Manifiesto de Don Javier a los carlistas (1954)

En estas fechas en que se cumplen los quince años de la Victoria, me dirijo nuevamente a vosotros los que sabéis conservar viva la fe en los destinos de España y la esperanza cierta de que se acerca la hora en que podréis contribuir decisivamente a hacer de España ejemplo y guía del mundo católico.

Aun con nuestra limitada visión humana, tenemos que entender que obedece a un plan providencial la conservación sorprendente de esta selección de hombres que a lo largo de un siglo ha mantenido la pureza de sus ideales frente a la persecución, la derrota y el hastío, para dar en aquel glorioso 18 de julio el maravilloso ejemplo del florecer de requetés que tan decisiva intervención tuvieron en la Cruzada que nos condujo a la Victoria frente a los enemigos de Dios y de la Patria. Sólo los que llevan muy metido dentro del alma el sentido estimulante de la libertad cristiana, podían reaccionar de manera tan decidida y enérgica contra la tiranía disfrazada de falsa democracia.

Mucho se logró con la Cruzada, pero no se han sacado todas las consecuencias favorables de la Victoria. El sistema instaurado en España recoge algunos de nuestros postulados -principalmente en el orden religioso- pero no lo ha hecho sin mezcla de conceptos extraños al ser nacional que además de producir una peligrosa confusión ideológica adulteran lo que debió haber sido limpia trayectoria hacia la instauración del régimen estable y definitivo que España necesita.

Que el actual sistema no es connatural con las esencias españolas lo demuestran estos dos hechos: a los quince años de la Victoria no existe la verdadera libertad en España, ni la ponderada y cristiana de expresión verbal y escrita, ni la de asociación, ni de la vida económica. Por su parte, la representación de los españoles ante el Poder Público está mediatizada por el Estado y no son auténticas las delegaciones representativas de los Municipios o de las Cortes y ni siquiera de las misma entidades profesionales.

No se diga que esta falta de libertad y representación es consecuencia del peligro de subversión. El General Franco goza, como pocos gobernantes de la autoridad que le habría permitido consentir sin riesgo el libre juego de los movimientos políticos. El régimen es el que se basa en principios falsos y por esta falta de consistencia interna no puede dar paso a las más legítimas aspiraciones de la Sociedad.

Siempre que la ocasión lo ha demandado hemos alzado nuestra voz señalando nuestra insolidaridad con la orientación política. Lo habéis hecho vosotros por medio de vuestras autoridades inmediatas y lo he hecho yo mismo dirigiéndome personalmente al General Franco. Pero a pesar de nuestra discrepancia manifestada públicamente, nadie podrá poner tacha a nuestra lealtad de actuación. Hemos dejado clara constancia de nuestro apartamiento del régimen tal como hasta aquí se ha desenvuelto, pero advirtiendo siempre que estamos dispuestos a prestar nuestro concurso a cualquier labor -que ya es inaplazable- de enderezamiento de la política hasta finalidades en consonancia con la doctrina que venimos manteniendo por espacio de varias generaciones. Generaciones de reyes y de leales. Esto es la Comunión Tradicionalista con su Rey a la cabeza, la interpretación genuina de la Monarquía, un pueblo monárquico y un Rey para un pueblo. La Sociedad constituida según su propio ser, con sus entidades plenas de personalidad, sus fueros, sus libertades y su auténtica representación.

Ésta es la Monarquía a la que yo estoy adscrito. La herencia del Rey Alfonso Carlos me impone a mí y a mis sucesores gravísimos deberes, porque España debe recuperar su propia manera de ser, al mismo tiempo que debe concurrir a las tareas del mundo en esta hora grave para todas las naciones de origen cristiano.

Fiel a los designios de mis antepasados llamo, pues, ahora, a cuantos tenéis en el corazón los nobles ideales del Carlismo, a la acción más unida y disciplinada siguiéndome con vuestra lealtad en esta etapa que dé digno remate a las posibilidades que abrió la Victoria.

Bostz, 3 de abril de 1954.

JAVIER