Madrigal (Silva)
Tu tez rosada y pura; tus formas gráciles de estatua de Tanagra; tu olor de lilas; el carmín de tu boca de labios tersos; las miradas ardientes de tus pupilas; el ritmo de tu paso; tu voz velada; tus cabellos que suelen, si los despeina tu mano blanca y fina, toda hoyuelada, cubrirte con un rico manto de reina; tu voz, tus ademanes, tú... no te asombre: todo eso está, ya a gritos, pidiendo un hombre.