Los viajes de Marco Polo/Libro II/Capítulo XXXIV
CAPITULO XXXIV.
Dejando la ciudad de Yaci y andando diez jornadas, se pasa á la provincia antedicha, cuya capital lleva el mismo nombre. La gobierna Cogacin, hijo del gran Kan, y el pueblo es idólatra. Abunda tanto el oro en los rios, en los lagos y en las montañas, que cuatro dracmas de oro no valen más que doce de plata. Como moneda pequeña usan las porcelanas; pero como allí no las hay, las hacen venir de la In lia. Se crian en este tierra espantables serpientes, la mayor par te de ellas de diez piés de largas y diez y seis palmos de circunferencia, con dos garras junto á la cabeza, que es enorme, y con ojos mayores que un pan. La boca es tan grande, que puede entrar un hombre: los dientes en proporcion. En las garras no tienen piés, sino sólo una una como la de los halcones y leones. En suma, el aspecto del animal es tan terrible, que no hay quien se le acerque. La cogen de la siguiente manera. Durante el dia se guarceen bajo tierra, á causa del mu cho calor, y por la noche saleu á beber y á comerse los animales que encuentran. Como son tan pesados, hacen tal sarco en la arena, que parece que han rodado sobre ella un barril de vino. Los cazadores colocan en el camino de estas serpientes un palo con una punta de acero muy cortante y muy panzan te y larga de dos palas, la cual cubren con arcu, de mo lo que no pueda ser descubierta. Cuando la serpiente pasa, camina con tanta velocidad, que se abre la mayor parte del vientre y muere en el acto. Entónces acuden los cazadores y la extraen la hicl, porque es gran medicina y se vende muy cara. Con ella se eura la hidrofobia; resuelve les partes difíciles y desarraiga en breves dias la ruberenlósis. La carne es asimismo muy buena de comer. Estas serpien tes devoran los cachorros de los leones y de Jos oses. Se crian tambien en este país hermosos caballos, que se llevan á vender á la India haciéndoles dos ó tres muños en la cola, porque encuentran muy feo que el cabalio la sacuda cuando va el jinete montado. La gente cabalga á estilo frances, y usan armadura de cuero de búfalo, lanzas, escudes, ballestas y sactas muy teseas. Antes de que los conquistase el gran Kan, observaban la siguiente costumbre: Si llegaba á hospedarse en casa de alguno de ellos un hombre de gentil apostura, lo mataban durante la noche con veneno ó de otro modo, y no por robarle, sino porque creian que la gentileza de aquel homore se quedaba en la casa.