Lucía Miranda/Conclusión
Este infame proceder de los Timbúes convirtió en odio la amistad de los españoles, y su pasada alianza; no les quedó otro partido que abandonar el Fuerte Espíritu Santo.
El capitán Mosquera, jefe de estas tristes reliquias pudo salvarlas navegando de costa en costa, hasta llegar al puerto llamado Igua, distante veinte y cuatro leguas de San Vicente, establecimiento portugués.
Con esta retirada quedó del todo evacuado el Río de la Plata, término fatal de tres expediciones, que deberían desalentar el espíritu de conquista, faltando aquí el motivo de ensoberbecerlo con sus conquistas mismas.
Es de presumir que si la causa de la humanidad hubiera entrado directamente en el proyecto de estas empresas, hubieran sido menos desgraciadas.