Los intereses creados: Acto II, Cuadro tercero, Escena VI
LEANDRO y SILVIA, que sale por la segunda derecha.
LEANDRO.- ¡ Silvia! ¡ Silvia mía!
SILVIA .-¿No estás herido?
LEANDRO.-No; ya lo ves... Fue
un engaño, un engaño más para
traerte aquí. Pero no temas; pronto
vendrá tu padre; pronto saldrás con
él sin que nada tengas tú que reprocharme.
¡Oh! Sólo el haber
empañado la serenidad de tu ahna
con una ilusión de amor, que para
ti sólo será el recuerdo de un mal sueño.
SILVIA .-¿Qué dices, Leandro?
¿Tu amor no era verdad?
LEANDRO.-¡Mi amor, sí... ; por
eso no he de engañarte! Sal de aquí
pronto, antes de que nadie, fuera
de los que aquí te trajeron, pueda
saber que viniste.
SILVIA.-¿Qué temes? ¿No estoy
segura en tu casa? Yo no dudé en
venir a ella... ¿Qué peligros pueden
amenazarme a tu lado?
LEANDRO.-Ninguno; dices bien.
Mi amor te defiende de tu misma
inocencia.
SILVIA.-No he de volver a casa
de mi padre después de su acción
horrible.
LEANDRO.-No, Silvia, no culpes
a tu padre. No fue él; fue otro engaño
más, otra mentira. . . Huye de
mí, olvida a este miserable aventurero,
sin nombre, perseguido por la
justicia.
SILVIA.¡No, no es cierto! Es
que la conducta de mi padre me
hizo indigna de vuestro cariño. Eso
es. Lo comprendo... ¡Pobre de mí!
LEANDRO.-¡Silvia! ¡Silvia mía!
¡Qué crueles tus dulces palabras! ¡Qué cruel esa noble confianza
de corazón, ignorante del mal y de
la vida!