Los ladrones de Londres/Capítulo V

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPÍTULO V.



OLIVERIO ADQUIERE RELACIONES CON NUEVOS PERSONAGES.


liverio solo y entregado á si mismo en la tienda del empresario de entierros, colocó su lámpara sobre el banco de obra y poseído del miedo arrojó una mirada timída en torno suyo. Un ataud recien acabado y puesto en medio de la tienda sobre dos caballetes negros se parecía tanto á la imágen de la muerte que el pobre jóven sentia recorrer por todos sus miembros un frio glacial acompañado de un temblor convulsivo, cada vez que su vista se fijaba involuntariamente sobre este horrible objeto esperando a cada momento ver un espectro espantoso levantar de el su cabeza repugnante hasta volverle loco de terror.

A la mañana siguiente le despertó un ruido redoblado de punta piés dados á la parte exterior de la puerta de la tienda. Estos se renovaron por cerca veinte y cinco ó treinta veces mientras se vestía á tientas; pero cuando empezaba á descorrer los cerrojos los piés cesaron de golpear oyendose una voz.

―Abrirás esta puerta?―dijo la voz perteneciente á los piés que habían golpeado.

—Al instante Señor.—respondió Oliverio descoriendo los cerrojos y volviendo la llave.

—Sin duda serás el aprendiz que se esperaba?―repuso la voz á travez del agujero de la cerradura.

—Si señor.―replicó Oliverio.

—­Que edad tienes?

—Diez años Señor.

—Siendo asi voy á estrangularte en cuanto entre.―prosiguió la voz—Ya lo verás aborto de la inclusa!

Despues de una promesa tan galante la voz se puso á Silvar.

Oliverio estaba harto acostumbrado á la realizacion de tales amenazas para tenor ninguna duda de que el dueño de la voz fuera quien fuera cumpliese en palabra. Descorrió los cerrojos con mano trémula y abrió la puerta. Miró por algun tiempo al frente á derecha y á izquierda persuadido de que el incógnito que acababa de hablarle por el ojo de la llave, había dado algunos pasos de mas para calentarse; porque no vió á nadie mas que un gordo muchacho de la escuela de la caridad, sentado sobre un guarda canton frente la tienda y ocupado en comer una rebanada de pan con manteca que cortaba en pedazos de la medida de su boca con una mala navaja y que tragaba en seguida con mucha voracidad.

―Perdon caballero. —dijo al cabo Oliverio no viendo parecer á nadie mas- sois vos el que habeis llamado?

—He dado punta pies. ― respondió el otro.

―Necesitais un ataud?―repuso 0liveri0 con ingenuidad.

A esta pregunta el muchacho de la caridad se puso furioso en grado superlativo y juró que Oliverio antes de poco necesitaría uno si se permitía bromear así con sus superiores.

­―Mal espósito! Ignoras acaso quien soy yo? ―dijo levantándose de guarda canton y adelantándose manos en la faltriquera y con insigne gravedad.

—­ No señor. ­ respondió Oliverio.

—Soy el Señor Noé Claypole. ―­ prosiguió el otro ― y tu estás bajo mi dependencia. Al avío! abre la tienda y saca las muestras.- Al mismo tiempo el Señor Claypole administró un punta pié á Olíverío, entró en la tienda con un ademan magestuoso que le dió mucha importancia y se dirijió á la cocina para almorzar.

—Noe, acercaos á la lumbre. —dijo Carlota―He apartado para vos este pedacito de tocino que he eliminado del almuerzo del amo. Tu 0líverio―dijo á este que acababa de entrar despues de haber cumplido la comision de Noe―—cíerra esta puerta y coje esos mendrugos de pan que son para ti. Toma tu thé sobre ese cofre que está en aquel rincon y despacha pronto pues tienes que ir á guardar la tienda; ¿lo entiendes?

Oyes espósito?—dijo Noé Claypole.

―Noé, Sois muy terco. -­repuso Carlota―Vaya! Dejareis tranquilo á ese niño?

— Que lo deje tranquilo? Pues ya escampa! No hay peligro de que su padre ni su madre vengan á limpiarle los mocos ..... Todos sus parientes le han dado carta blanca para gobernarse á su modo;. be! be! be!

—Sois un trubanl―replicó Carlota sollando una carcajada imitada por Noé y ambos á dos arrojaron una mirada de desden al pobre Olíverio que sentado sobre un cofre en el ríncon mas frío de la cocina comía titirílando los mendrugos de pan que se habían señalado especialmente para el.

Noé era un niño de la escuela de la caridad; pero no un espósito de la casa de caridad. Tampoco era el niño del acero; porque podía trazar su genealogía subiendo hasta sus padres que vivían cerca de aquel sitio. Su madre era lavandera ysu padre un soldado veterano, viejo, borracho, con una pierna de palo y una pension diaria de cinco sueldos seis dineros. Los aprendices de las tiendas de la vecindad habían tenido por largo tiempo la costumbre de insultar á Noé en medio de la calle motejándole de lo lindo y él lo había sufrido con la mayor paciencia del mundo; pero ahora que la fortuna había arrojado en su camino á un pobre huérfano sin nombre á quien el ser mas abyecto podía Señalar con el dedo é insultar impunemente; le hizo expiar con usura las fallas de que los otros se habían hecho culpables para con él.