Méjico y no México
Como en cuestión de lenguaje está visto que nada se propaga más que lo pedantesco ni nada hace más estragos que ese absurdo purismo que trata de detener la vida del idioma, no estará de más trabajar cuanto se pueda por atajar el daño.
Antes de ahora he tratado con cierta extensión de ortografía, que es uno de los campos donde más á sus anchas se explaya la pedantería libresca, y cada día recojo nuevos datos.
Ahora han dado nuestros periódicos por rendirse á la pedantesca manía mejicana de escribir México y no hay quien lo evite. No sé por qué no imitan á aquellos de mis paisanos que escriben Bizkaya con tanta razón, ó tan poca, como México los mejicanos.
La tendencia natural de un idioma es á acercarse en su escritura á la ortografía fonética, y ya que no la adopte por completo mediante una revolución, debe por lo menos no retroceder.
Todos escribíamos Méjico, y ahora nos salen con esa x, por aquello de que el vocablo deriva de una palabra azteca con sonido paladial representado por x en castellano, cuando este idioma tenía tal sonido.
Pero por la misma razón habría que escribir Guadalaxara, Xerez, dixo, xefe, etc. No se vé qué privilegio ha de tener México para adoptar en él una ortografía pseudo-etimológica, cuando en el castellano domina la fonética.
¿Qué hay en el fondo de esto? Lo mismo que en el fondo del Bizkaya de mis paisanos. La cuestión es dar al vocablo cierto aire exótico y extraño para expresar así cierto prurito de distinción é independencia. Por lo visto son menester la B y la k de Bizkaya para recuerdo de que el vascuence es un idioma de distinta estirpe que el castellano y no emparentado por consanguinidad con él. Y de la misma manera han plantado la x los criollos mejicanos para que se sepa que el nombre de su nación ―nombre privilegiado que se escribe de un modo y se lee de otro― es un nombre de origen indígena. Si se escribiera racionalmente Méjico, podría acaso correr peligro la clara conciencia de la personalidad nacional de la próspera república de Porfirio Díaz. Hay que distinguirse, aunque sólo sea por una x. Todo ello no pasa después de todo de un desahogo infantil.
Santo y bueno que los mejicanos quieran dar distinción ortográfica al nombre de su patria, pero no sé por qué les hemos de imitar los españoles que hace tiempo dejamos ya de escribir con x aquellas voces en que, como en Méjico, representaba un sonido originariamente paladial (una especie de ch francesa).
¿Ha de ser Méjico más que Guadalajara en esto? Sobre todo, igualdad ante la ley.
Nada mejor que estrechar cada día más los lazos espirituales entre las naciones todas de lengua española, y estrecharlos sobre la base del idioma común ante todo; pero esta labor ha de hacerse con racionalidad, y no atendiendo á caprichos pueriles.
Quede para la Real Academia el atiborrar su diccionario de palabros guaranís, aztecas, totlecas, chichimecas, quichúas, charrúas, araucanos ó lo que sea.
Es en América precisamente donde más se trabaja por la reforma racional de nuestra ortografía en sentido fonético, que es el más científico.
Yo creo que hay que hacer la lengua española, ó hispanoamericana, sobre la base del castellano, pero es combatiendo tendencias como la que se manifiesta en el humildísimo hecho de la x de Méjico.
Si en nuestras universidades se estudiase científicamente el idioma patrio, su formación y vida, mucho de esto iría curándose. Vea el señor conde de Jiquena si puede hacer algo en tal sentido.
Nota. Creo inútil advertir que este estrambote traído por los cabellos no conduce más que á quitarle al señor conde la X que usa, por muy aristocrática que parezca.