Luzbel en la redención

Luzbel en la redención
de Rafael María Baralt


I

 

 Muere Jesús y al punto estremecida
 siente crujir la esfera su cimiento;
 enmudece la mar, párase el viento;
 viste de luto el sol su luz querida.
 

 Los muertos en sus tumbas por la vida
 asaltados se ven, y hondo lamento
 mustia levanta al alto firmamento
 la tierra toda en su Hacedor herida.
 

 Del redentor la sangre gota a gota
 se derrama en Luzbel, y su tortura
 descubre y su terror así el precito.
 

 Nunca, ¡oh Dios!, el hombre agota
 tan sólo mi dolor por siempre dura
 inmortal como tú, cual tu infinito.
 


 


II

 

 Y una voz le responde: «En medio al coro
 de los benditos ángeles un día,
 tu belleza sin par resplandecía
 como en lóbrega noche ígneo meteoro.
 

 Fugaz como él, riquísimo tesoro
 perdió de gracia y luz tu rebeldía;
 y el que al trono de Dios cortejo hacía
 bajo al abismo en sin igual desdoro.
 

 Allí tu reino; allí de tu delito,
 y del antiguo honor cruda memoria:
 allí eterno dolor, eterno llanto.
 

 De tu rabia feroz vano es el grito:
 venció la cruz, y su inmortal victoria
 para el hombre es salud, para ti espanto.
 


 


III

 

 Ni de sangre siquiera horrible llanto
 en los ávidos ojos embargada
 yace la lengua, y al feroz mirada
 fija y sin luz, rebela su quebranto.
 

 Así en presencia del Madero Santo,
 su primera sentencia renovada
 oye Luzbel, y con la faz velada
 lloran los justos infortunios tanto.
 

 Blasfemando de Dios alzan empero
 «Derribaré la Cruz, dice, y triunfante
 en trozos mil la arrojaré al profundo...»
 

 Mas, ¿cómo ¡ay me!, sin arrancar primero
 de sus eternos quicios de diamante
 al alto cielo, el anchuroso mundo?