre para reivindicar en el momento oportuno, y por la vía que proceda, la corona que nuevamente se me arrebata con la declaración de la mayor edad del titulado Alfonso XIII, tan intruso e ilegítimo como sus inmediatos predecesores.
Triste legado le deja la Regencia, que tan funesta ha sido para la pobre España. Perdidas, con deshonra, las colonias, mermado el territorio, desatendida la Iglesia, desorganizado el Ejército, deshecha la Marina, recrudecida la cuestión religiosa y la social, sin Hacienda, sin crédito y sin Patria, su trono se asienta únicamente sobre las ruinas y escombros de lo que un día fué la poderosa nación española, dueña de muchos mundos cuando estaba regida por el cetro de sus Reyes de verdad, menguado porvenir le espera; y más lamentable será aún el de nuestra España, si Dios no pone pronto remedio a sus males, como yo lo espero.
Mientras tanto, hijo fiel y sumiso a la Iglesia, español amante de mi país, Monarca de derecho, protesto de nuevo contra la usurpación que se consuma, contra la irreligión y la inmoralidad que crecen y se desbordan, contra las tendencias anárquicas y antisociales que, por desgracia, se extienden, y contra todo lo que se oponga al sagrado lema de Dios, Patria y Rey, escrito en mi bandera, hoy plegada temporalmente, pero pronta a enarbolarse con brío cuando sea menester.
Soy el mismo de siempre. Mi actitud, mis ideas, mis propósitos y mis convicciones no varían. Dispuesto estoy, como siempre lo he estado, a todos los sacrificios para cumplir mis deberes; contando con que también vosotros, abriendo los ojos a la luz de la verdad, sabréis igualmente cumplir los vuestros, para que unidos podamos salvar a España, y con ella la Causa de la Religión, la del Derecho y la del Orden social.
Así espera vuestro Rey,
Fuente
editar- Ferrer, Melchor: Historia del Tradicionalismo Español, tomo XXVIII, vol. 2. Páginas 163-164.