Los intereses creados: Acto I, Cuadro segundo, Escena I
Doña Sirena y Colombina saliendo
del pabellón.
SIRENA.-¿No hay para perder el
juicio, Colombina? ¡Que una dama
se vea en trance tan afrentoso
por gente baja y descomedida! ¿Cómo
te atreviste a volver a mi presencia
con tales razones?
COLOMBINA.-¿Y no habíais de
saberlo?
SIRENA.-¡Morir me estaría mejor!
¿Y todos te dijeron lo mismo?
COLOMBINA.-Uno por uno, Como
lo oísteis. . . El sastre, que no
os enviará el vestido mientras no le
paguéis todo lo adeudado.
SIRENA.-¡El insolente! ¡El salteador
de caminos! ¡Cuando es él
quien me debe todo su crédito en
esta ciudad, que hasta emplearlo yo
en el atavío de mi persona no supo
lo que era vestir damas!
COLOMBINA.-Y los cocineros y
los músicos y los criados todos dijeron
lo mismo: que no servirían esta
noche en la fiesta si no les pagáis
por adelantado.
SIRENA.-¡Los sayones! ¡Los forajidos!
¡Cuándo se vio tanta insolencia
en gente nacida para servirnos!
¿Es que ya no se paga más que con
dinero? ¿Es que ya sólo se estima
el dinero en el mundo? ¡Triste de la
que se ve como yo, sin el amparo
de un marido, ni de parientes, ni de
allegados masculinos!. . . Que una
mujer sola nada vale en el mundo,
por noble y virtuosa que sea.
¡Oh,tiempos de perdición! ¡Tiempos del
Apocalipsis! ¡El Anticristo debe ser llegado!
COLOMBINA.-Nunca os vi tan
apocada. Os desconozco. De mayores
apuros supisteis salir adelante.
SIRENA.-Eran otros tiempos, Colombina.
Contaba yo entonces con
mi juventud y con mi belleza como
poderosos aliados. Príncipes y grandes
señores rendíanse a mis plantas.
COLOMBINA.-En cambio, no sería
tanta vuestra experiencia y conocimiento
del mundo como ahora.
Y en cuanto a vuestra belleza, nunca
estuvo tan en su punto, podéis
creerlo.
SIRENA.-¡Deja lisonjas! ¡Cuándo
me vería yo de este modo si fuera
la doña Sirena de mis veinte!
COLOMBINA.-¿Años queréis decir?
SIRENA.-PueS ¿qué pensaste? ¡Y
qué diré de ti, que aún no los cumpliste
y no sabes aprovecharlo!
¡Nunca lo creyera cuando al verme
tan sola de criada te adopté por
sobrina! ¡Si en vez de malograr tu
juventud enamorándote de ese Arlequín,
ese poeta que nada puede
ofrecer sino versos y músicas, supieras
emplearte mejor, no nos veríamos
en tan triste caso!
COLOMBINA.-¿Qué queréis? Aún
soy demasiado joven para resignarme
a ser amada y no corresponder.
Y si he de adiestrarme en hacer padecer
por mi amor, necesito saber
antes cómo se padece cuando se
ama. Yo sabré desquitarme. Aún no
cumplí los veinte años. No me créais
con tan poco juicio que piense en
casarme con Arlequín.
SIRENA.-No me fío de ti, que
eres muy caprichosa y siempre te
dejaste llevar de la fantasía. Pero
pensemos en lo que ahora importa.
¿Qué haremos en tan gran apuro?
No tardarán en acudir mis convidados,
todos personas de calidad y de
importancia, y entre ellas el señor
Polichinela con su esposa y su hija,
que por muchas razones me importan
más que todos. Ya sabe a cómo
frecuentan esta casa algunos Meros
nobilísimos, pero, como yo, harto
deslucidos en su nobleza, por falta
de dinero. Para cualquiera de
ellos, la hija del señor Polichinela,
con su riquísima dote, y el gran caudal
que ha de heredar a la muerte
de su padre, puede ser un partido
muy ventajoso.
Muchos son los que la pretenden.
En favor de todos ellos
interpongo yo mi buena amistad con
el señor Polichinela y su esposa.
Cualquiera que sea el favorecido, yo
sé que ha de corresponder con largueza
a mis buenos oficios, que de
todos me hice firmar una obligación
para asegurarme. Ya no me quedan
otros medios que estas mediaciones
para reponer en algo mi patrimonio;
si de camino algún rico comerciante
o mercader se prendara de ti...,
¿quién sabe?... , aún podía ser esta
casa lo que fue en otro tiempo. Pero
si esta noche la insolencia de esa
gente trasciende, si no puedo ofrecer
la fiesta... ¡No quiero pensarlo
..., que será mi ruina!
COLOMBINA.-NO paséis cuidado
Con qué agasajarlos no ha de faltar.
Y en cuanto a músicos y a criados,
el señor Arlequín, que por algo
es poeta y para algo está enamorado
de mi, sabrá improvisarlo todo.
Él conoce a muchos truhanes de
buen humor que han de prestarse a
todo. Ya veréis, no faltará nada,
y vuestros convidados dirán que no
asistieron en su vida a tan maravillosa
fiesta.
SIRENA.-¡ Ay, Colombina! Si eso
fuera, ¡cuánto ganarías en mi afecto!
Corre en busca de tu poeta...
No hay que perder tiempo.
COLOMBINA .-¿Mi poeta? Del
otro lado de estos jardines pasea, de
seguro, aguardando una seña mía...
SIRENA.-NO será bien que asista
a vuestra entrevista, que yo no debo
rebajarme en solicitar tales favores
tu cargo lo dejo. ¡Que nada
falte para la fiesta, y yo sabré re-compensar
a todos; que esta estre-chez
angustiosa de ahora no puede
durar siempre.. ., o no sería yo doña
sirena!
COLOMBINA.-Todo se compondrá.
Id descuidada. (Vase doña Sirena
por el pabellón.)