Méjico (Viajes) 5
(Conclusión).
Al pie de la roca, una fuente maravillosa cubierta con una cúpula magnífica prodiga á todos los enfermos del globo, aunque no gratis, la virtud curativa de sus sagradas aguas.
Todos los dias va el sencillo indio a renovar su provisión y á orar á los pies de la Virgen, volviéndose satisfecho de haber contemplado un instante la divina imagen.
Los dias de fiesta acude de todas partes de Méjico un gentío inmenso, confundiéndose allí todos los tipos y trages, al son de las campanas y de los gritos de júbilo.
Los vendedores ambulantes ofrecen a los romeros frutas de todos los climas. El aguardiente (pulque) corre en abundancia, y uno se retira al fin fatigado de tanto ruido, con la cabeza aturdida, lleno de polvo y con una vaga reminiscencia de ciertas ferias de París.
Dos caminos conducen de Méjico á Vera-Cruz, y los dos evocan grandes recuerdos históricos.
La via mas corta que se dirige al Sudeste por Puebla de los Angeles, atraviesa á unas veinte leguas de la capital, el territorio de la antigua Cholula, una de las ciudades mas populosas y florecientes de América antes de la conquista, y cuya fundación se atribuía á las razas primitivas que precedieron á los aztecas en el suelo mejicano.
A causa del número de templos, Cholula era para los antiguos habitantes del pais, lo que la Meca para los musulmanes, Jerusaleu ¡jara los fiebreos y Boma para los cristianos: era la ciudad santa del Anahuac. Allí, según la tradición, dió por espacio de veinte años Quetzalcoalt, reformador divinizado de los aborígenes, y de allí partió para las comarcas de Oriente, anunciando la vuelta de sus descendientes después de un período de muchos siglos, predicción que fue el mas poderoso auxiliar de los conquistadores españoles.
El principal santuario de Quetzalcoalt estaba sobre una inmensa pirámide, que invadida actualmente por una exuberante y silvestre vegétacion, mas bien parece un capricho de la naturaleza, que obra de la mano del hombre. Esta masa de Ladrillo cuya base cuadranglar cubre mas dé 18 hectáreas de terreno, se eleva aun á 60 metros de altura. »
«No se puede imaginar nada mas grandioso que el cuadro que se ofrecía á la vista en otro tiempo desde lo alto de la plataforma en que estaba la pirámide. Por el lado del Norte, se estendia esta alta barrera de rocas porfiróideas de que la naturaleza ha rodeado el valle de Méjico, dominado por los grandes picos de Popocatepelt y de Iztaccihuatl, como dos centinelas gigantes á la entrada de esta bella región. Mas lejos, al Sur, se descubría la cima cónica del Orizaba, que se perdía en las nubes, y mas cerca la sierra de Malhinche, cordillera árida, pero pintoresca, que cubría con su sombra las llanuras de Tlascala. Tres de estas montañas, son volcanes mas elevados que todas las montañas de Europa, y están cubiertas de eternas nieves que resisten a los ardores del sol de los trópicos. A los pies del espectador se veia la ciudad santa de Cholula, con sus torres y flechas , reflejando los rayos del sol en medio de la rica y bella vegetación que rodeaba en aquella época á la capital. Tal era el magífico cuadro que hirió la vista de los conquistadores, y que ofrece aun con ligeros cambios al moderno viajero que desde lo alto de la gran pirámide pasea su mirada por la mas bella porción de la planicie de Puebla [1].»
La ciudad de Puebla de los Angeles, fue fundada por los españoles poco tiempo después de la conquista, sobre las ruinas de un pueblecillo del territorio de Cholula, á algunas millas al Este de esta capital. Es la ciudad mas considerable de la Nueva-España, y acaso la mas bella después de Méjico. Y parece haber heredado la preeminencia religiosa de la antigua Cholula, pues se distingue por el numero y esplendor de sus iglesias, por la multitud de sus sacerdotes y por el lujo de sus ceremonias y fiestas.
El segundo camino, rodeando por el Norte el lago de Tezcuco, pasa por aquel valle de Otumba, donde el 8 de julio de 1520, terminó Cortés por una sangrienta victoria la desastrosa retirada de la Noche triste. Un poco mas allá se descubren las alturas que dominan el valle de Tlascala, á vista de las venerables pirámides de Teotihuacan, que son probablemente, sin esceptuar el templo de Cholula, las mas antiguas ruinas que existen en el territorio mejicano.
Los aztecas, á creer sus tradiciones, hallaron estos monumentos á su llegada al pais. Teotihuacan, (la mansión de los dioses) que solo es ahora una pobre aldea, era entonces una ciudad floreciente, rival de Tula, la gran capital tolteca. Las dos principales pirámides estaban consagradas á Tonatiuh y á Metzli , (al sol y á la luna).
De las ultimas mediciones, resulta que la primera, mucho mas grande que la otra, tiene 682 pies de longitud en su base, y 180 de altura, dimensiones que no son inferiores á las de algunos monumentos análogos de Egipto.
Estas pirámides se componían de cuatro asientos ó bases, de las cuales tres se reconocen todavía, aunque las gradas intermedias están ya deshechas. El tiempo en efecto, las ha maltratado de tal modo, y tanto las ha desfigurado la vegetación tropical que cubre sus propias ruinas con un manto de flores, que no es fácil distinguir á primera vista la forma primitiva de estos monumentos. La semejanza de estas enormes masas con los túmuli de la América del Norte, ha hecho creer á algunos, que eran eminencias naturales, á las que la mano del nombre habia dado luego una forma regular, adornándolas luego con templos cuyas ruinas cubren sus flancos.
Otros, no viendo elevaciones semejantes en la vasta llanura en que aquellas se encuentran, han creído más verosímil que eran creaciones completamente artificiales.
Al rededor de estas pirámides principales, se eleva un gran número de monumentos del mismo género, pero de menores dimensiones. La tradición local asegura que fueron dedicadas á las estrellas, y que sirvieron de sepulcros á los jefes de los antiguos pueblos. La llanura que dominan, se llama Micoatí ó camino de los muertos. Con frecuencia al labrar ahora la tierra para el cultivo, se hallan puntas de flechas de obsidiana que revelan el carácter belicoso de los antiguos habitantes del pais.
El viajero que sube á la cima de la pirámide del Sol, queda luego indemnizado de su fatiga por el magnífico panorama que descubre desde arriba: hacia el Sudeste se elevan los montes de Tlascala rodeados de cultivos, en cuyo verde fondo blanquea un pueblecillo, capital un tiempo de aquella república; un poco mas al Sur, se estienden las bellas llanuras de Puebla de los Angeles; al Oeste el valle de Méjico, que se presenta á la vista como un mapa con sus pequeños lagos, su gran capital saliendo mas gloriosa ae sus propias ruinas,- y sus montañas accidentadas que la rodean con su oscura cortina como en tiempo de Motezuma.
Z.
- ↑ Prescott, Hist. de la conquéte da Mexique, lib. 5.°, cap. VI.