Los tristes recuerdos
En este valle, do sin seso ahora en muda soledad tu malhadado nombre, ¡ay Fili!, repito, afortunado decirte osé: «Mi corazón te adora». Junto a este arroyo, que tu muerte llora, te hallé cogiendo flores; y turbado la guirnalda nupcial en tu dorado cabello puse, y te juré señora. Allí nos reveló sus deliciosos misterios la alma Venus, la sagrada tea encendiendo plácido Himeneo. ¡Ay, dejadme recuerdos dolorosos! Mi Fili al claro Olimpo fue robada, y yo en mil ansias fenecer me veo.