Los hoyuelos de Lesbia
Cruzaba el hijo de la cipria diosa solo y sin venda la floresta umbría cuando, al pie de un rosal, vio que dormía al blando son del mar mi Lesbia hermosa; y al ver pasmado que su faz graciosa los reflejos del alba repetía, tanto se deslumbró que no sabía si aquello era mejilla o era rosa. Alargó el dedo el niño entre las flores y en ambos lados le aplicó a la bella, formando dos hoyuelos seductores. ¡Ay, que al verla reír, la dulce huella del dedo del amor mata de amores! ¡Feliz el que su boca estampe en ella!