Luces de bohemia/Escena séptima

Escena séptima

La Redacción de El Popular: Sala baja con piso de baldosas: En el centro, una mesa larga y negra, rodeada de sillas vacías, que marcan los puestos, ante roídas carpetas, y rimeros de cuartillas que destacan su blancura en el círculo luminoso y verdoso de una lámpara con enagüillas. Al extremo, fuma y escribe un hombre calvo, el eterno redactor del perfil triste, el gabán con flecos, los dedos de gancho y las uñas entintadas. El hombre lógico y mítico enciende el cigarro apagado. Se abre la mampara, y el grillo de un timbre rasga el silencio. Asoma EL CONSERJE, vejete renegado, bigotudo, tripón, parejo de aquellos bizarros coroneles que en las procesiones se caen del caballo. Un enorme parecido que extravaga.


EL CONSERJE: Ahí está Don Latino de Hispalis, con otros capitalistas de su cuerda. Vienen preguntando por el Señor Director. Les he dicho que solamente estaba usted en la casa. ¿Los recibe usted, Don Filiberto?

DON FILIBERTO: Que pasen.

Sigue escribiendo. EL CONSERJE sale, y queda batiente la verde mampara, que proyecta un recuerdo de garitos y naipes. Entra el cotarro modernista, greñas, pipas, gabanes repelados, y alguna capa. El periodista calvo levanta los anteojos a la frente, requiere el cigarro y se da importancia.


DON FILIBERTO: ¡Caballeros y hombres buenos, adelante! ¿Ustedes me dirán lo que desean de mí y del Journal?

DON LATINO: ¡Venimos a protestar contra un indigno atropello de la Policía! Max Estrella, el gran poeta, aun cuando muchos se nieguen a reconocerlo, acaba de ser detenido y maltratado brutalmente en un sótano del Ministerio de la Desgobernación.

DORIO DE GADEX: En España sigue reinando Carlos II.

DON FILIBERTO: ¡Válgame un santo de palo! ¿Nuestro gran poeta estaría curda?

DON LATINO: Una copa de más no justifica esa violación de los derechos individuales.

DON FILIBERTO: Max Estrella también es amigo nuestro. ¡Válgame un santo de palo! El Señor Director, cuando a esta hora falta, ya no viene... Ustedes conocen cómo se hace un periódico. ¡El Director es siempre un tirano!... Yo, sin consultarle, no me decido a recoger en nuestras columnas la protesta de ustedes. Desconozco la política del periódico con la Dirección de Seguridad... Y el relato de ustedes, francamente, me parece un poco exagerado.

DORIO DE GADEX: ¡Es pálido, Don Filiberto!

CLARINITO: ¡Una cobardía!

PÉREZ: ¡Una vergüenza!

DON LATINO: ¡Una canallada!

DORIO DE GADEX: ¡En España reina siempre Felipe II!

DON LATINO: ¡Dorio, hijo mío, no nos anonades!

DON FILIBERTO: ¡Juventud! ¡Noble apasionamiento! ¡Divino tesoro, como dijo el vate de Nicaragua! ¡Juventud, divino tesoro! Yo también leo, y algunas veces admiro a los genios del modernismo. El Director bromea que estoy contagiado. ¿Alguno de ustedes ha leído el cuento que publiqué en Los Orbes?

CLARINITO: ¡Yo, Don Filiberto! Leído y admirado.

DON FILIBERTO: ¿Y usted, amigo Dorio?

DORIO DE GADEX: Yo nunca leo a mis contemporáneos, Don Filiberto.

DON FILIBERTO: ¡Amigo Dorio, no quiero replicarle que también ignora a los clásicos!

DORIO DE GADEX: A usted y a mí nos rezuma el ingenio, Don Filiberto. En el cuello del gabán llevamos las señales.

DON FILIBERTO: Con esa alusión a la estética de mi indumentaria, se me ha revelado usted como un joven esteta.

DORIO DE GADEX: ¡Es usted corrosivo, Don Filiberto!

DON FILIBERTO: ¡Usted me ha buscado la lengua!

DORIO DE GADEX: ¡A eso no llego!

CLARINITO: Dorio, no hagas chistes de primero de latín.

DON FILIBERTO: Amigo Dorio, tengo alguna costumbre de estas cañas y lanzas del ingenio. Son las justas del periodismo. No me refiero al periodismo de ahora. Con Silvela he discreteado en un banquete, cuando me premiaron en los Juegos Florales de Málaga la Bella. Narciso Díaz aún recordaba poco hace aquel torneo en una crónica suya de El Heraldo. Una crónica deliciosa como todas las suyas, y reconocía que no había yo llevado la peor parte. Citaba mi definición del periodismo. ¿Ustedes la conocen? Se la diré, sin embargo. El periodista es el plumífero parlamentario. El Congreso es una gran redacción, y cada redacción, un pequeño Congreso. El periodismo es travesura, lo mismo que la política. Son el mismo círculo en diferentes espacios. Teosóficamente podría explicarselo a ustedes, si estuviesen ustedes iniciados en la noble Doctrina del Karma.

DORIO DE GADEX: Nosotros no estamos iniciados, pero quien chanela algo es Don Latino.

DON LATINO: ¡Más que algo, niño, más que algo! Ustedes no conocen la cabalatrina de mi seudónimo: Soy Latino por las aguas del bautismo, soy Latino por mi nacimiento en la bética Hispalis, y Latino por dar mis murgas en el Barrio Latino de París. Latino, en lectura cabalística, se resuelve en una de las palabras mágicas: Onital. Usted, Don Filiberto, también toca algo en el magismo y la cábala.

DON FILIBERTO: No confundamos. Eso es muy serio, Don Latino. ¡Yo soy teósofo!

DON LATINO: ¡Yo no sé lo que soy!

DON FILIBERTO: Lo creo.

DORIO DE GADEX: Un golfo madrileño.

DON LATINO: Dorio, no malgastes el ingenio, que todo se acaba. Entre amigos basta con sacar la petaca, se queda mejor. ¡Vaya, dame un pito!

DORIO DE GADEX: No fumo.

DON FILIBERTO: ¡Otro vicio tendrá usted!

DORIO DE GADEX: Estupro criadas.

DON FILIBERTO: ¿Es agradable?

DORIO DE GADEX: Tiene sus encantos, Don Filiberto.

DON FILIBERTO: ¿Será usted padre innúmero?

DORIO DE GADEX: Las hago abortar.

DON FILIBERTO: ¡También infanticida!

PÉREZ: Un cajón de sastre.

DORIO DE GADEX: ¡Pérez, no metas la pata Don Filiberto, un servidor es neo-maltusiano.

DON FILIBERTO: ¿Lo pone usted en las tarjetas?

DORIO DE GADEX: Y tengo un anuncio luminoso en casa.

DON LATINO: Y así, revertiéndonos la olla vacía, los españoles nos consolamos del hambre y de los malos gobernantes.

DORIO DE GADEX: Y de los malos cómicos, y de las malas comedias, y del servicio de tranvías, y del adoquinado.

PÉREZ: ¡Eres un iconoclasta!

DORIO DE GADEX: Pérez, escucha respetuosamente y calla.

DON FILIBERTO: En España podrá faltar el pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban.

DORIO DE GADEX: ¿Sabe usted quién es nuestro primer humorista, Don Filiberto?

DON FILIBERTO: Ustedes los iconoclastas dirán, quizá, que Don Miguel de Unamuno.

DORIO DE GADEX: ¡No, señor! El primer humorista es Don Alfonso XIII.

DON FILIBERTO: Tiene la viveza madrileña borbónica.

DORIO DE GADEX: El primer humorista, Don Filiberto. ¡El primero! Don Alfonso ha batido el récord haciendo presidente del Consejo a García Prieto.

DON FILIBERTO: Aquí, joven amigo, no se pueden proferir esas blasfemias. Nuestro periódico sale inspirado por Don Manuel García Prieto. Reconozco que no es un hombre brillante, que no es un orador, pero es un político serio. En fin, volvamos al caso de nuestro amigo Mala-Estrella. Yo podría telefonear a la secretaría particular del Ministro: Está en ella un muchacho que hizo aquí tribunales. Voy a pedir comunicación. ¡Válgame un santo de palo! Mala-Estrella es uno de los maestros y merece alguna consideración. ¿Qué dejan esos caballeros para los chulos y los guapos? ¡La gentuza de navaja! ¿Mala-Estrella se hallaría como de costumbre?...

DON LATINO: Iluminado.

DON FILIBERTO: ¡Es deplorable!

DON LATINO: Hoy no pasaba de lo justo. Yo le acompañaba. ¡Cuente usted! ¡Amigos desde París! ¿Usted conoce París? Yo fui a París con la Reina Doña Isabel. Escribí entonces en defensa de la Señora. Traduje algunos libros para la Casa Garnier. Fui redactor financiero de La Lira Hispano-Americana: ¡Una gran revista! Y siempre mi seudónimo Latino de Hispalis.

Suena el timbre del teléfono. DON FILIBERTO el periodista calvo y catarroso, el hombre lógico y mítico de todas las redacciones, pide comunicación con el Ministerio de Gobernación, Secretaría Particular. Hay un silencio. Luego murmullos, leves risas, algún chiste en voz baja. DORIO DE GADEX se sienta en el sillón del Director, pone sobre la mesa sus botas rotas y lanza un suspiro.


DORIO DE GADEX: Voy a escribir el artículo de fondo, glosando el discurso de nuestro jefe: «¡Todas las fuerzas vivas del país están muertas!», exclamaba aún ayer en un magnífico arranque oratorio nuestro amigo el ilustre Marqués de Alhucemas. Y la Cámara, completamente subyugada, aplaudía la profundidad del concepto, no más profundo que aquel otro: «Ya se van alejando los escollos.» Todos los cuales se resumen en el supremo apóstrofe: «Santiago y abre España, a la libertad y al progreso.»

DON FILIBERTO suelta la trompetilla del teléfono y viene al centro de la sala, cubriéndose la calva con las manos amarillas y entintadas. ¡Manos de esqueleto memorialista en el día bíblico del Juicio!


DON FILIBERTO: ¡Esa broma es intolerable! ¡Baje usted los pies! ¡Dónde se ha visto igual grosería!

DORIO DE GADEX: En el Senado Yanqui.

DON FILIBERTO: ¡Me ha llenado usted la carpeta de tierra!

DORIO DE GADEX: Es mi lección de filosofía ¡Polvo eres, y en polvo te convertirás!

DON FILIBERTO: ¡Ni siquiera sabe usted decirlo en latín! ¡Son ustedes unos niños procaces!

CLARINITO: Don Filiberto, nosotros no hemos faltado.

DON FILIBERTO: Ustedes han celebrado la gracia, y la risa en este caso es otra procacidad ¡La risa de lo que está muy por encima de ustedes! Para ustedes no hay nada respetable: ¡Maura es un charlatán!

DORIO DE GADEX: ¡El Rey del Camelo!

DON FILIBERTO: ¡Benlliure un santi bon barati!

DORIO DE GADEX: Dicho en valenciano.

DON FILIBERTO: Cavestany, el gran poeta un coplero.

DORIO DE GADEX: Profesor de guitarra por cifra.

DON FILIBERTO: ¡Qué de extraño tiene que mi ilustre jefe les parezca un mamarracho!

DORIO DE GADEX: Un yerno más.

DON FILIBERTO: Para ustedes en nuestra tierra no hay nada grande, nada digno de admiración. ¡Les compadezco! ¡Son ustedes bien desgraciados! ¡Ustedes no sienten la Patria!

DORIO DE GADEX: Es un lujo que no podemos permitimos. Espere usted que tengamos automóvil, Don Filiberto.

DON FILIBERTO: ¡Ni siquiera pueden ustedes hablar en serio! Hay alguno de ustedes, de los que ustedes llaman maestros, que se atreve a gritar viva la bagatela. ¡Y eso no en el café, no en la tertulia de amigos, sino en la tribuna de la Docta Casa! ¡Y eso no puede ser, caballeros! Ustedes no creen en nada: Son iconoclastas y son cínicos. Afortunadamente hay una juventud que no son ustedes, una juventud estudiosa, una juventud preocupada, una juventud llena de civismo.

DON LATINO: Protesto, si se refiere usted a los niños de la Acción Ciudadana. Siquiera estos modernistas, llamémosles golfos distinguidos, no han llegado a ser policías honorarios. A cada cual lo suyo. ¿Y parece ser que esta tarde mataron a uno de esos pollos de gabardina? ¿Usted tendrá noticias?

DON FILIBERTO: Era un pollo relativo. Sesenta años.

DON LATINO: Bueno, pues que lo entierren. ¡Que haya un cadáver más, sólo importa a la funeraria!

Rompe a sonar el timbre del teléfono. DON FILIBERTO toma la trompetilla y comienza una pantomima de cabeceos, apartes y gritos. Mientras escucha con el cuello torcido y la trompetilla en la oreja, esparce la mirada por la sala, vigilando a los jóvenes modernistas. Al colgar la trompetilla tiene una expresión candorosa de conciencia honrada. Reaparece el teósofo, en su sonrisa plácida, en el marfil de sus sienes, en toda la ancha redondez de su calva.


DON FILIBERTO: Ya está transmitida la orden de poner en libertad a nuestro amigo Estrella. Aconséjenle ustedes que no beba. Tiene talento. Puede hacer mucho más de lo que hace. Y ahora váyanse y déjenme trabajar. Tengo que hacerme solo, todo el periódico.